Hola, cómo estás?
Tanto tiempo sin hablarte, sin contarte.
Hace mucho no sabés de mí y hace mucho que yo no puedo abrirme para contarle a nadie cómo estoy, ni qué suele pasar por mi cabeza. Algunos fantasmas suelen visitarme a veces y ya no se si es bueno batallar contra ellos o unírmeles.
Bueno, hoy puede ser el día, espero no te asustes. Será un breve resumen, aunque no sea el mejor momento. Te pido disculpas de antemano si todo lo que puedo llegar a contarte es triste o a desgano. Creeme que no me pasa todos los días, aunque sí con una frecuencia que me gustaría fuera menor.
Hoy me siento como una montaña rusa emocional. Estoy ovulando y es como si en menos de 12 horas todo me resultara una risa, una paja y una mierda. No sé, pasan mil cosas por mi cabeza en días así.
Y ahora… ahora solo quiero llorar.
Volvimos de un ensayo que fue prolijo vocalmente, pero feo. A veces siento que cantamos con miedo, y eso me deja una sensación horrible. Lejos de ser un momento de descargo, es un momento de tensión.
Las ganas de llorar creo que vienen por varias cosas, pero ¿por dónde empiezo? No tengo idea. Siento que ya ni sé cuándo empezó todo esto. Hay tantas cosas que dejé de hacer, de sentir… Todo se volvió automático. ¿Qué feo, no? Cosas que antes me hacían bien, que elegía a consciencia, ahora ya no sé ni por qué las hago. Me veo atrapada en este ovillo de lana gigante, sin saber por dónde empezar a desatarlo. Mi cabeza es un quilombo constante, y cuando me pongo ansiosa, me pierdo. Es como caer en un pozo oscuro de pensamientos horribles, de esos que me hacen sentir culpable después.
Mi psicóloga no me ayuda mucho, o sí, me escucha, pero la verdad es que tampoco me cobra la sesión, y con lo ajustada que estoy de plata, no puedo darme el lujo de buscar otra. La realidad es que necesito esa terapia, pero acá estoy, priorizando otras cosas. Ya dije miles de veces que no iba a poner plata en la casa, pero si no “ayudo” a mi pareja, el verdadero dueño de estas cuatro paredes, parece que estoy en falta. Y ahí viene la culpa, los reclamos: que gasto en cosas innecesarias, que después no me queje, etc. Lo peor es que la única vez que le pedí ayuda para pasar el mes, lo primero que me dijo fue que no podía mantenerme.
La verdad es que necesito un tiempo para mí, ya se siente ese peso de no tener el aval limpio y sincero de poder desconectar de la rutina para encontrarme otra vez. Algo que no sea ir siempre a los mismos dos destinos porque es donde conseguimos quedarnos. Y claro, también tenemos que llevar a la perra. Eso suma otro estrés, porque con lo intensa que es, no podemos salir tranquilos ni una noche, no vaya a ser que haga destrozos en casa ajena o llore tanto que los vecinos se quejen. Y con todo esto… a veces siento que me perdí. No sé cómo volver a ser la persona que era cuando vivía sola. Tan segura, ambiciosa, divertida… Hoy, no sé quién soy. Me siento como si estuviera dando vueltas en círculos. Trabajo sin ahorrar, sobrevivo. Y lo peor es que ya no tengo ni proyectos a futuro. Ni siquiera pienso en casarme o tener hijos. Con él, eso ya no va a pasar.
Siento que estoy en una película donde no soy del todo la protagonista de mi propia vida. Estoy cansada, abrumada, vacía. Me gustaría estar en el medio de un campo, sola, llorando hasta quedarme sin lágrimas. Gritar. Que nadie me escuche ni me juzgue. Estoy harta de sentirme tan apagada, de que nadie vea el esfuerzo que hago, ni siquiera yo misma. No sé en qué momento dejé de ser esa persona segura de antes. Hoy todo me cuesta, me siento inútil, y no solo en lo personal, también en el trabajo. Y aunque me gusta trabajar porque me distrae, me da miedo que alguien venga a modificar mi forma de trabajar.
Es frustrante… me veo tan influenciable, vulnerable y apagada. Incluso con el coro, que debería ser algo que disfruto, pero no puedo dejar de sentirme nerviosa cada vez que canto frente a otros. Mi cuerpo tiembla, tengo pánico escénico, la poca voz que tengo no sale y los músculos se tensan tanto que me duele. ¿Cómo puede ser? Si sé que lo hago bien… pero no puedo controlar ese miedo, aunque nadie del público sepa que yo soy quien está haciendo un divisi. Igual me da ansiedad. La voz me tiembla y en mi cabeza siento que de esa forma quedo expuesta.
«Las olas se rompen, pero se vuelven a armar…» No se quién habrá dicho esa frase, pero trato de tenerla presente. Y acá estoy, escribiendo como si al menos eso me aliviara. Tal vez, solo tal vez, me sirva para entender qué me pasa, pero por ahora, lo único que sé es que quiero desaparecer un rato, tomar aire y reencontrarme. Porque, en momentos como este, siento que si no estuviera, todo seguiría igual. Pocos me extrañarían. Nada cambiaría.
Te mando un abrazo con toda la fuerza que me queda, pero esperando un apretón que me saque los miedos e inseguridades.
Hasta pronto.
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