Era una noche bastante fría y húmeda de la ciudad japonesa de Yonago, pero estábamos cálidos en el auto yo y mis amigos. Nos dirigíamos a las afueras de la ciudad para emprender un viaje hacia la ciudad de Okinawa. Habíamos pasado por distintas situaciones aquella noche que nos hicieron reír, temblar o asustarnos. Hacíamos chistes y nos burlábamos de aquellas situaciones que ocurrían en el momento para ignorar la profunda oscuridad que observábamos si nos fijábamos en las ventanas.
Estábamos cerca del pueblo de Wakasa, en Yazu. Eran las 3 de la mañana y el sueño abundaba entre los 3. Preocupados por esto y casi a punto de quedarnos dormidos en el medio de la carretera vacía y oscura, un sonido repentino nos hace saltar exaltados. Parecía que habíamos chocado a una persona, pero no se escuchó ningún grito o ningún sonido que un humano podía realizar.
Apostábamos quien se iba a bajar del vehículo, ya que, con el frío, oscuridad y miedo de que podía pasar allí afuera, nadie quería, pero nos pusimos de acuerdo y bajamos los 3. No había nadie, ni siquiera algún rastro de alguna persona que capaz habría escapado por miedo. Yo y mis 2 amigos no nos preocupamos, en vez, empezamos a pensar que capaz había sido un animal pequeño chocándose con el frente del vehículo y que, bajo sus instintos de supervivencia, escapó en caso que lo íbamos a atacar. Pero aquella idea fue refutada por los 3 al mismo tiempo, ya que, nos dimos cuenta que ningún animal cerca de la zona era tan salvaje para tener instintos de supervivencia aparte de alimentarse y dormir.
Cuando nos dirigíamos al vehículo, uno de mis amigos, Shun, apuntó hacia un edificio que estaba al lado nuestro, y que, por la desesperación de saber que habíamos chocado anteriormente, lo ignoramos.
Aquel edificio estaba abandonado, se veía desde lejos que la naturaleza había tomado el lugar y que estaba vacío desde hace décadas. Primeramente, no queríamos entrar, pero, a la par de nuestro espíritu valiente, decidimos agarrar nuestras linternas que guardábamos en la parte trasera del auto y nos dirigimos hacia aquel edificio.
Antes de entrar, con nuestras linternas prendidas, comenzamos a hacer chistes acerca de lo ocurrido anteriormente. El miedo de aquel edificio abandonado se había ido y por momentos me imaginé que era simplemente un edificio en venta, pero moderno.
Pero, esos chistes se desvanecieron rápidamente, y una sensación de escalofrío y temblor recorrió todo nuestro cuerpo en muy pocos milisegundos. Katsuhiro, mi otro amigo, apuntó su linterna hacia el balcón de aquel edificio y pronunció que había visto algo moverse allí. El miedo se apoderó de nuestro cuerpo, pero entramos de valor allí.
Era una escuela de la década de los 40, abandonada por la Segunda Guerra Mundial. Era notable el estado de abandono progresivo y decadente.
Fuimos aula por aula, investigando las habitaciones de aquella escuela, no nos asustábamos, obviamente sin contar la sensación de ansiedad que ocurra algo, no había nada del otro mundo allí, solamente sillas y pupitres oxidados.
Pero mi vista se dirigió a un aula del segundo piso. Parecía que “algo” me llamaba para ir allí. Llamé a Shun y Katsuhiro y entramos a aquella aula.
Allí había una pizarra que solamente pudimos distinguir la primera oración, ya que las demás estabas casi totalmente borradas. Aquella oración decía “Un círculo de cenizas” acompañado por el número 7.
Nos tomamos aquel texto como un chiste y nos empezamos a retar para leerlo. Estábamos haciendo chistes, hasta que Katsuhiro, como en el principio, dijo que alguien nos estaba observando. Obviamente yo y Shun pensamos que nos estaba haciendo una broma, pero él insistía que no. Terminamos confiando que había alguien observándonos y nos dirigimos a más aulas de la escuela.
Pero, mientras subíamos al tercer piso, me di cuenta de algo completamente extraño al pie de la escalera. Unas llaves idénticas a las mías. Pensé que solo era una coincidencia, igual que Shun y Katsuhiro.
Otra vez. Katsuhiro dice que alguien nos estaba observando. Ya, yo y Shun, no confiábamos, pensábamos que era simplemente una broma de mal gusto para sacarnos el miedo y escalofrío de aquel lugar. Aunque él insistía que era verdad, nosotros no le creíamos y nos llamó incrédulos. Pero, en un instante, Katsuhiro empieza a subir las escaleras rápidamente. Cuando le preguntamos la razón de aquello, nos respondió que iba a atrapar a aquella persona que nos estaba “observando”. En este punto, yo y Shun estábamos indecisos. Esto ya no podía ser una broma de mal gusto, ya que Katsuhiro no era conocido por ser el rey de los chistes ni mucho menos el alma de la fiesta, era más que nada un chico tímido pero amigable. Nos dirigimos hacia la escalera para no perderlo de vista. Vimos a lo lejos la luz de su linterna desvaneciéndose en la profunda oscuridad del edificio. Aunque le hayamos gritado que vuelva, él simplemente nos ignoró y siguió adelantándose excesivamente.
Pero, en un abrir y cerrar de ojos, no veíamos a Katsuhiro. Pensé por un momento que se había escondido en algún aula, pero aquel pensamiento fue reemplazado por la desesperación de que se había perdido y que también, él era el que tenía las llaves del auto.
Yo y Shun nos retiramos del lugar tratando de contactarnos con Katsuhiro, pero no hubo respuesta alguna. Decidimos volver a entrar para buscarlo, esta vez, por caminos distintos para hacer más rápido.
Al subir las escaleras, mis ojos presenciaron algo que nunca me imaginaba ver tan temprano. Un escalofrío enorme que empecé a tiritar dominó mi cuerpo al ver a Katsuhiro, por lo que pensaba yo, sin vida, tirado en la plataforma entre las escaleras.
Sin embargo, había escuchado un ruido afuera del edificio. Pensé que era Shun así que me dirigí rápidamente al balcón. Pero, algo extraño sucedió.
En vez de ver a Shun o a algún animal, vi al mismo auto que yo y mis amigos estábamos conduciendo en el momento que chocamos con algo. Al ver esta escena, me tapé la boca para no gritar del asombro y miedo que contenía en aquel momento. Tratando de observar aquella escena, lo que parecía la luz de una linterna me apuntó. Era Katsuhiro, aquella vez que apuntó hacia el balcón en el inicio del recorrido cuando había dicho que nos estaba observando.
Al escucharlos entrar, y tal como sucedió antes, decidí perseguirlos secretamente. Cuando decidí salir del escondite, vi las luces de sus linternas apuntando al camino donde yo estaba. Decidí correr y por desesperación, se cayeron mis llaves, pero no había tiempo para agarrarlas. Decidí subir las escaleras y me quedé quieta.
Cuando vi la luz de una linterna, y al tiempo a alguien, era Katsuhiro. Yo trataba de explicarle, pero no me creía. Yo insistía, pero me agarró del cuello. Me defendí y lo tiré por las escaleras. Aquel ruido fue muy fuerte, pero me dirigí al cuerpo de Katsuhiro. Allí es cuando veo otra linterna, me dirijo hacia arriba y me quedo en uno de los rincones. No lo pude creer. Me estaba viendo a mí misma la vez que vi a Katsuhiro en el piso.
Intenté explicarle, pero también no me creía. Mi yo del pasado quiso atacarme, pero me defendí también, y cayó junto al cuerpo de Katsuhiro. No sabía del paradero de Shun, pero en ese momento él fue de mis mínimas preocupaciones.
Empecé a entender que estaba ocurriendo. Me dirigí al aula donde estaba aquel pizarrón que decía Círculo de Cenizas con un 7. Con una de las mangas de mi ropa borré el 7 y escribí con una tiza que estaba allí el número 8. Pude entender que anteriormente, el 7 se refería a las veces en la que estos extraños encuentros y bucles ocurrían. Y con mi caso, ya era la octava vez.
Decidí empezar a reír para ignorar lo que estaba ocurriendo y también para no sentirme mal, justamente allí, de mis amigos. Di una despedida final a la escuela y me fui.
Seguí riéndome, pero todo se oscureció. Fui atropellada por el mismo vehículo de mis amigos y yo al principio. Era aquel ruido que desconocíamos y que por eso salimos del auto. Fui víctima de un bucle.
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