EL APRENDIZ DEL SEÑOR DE LOS VIEJOS TIEMPOS
EN
GUERRA EN EL ALTO PERÚ
ME LLAMAN EL CHINO
Llegué por un vórtice del tiempo en un lugar descampado, aproximadamente las nueve de la mañana. Al observar los alrededores he visto hacia el este un lugar montañoso. Allí se veía grupos de gauchos armados, diligencias, carretas de despensas, mulas y más allá grupos de soldados a caballo ya preparados.
También en aquel lugar se escuchaban voces y murmullo de montón de gentes, mezclado con ruidos de metal de cañones y fusiles, mientras estas armas eran repartidas entre los presentes.
Algunas formaciones ya estaban armadas, quienes se encontraban parados en formación, mirando hacia la salida del sol.
Aproximadamente a cuatrocientos metros de los llanos, se levantaba las montañas. Allí al este de nosotros se encontraba el ejército realista, en formación hilera de batalla, con los carabineros a primera fila, arrodillada. Fusiles apuntando y los de atrás, parados con fusiles y bayoneta calados.
Una bandera española ondeaba al viento, también humeaban fogatas que fueron prendidas para el mechero de los cañones, el ejército se encontraba posicionados y semi protegidos por las montañas, en la retaguardia.
En aquel lugar sobre una planicie
Observando en las distancias con catalejos al Ejército Patrio.
Se veía un general jefe con su sombrero de dos picos llamado bicornio escoltado y acompañado de dos de sus capitanes.
Siempre quise conocer de cerca la historia del pasado, por lo tanto, como cierto día el señor de los viejos tiempo me había dicho que yo podía involucrarme si quisiese, en los eventos, no solamente podía observar como lo estaba haciendo hasta aquellos días.
Entonces descendí entre la formación de gauchajes y criollos, donde un superior vestido con chaquetilla azul iba trayendo otros grupos de hombres que se anexaba a la fila de lo que iban a morir.
Aquellos hombres ya venían desde la carreta de armería, todos armados y pertrechados, hasta la formación.
Cuando aquel superior llego hasta donde yo estaba parado fuera de la formación del grupo me miro entrañado porque yo estaba desarmado y me hace un gesto con la mano diciendo
–– ¿Y vos de donde venís?
Entonces le contesté
––¡¡¡Buen día, mi teniente, vengo a morir por la patria!!!
El teniente se encuadró ante mí, haciendo un saludo militar
Y llamo
––¡¡¡Armero venga…!!!
––¡¡¡Pertreche a este hombre con armas!!!
––¡¡¡Entendido señor…!!!
Dijo un joven de unos 17 años aproximadamente, estaba vestido con una camisa blanca y pantalones ajustados que era como calza larga de color negro y en la cabeza portaba un gorro frigio de color rojo, aquel joven salió corriendo del lugar para cumplir la orden.
Mientras tanto, el afable teniente, quien trataba conmigo, saco una pluma y un papel para anotar.
Y pregunto primero
–– ¿Cuál es su nombre joven y de donde proviene…?
––Soy de las afueras de Buenos Aires, Señor.
–– ¿A qué se dedica?
––Trabaje primero en las pulperías y por último en los puertos.
Ya en aquel momento me trajeron un fusil van carga, un cuerno con pólvoras y una cartera de carpa con bolas de plomo dentro.
–– ¿Sabes húsar esto…?
––Sí señor, conteste.
Era fácil, por cada tiro que disparaba tenía que cargarlo de nuevo con pólvora por la boca del fusil, empujar la pólvora con una baqueta o cepillo de estopas y ponerle una bola de plomo
En una palabra, todo esto llevaba un tiempo de diez a quince segundos.
(En emergencia esto no servía, porque ya que te llegaba el enemigo y hasta con una guacha te podían matar)
En aquellos tiempos, los que sobrevivían en una batalla de choque. Servirían más tarde en otras batallas de escaramuzas.
Las bayonetas, tacuaras, machetes y machetéelos que usaban los criollos para carnear vacas, también los sables. Eran mucho más ligeras en los ataques de choque
En ellos se observaban dobles y mandobles, mientras giraban al aire con silbidos de muerte.
Ya todo armado, me pregunto aquel teniente.
–– ¿Usted me conoce?
Y le dije usted es San Martín… me miro y me dijo
–– ¡No, él es el General a cargo. Es nuestro jefe!
Y le dije entonces, ––Usted es el señor Belgrano
Y el dijo
––¡¡¡Sí me conoce!!!
Cuando repentinamente toco una corneta con orden de atención y todo el mundo se aprontó a la orden.
Otro cornetazo
Entonces comenzamos todo el mundo a mover los pies con marcha parada (llamado movimiento vivo)
El tercer cornetazo ordenó la marcha al trote hacia el frente
Ya estaba trotando entre la multitud de aproximadamente cinco mil hombres, no se veía adelante otra cosa que la espalda de los que estaban frente nuestro.
Al lado mío, en la parte izquierda, se encontraba, un hombre de aproximadamente 40 años de edad, vestido con uniforme de soldado
Usaba chaquetilla azul, hombrera roja, bombacha blanca y a modo de calzado llevaba carpa en donde sobresalían los dedos de los pies
Portaba un cinturón ancho con carteritas y un guardamonte por delante, los botones de la chaquetilla eran chapeados de color plata en la cabeza portaba un gorro frigio de color rojo y una escarapela azul y blanca
A juzgar por su apariencia parecía un italiano. Pues usaba un bigote grueso como brocha de cepillo, grande, patilla ancha y poblada ceja, una gruesa nariz roja y cabello encrespado. Aquel hombre tenía
Aproximadamente un metro setenta de altura
Quien me dijo mientras trotábamos
–– ¿No tienes miedo…?
Y le contesté.
––¡¡¡Estoy contento!!!
El hombre me miro sorprendido.
Agregue sonriendo
––¡¡¡Es un buen día para morir…!!!
En ese momento la corneta ordeno ataque a toda marcha. Entonces mientras trotábamos casi corriendo sobre aquel valle, mire hacia mi izquierda en donde vi por primera vez a una distancia de cien metros sobre otro
Saliente o cresta de montaña al general don José de san Martín, observando nuestro movimiento y avanzada también al enemigo, él se encontraba allí en compañía de su segundo oficial y otro, oficiales más.
Momento que comenzaron los cañonazos de la artillería realista.
Los primeros cañonazos no nos hicieron daños, se trataba de tanteos para medir la distancia, entonces los cornetazos de nuestra línea nos azuzaron aún más con más órdenes.
A 20 metros de mi derecha en mi grupo se veían soldados uniformados vistosamente. Eran la brigada del regimiento de la plumerilla jinetes a caballos
Y nosotros milicianos de infantería que al trote nos dirigíamos hacia la muerte.
Más allá de la plumerilla he visto como a 30 granaderos a caballo con los sables desvainados y al galope, otros grupos eran de gauchos a caballos con facones afilados al aire y otros con tacuaras y puntas quienes seguían al frente
Repentinamente, los cañonazos empezaron hacer estragos a los caballos, cuando más nos acercábamos al, enemigo, se les rompían las patas delanteras y desmoronaban a sus jinetes, algunos se levantaban y otros no
Más cercas mío los que corrían a pie se desmoronaban de a diez quedando caídos boca abajo con la rabia en la cara, estos eran causados por los fusilazos que recibían como metrallazos.
Nuestro grupo seguía al frente, desviando a los caídos y otras veces saltando sobre los cadáveres.
Mire a mí compañero de al lado el que parecía Tano y como estábamos cerca de la fila enemiga a una distancia de 200 metros y los que veníamos al frente se disipó tremendamente por las bajas que quedaron tendidos atrás.
Entonces acelere mi trote alejándome del tano, quien me grito
Desesperado, diciendo que le espere, que debíamos llegar todos juntos a la escaramuza.
Entonces yo mermé la velocidad del trote para igualar al del tano
Ya el general san Martín había ordenado detrás de nosotros otro grupo de caballería de refuerzos, porque vio que ya éramos pocos lo que íbamos llegando hasta el enemigo.
Los primeros caídos, fueron carne de cañón
Como ya estábamos cerca del ejército enemigo, comenzaron a salir para hacernos frente y se desplazaron al trote hacia nosotros por un lado con infantería y por el otro la caballería
Entonces recibimos nuevamente unas ráfagas de fusilazos y cayeron de lado míos otros tantos patriotas.
Yo recibí como cinco plomazos las que rebotaron pesadamente de mi cuerpo y fueron a parar en el suelo, eran bolas de plomos fabricados a manos
No fue así con mi acompañante «El Tano» quien cayó a tierra dando una voltereta, quedo allí con los ojos abiertos y la boca abierta.
Entonces pare de correr y me quede junto a él, a cerrarle los ojos
Él ya no tenía pulso. En ese momento el enemigo ya estaba cerca mío, a unos treitas metros.
Deje altano tendido y tome dos machetillos de carneada del cuerpo caído de unos gauchos quienes estaban frente a mí y comencé mi tarea.
Empecé nuevamente a trotar hacia el enemigo, quienes venían cubriendo amplio frente. Pero los que hasta ahora sobrevivimos ya no estábamos solos, ya el segunda bastión del ejército patrio estaban por chocar contra el enemigo, quienes avanzaban sobre el lomo de sus corceles y con las espadas en alto.
Todos nuestro comando de trote se volvieron hacer nuevamente grupo, entonces yo aceleré mi corrida hacia el frente. Cuando ya estaba cerca del enemigo quienes corrían a nuestro encuentro.
Efectúe una estrella con el cuerpo, propulsándome a tres metros de altura hasta llegar al enemigo y decapite a un realista a caballo con el cuchillazo tipo machetes cruzado por el cuello.
Seguidamente, efectúe una voltereta tipo carnero en el espacio para bajar del lomo del caballo y posar mis pies sobre el suelo de la llanura para continuar matando.
En enfrentamiento contra otros infantes enemigo les cortaba brazos manos y a chuzaba sin cansancio, ni compasión. Mientras tanto, al costado derecho mío se producían enfrentamientos de caballerías haciendo chispear sus espadas resultando la caída de ambos bandos.
Alli ya cerca de los jefes enemigos también he divisado al teniente Belgrano quien montado en un corcel blanco repartía doble y mandobles sobre hombros cabezas y brazos de otros enemigos realista montado, derribándooslo heridos de muertes
Un joven realista arremetió al trote su caballo con sable en alto hacia mí.
Y corrí hacia el cuchillo en mano elevándome con la técnica de estrella y lo derribe a sopapo limpio en la estepa, mientras llenaba su cara de golpes sin clavarle el cuchillo, no me di cuenta que el teniente Belgrano me estaba observando y se dio cuenta que aquel realista solo habia quedado desmayado.
Entonces enfilo su corcel hacia nosotros, con el sable arriba y ejecuto al joven realista decapitándolo, mientras me grito
–– ¡No sé en que estas pensando…!
––¡¡¡No dejes al enemigo vivo…!!!
He hizo corcovear su montura y fue nuevamente a lidiar contra otros alejado de mi.
A unos treinta metros, ya se veía a los jefes españoles, quienes se encontraban sobre un peñasco acompañado de tres oficiales.
Ellos observaban la escaramuza con catalejos, mientras yo continuaba matando a mis contrincantes, quienes morían sorprendido por mi forma de luchar.
Pensé que cortando la cabeza de una serpiente terminaba el veneno y me dirigí corriendo hacia el enemigo superior.
Y le dije
––¡¡¡Está vencido, señor, entréguese!!!
Y como respuesta hizo un gesto a su segundo, quienes me dispararon con sendos fusiles desde sus monturas. Estos impactaron sobre mi pecho y rebotaron por el suelo, entonces exclamé.
––¡Esta gente no entiende!
Y nuevamente retrocedí para realizar una estrella hacia adelante, Llegando hasta él y su caballo, que relincho levantando los coses delanteros. Entonces con los cuchillos le corté los tendones delanteros causando que se arrodille y salte sobre el general español decapitándolo con los cuchillos cruzados.
A continuación continué con sus oficiales, quienes querían amedrentar con sable en mano, entonces les salté atravesándole el corazón y matándolo y como dije ya no había vos de mando o quien ordenara al regimiento realista como consecuencias estas morían en manos del ejército patrio
Hasta al cornetista realista fue asesinado, terminando así las órdenes
Entonces todos los sobrevivientes realistas depusieron sus armas y se pusieron de rodillas con los brazos en alto.
Ya de rodillas los realistas y rodeados por los jinetes patriotas, un soldado Realista se atrevió a gritar.
–– ¡¡¡Viva España!!!
––¡¡¡Viva el rey Fernando vii ¡!!
Fue lo último que grito, pues unos de los jinetes de la caballería húsares lo decapitaron haciendo volar su cabeza
Ganamos aquella batalla, entonces tomé la cabeza de aquel general español de los cabellos y emprendí el regreso hasta donde habíamos estado formados.
Ajuste un cinto ancho por mi pecho, que me habia donado un finado y puse los machetes sangriento cruzados por mi espalda.
Seguidamente, llegue hacia donde estaba la carreta del armero y coloque la cabeza sobre un pedazo de tronco, usado como mesa, los demás criollos y soldados me rodearon para ver él espectáculo, al rato, escuché que un grupo ovacionaba, gritando
––¡¡¡Chino…!!!
––¡¡¡Chino…!!!
––¡¡¡Chino…!!!
Desde allí quede con el mote de El chino.
Aquel barullo no tardó en llegar, ha oído del general San Martín, de forma urgente me izo llevar a su presencia.
Mientras tanto, los otros soldados y criollos tomaban informe de las bajas para darles cristiana sepultura.
Un granadero me condujo hasta la carpa del general, quien entro primero a decirle que el chino estaba allí presente.
Mientras, yo esperaba afuera, una voz me dijo, que por ningún motivo le mire de frete y de forma altanera al general. Entonces, al entrar, mire para abajo, bajando la mirada.
Seguidamente, aquel granadero salió de la carpa, dejándome solo con el general.
La voz del general ordeno con voz imperante
––¡¡¡Adelante soldado!!!
Entonces, entre dentro de aquella carpa blanca ante la presencia del general, quien me dijo
––¡¡¡Soldado he visto su destreza en el campo de batalla!!!
––Allí se demostró su templanza y el material del que está forjado
––Observe su proeza y habilidad en el frente.
––Pero no me gusto una cosa….
–– ¿Por qué? mutilo usted al caballo.
Entonces yo contesté.
–– ¡Señor, disculpé mis palabras!
––Pero yo creo que en la guerra es válido todo tipo de acción, para llegar a la victoria.
–– ¡Pensé que decapitando a la serpiente terminaría el veneno!
––La acción que hice fue para facilitar la muerte del jefe realista que ordenaba al ejército enemigo, para que el resultado sea la rendición de todo el cuerpo realista.
Entonces el General me miro fijamente y en silencio, a una distancia de dos metros, mientras yo en ningún momento levantaba los ojos hacia él, me mantenía firme y con los brazos pegados al costado, sin armas alguna y con la mirada gacha.
Luego de unos segundos él dijo
––Está bien chino.
––La guerra aún no termina
––Necesitaré de más hombres como usted
––No se aleje. Muy pronto formaré una brigada ligera y tú estarás entre ella como veterano
––Comprendido mi general….
¡¡¡Viva la patria…!!!
¡¡¡VIVA!!!
Contesto él.
FIN
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