Realmente, no sé qué voy a escribir. No sé qué deseo contar. Mi existencia es irrelevante y mis ideas lo son más aún. Mi vida gira constantemente en torno a la oquedad del día a día; sin grandes éxitos y sin fracasos rotundos. Llevo una vida que podría ser considerada como responsable, sana y adulta. En última instancia, es todo lo que se espera de mí. No nos engañemos. Mi identidad no es lo relevante, sino mi funcionalidad. He de decir que, en cierto modo, me indigna la aparente sinonimia entre la identidad y la funcionalidad. Debo añadir que últimamente no soy capaz de descifrar este amasijo de deseos secretos, extraños y alienantes para un yo ávido de aburrida estabilidad. ¿Lo ven? He sido presa de mi crítica. Mi funcionalidad se impone sobre mi identidad. Nunca deseé una vida de marcada por la estabilidad, pero la necesito. Yendo a lo relevante, anoche dos frases repiqueteaban en las ventanas de mis sienes: “vagar por el desierto como un mandato, como una misión” y “aceptar la existencia de mil vidas”. Incapaz de discernir el significado preciso de estas frases, me atormenta su impacto sobre mí. Luces en el horizonte. No hay contenido, sólo son señales de preguntas. No son cuerpos, sólo fotografías. Anudan mi existencia a la pregunta que pone en riesgo mi vida: ¿quién soy? Sólo quiero volver a ser tu sombra de deseos indescifrables sobre las orillas del Támesis.
OPINIONES Y COMENTARIOS