Borges, el estoico
Periodista
— ¿Cuál estima que fue su error, su mal paso, para ser condenado a no recibir el premio Nobel?
Borges
—Bueno, «condenado» suena un poco fuerte, ¿eh?, yo no lo considero una condena. En todo caso, con este tema ocurre algo curioso. Cada año, para esta fecha, la gente se me acerca para consolarme por el supuesto desaire de la Academia Sueca. Y se asombran ante mi resignación. No comprenden que sería una frivolidad de mi parte lamentarme por no recibir algo tan vano como un premio, cuando he debido resignarme a perder algo tan precioso como la luz. Hay veces que sueño, tal vez no debería decirlo, que he recobrado la vista, que por una especie de milagro, he vuelto a ver. Entonces yo, niño otra vez, corro emocionado a la biblioteca de mi padre. Y luego despierto con lágrimas en los ojos, lágrimas que no sé si atribuir más a la alegría o al dolor.
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