¿Qué es el amor sino una entrega? Entregarse a ese otro que te recibe como puede, con lo que tiene. El amor es cuidado, respeto, contención, y construcción. No confundamos entrega con incondicionalidad. El amor tiene sus condiciones, sus límites; no es un acto ciego. Se construye a través de pactos, de acuerdos.
El amor puede doler, sí, pero el dolor proviene de las expectativas desmedidas que depositamos en el otro, en nosotros mismos o en la relación. Sin embargo, el amor no destruye. Si duele al punto de autodestruirte, eso no es amor, es otra cosa.
Amar es un acto de valentía. Es entregarse con la esperanza de ser recibido. El verdadero amor siempre es genuino, aunque las dudas o los miedos nublen su percepción. Amar no significa ser correspondido de manera idéntica. Nadie ama de la misma forma ni con la misma intensidad. Comparar lo que sientes con lo que recibe el otro es un camino hacia la insatisfacción.
El amor no se estanca; crece, fluye, evoluciona. Aprender a amar lleva tiempo, porque es un proceso que requiere también aprender a establecer límites, comenzando por uno mismo. Es una construcción, y como tal, puede derrumbarse, pero cuando en lo profundo de ti hay amor, los cimientos permanecen.
El desamor, tema para otro momento, suele surgir de no entender bien las bases del amor. El amor es paradójico, y puede resultar confuso cuando te pierdes en las opiniones de otros o en las expectativas impuestas por la sociedad, ya sea de tiempos antiguos o modernos.
Para amar de verdad, es necesario primero ser conscientes de las formas de amor que aprendimos. Cada persona ama según lo que recibió, lo que hizo con ello y lo que está dispuesta a dar. Y, como bien dice la cita bíblica: «Nadie puede dar lo que no tiene.»
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