Penelope.

“A Danai Andreadi, mi Penélope”

11 de Septiembre de 2024

Mi amada Penélope.

Te escribo una historia de amor porque me han dicho recientemente que yo no sé pedir disculpas. De alguna manera no las pido o las pido demasiadas veces. Te escribo una historia de amor que sólo pasa en los dormitorios y pasillos de una Universidad internacional; una historia de amor interoceánica que sólo podría pasar en una facultad. Te escribo una historia de amor entre un soñador ambicioso de un país pequeño y una griega póntica con padres académicos. Te escribo la historia del pequeño costarricense que creció creyendo que San José era enorme y la griega alta que venía de la verdadera metrópolis. Te escribo entonces una historia de amor anómala, que por más narcisista que suene es una historia donde vos y yo somos los protagonistas.

Te escribo esta pequeña historia, a modo anecdótico y epistolar, porque tal vez nunca he sido claro, Penélope. Penélope, amada mía, aunque ya no estés acá conmigo y yo sea el principal partícipe de nuestra separación, vos representás uno de los capítulos más importantes de mi vida. Penélope, vos y sólo vos, a mí tan perdido y confundido como la vida me dejó, me diste el amor de adolescente que soñé a los 14 años, 11 años más tarde. Con vos siendo un año mayor que yo.

Te escribo también en mi lengua materna porque me parece que, si lo hiciera en inglés, la lengua en la que nos comunicábamos empobrecería todo con malos recuerdos. Así que te escribo en español, porque nunca llegamos a tener una conversación en español, aunque vos sabías hablarlo.

¿Te acordás de cómo nos conocimos? En una biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina. Vos estabas usando una sudadera GAP. Íbamos a trabajar haciendo un hackaton. Yo estaba sintiéndome en la cima del mundo porque recién había ganado uno. Yo te pregunté por la cicatriz que tenés en el cuello. No recuerdo bien la respuesta que me diste. Yo estaba con alguien, Annelies, y parece que la mencioné mucho mientras hablábamos del proyecto.

Después tuvimos un silencio. Yo te saludaba si te veía en los pasillos de la facultad o caminando por la ciudad. Interactuabas más seguido con mi amigo John que vivía en la misma residencia que tus amigos.

Me intrigabas, sentía deseo por vos. Ese modo de andar de griega póntica, como si la historia completa caminara con vos. Ese cabello negro que perfectamente te llegaba a la mitad de la espalda y no se despeinaba. Esos ojos cafés oscuro, tu cara perfecta sin granos, tus lunares que me intrigaba contar.

Volví a Costa Rica para terminar mi tesis; saqué a Annelies de mi vida y cuando volví me tomé unas cervezas con Ibaí. Le pregunté por vos, sin saber cómo iba todo a cambiar a partir de un estado de ebriedad. Ibaí me dijo que a pesar de no haber terminado tu maestría habías encontrado un trabajo en Suiza; escribirías tu tesis desde allá. Yo estaba terminando de escribir la mía y haciendo una propuesta Doctoral.

Era junio, hacía demasiado calor. Te envié un mensaje diciendo que siempre me interesaste. Esperaba que nunca contestaras, pero contestaste, al otro día. Me dijiste que estabas en Suiza entonces para verte tenía que ir. En su momento no lo tomé en serio, acababa de salir de una relación y todavía Annelies estaba reciente.

Pasamos a hablarnos de cuando en cuando. Vos fuiste a tu natal Grecia por unos días. Yo tuve un verano entre Mathilde y Femke. Te pensaba, te tenía en mi lista de pendientes, pero empecé a conocer a Femke. Mientras tanto recibí la aprobación para mi doctorado. Días en Bruselas, días en Ámsterdam, días en Rotterdam, días en Lovaina; me mudé a una casa compartida y Femke desapareció. Recuerdo que te preguntaba sobre los incendios y lo que pasaba en Grecia porque salía en los noticieros.

El día que Femke desapareció, decidí comprar los boletos para ir a verte. Sabía que me perdería mi graduación, pero no me importaba porque, la verdad, esos actos me agobian porque son tan familiares y vos sabés que mi familia es increíblemente inconsistente.

John, David, Hendrik y yo cenamos antes de que ellos se fueran. John iba volver a Estados Unidos, Hendrik se quedaba en Bélgica y David se mudaría a París. Te mencioné y John me habló sobre la conversación que alguna vez tuviste entre tragos en la que aceptaste que nunca habías tenido relaciones sexuales.

Me asusté, me asusté porque dormiría en tu casa y no sabía exactamente qué pasaría. No sabía qué esperar, si dormiría con vos o no. Siempre he intentado ser cuidadoso y no cruzar la raya con las conversaciones de tonalidades sexuales. Igualmente el viernes de mi primera semana en el laboratorio donde hice mi doctorado salí. Fui al aeropuerto en Zaventem, tomé el vuelo, después el tren de Ginebra a Lausana. En Lausana te vi en la estación de tren, estabas con unas amigas que se fueron después. Siempre he sido energético entonces me empecé a mover mucho porque estaba nervioso. Fuimos al Great Escape, bar que más tarde se volvió un sitio usual.

Pedimos dos cervezas, hablamos. La conversación no fluía, pero lo intentábamos. Después te pregunté si te podía dar un beso, dijiste sí y nos besamos.

Terminamos nuestras cervezas, fuimos a tu apartamento. Te pedí para ducharme. Me duché y me lavé los dientes. Nos besamos en la cama y te empecé a desvestir. Vos no decías nada y yo empezaba a intentar, te preguntaba si te gustaba… después me viste y dijiste: “Nunca lo he hecho, no sé qué sentir”.

Caí en razón. Era necesario hacer las cosas diferentes. Lo hicimos y tal vez no fue cómodo para los dos, pero pasó. Después intentamos dormir y no podíamos entonces hablábamos de todo y nada. El amanecer empezó a golpear tu ventana y dormimos un poco más. Nos despertó el calor.

De alguna manera, las cosas eran cómodas. Nada era extraño de tu desnudez y parece que de la mía tampoco. Nos vestimos para salir y saliendo te tomé la mano. No sabía qué más hacer. Después me dijiste que no te gustaba mucho mostrar cariño en público, pero no te molestaba tomar la mano.

Fuimos por un café, para mí porque vos no tomás café, y fuimos al supermercado. Caminamos por Lausana tomándonos las manos y yo dándote besos en cada esquina.

Fuimos a la catedral de Lausana, comimos juntos, nos tomábamos copas en alguna terraza. Tomamos el ferry a Evian-les-Bains. Nos montamos a la rueda de chicago. Comimos helados. Me diste un fin de semana en el cielo.

Después volví a Bélgica. Mientras estaba en el avión no hice otra cosa que pensar en vos. Después fue el cumpleaños de mi amigo Andrés y ese fin de semana solo pensaba en estar con vos. Estaba en un festival en Amberes, pero no llegaba a concentrarme en lo que debía. Me dijiste que no estabas enamorada de mí, ni estaba en tus planes enamorarte de mí. Me supuse que había alguien más y empecé a ahogar penas en alcohol.

Un poco desesperado te pregunté si había alguien más y dijiste que no, después te pregunté que si querías ser exclusivos; dijiste que sí y después tus padres fueron a Suiza.

Planeaste un viaje a Bélgica con tus amigas y te recibí en el aeropuerto. Cuando te vi no podía creerlo. Fuimos a mi casa, hicimos el amor; esta vez fue mejor y ambos lo disfrutamos. Te pedí que si podía acompañarte a donde tus amigas estaban porque quería estar minutos extra con vos. Me presentaste a tus amigas griegas. Le pediste a tus amigas griegas que me trajeran un tsoureki y eso abrió un poco mi gusto por las panaderías griegas.

Te quedaste un día con tus amigas durmiendo en el apartamento de tu amiga Penélope en Bruselas. Nos vimos todos los días ese fin de semana a pesar de que vos me aseguraste antes de venir que querías guardar distancia. El sábado yo estaba con Hendrik, Jan y Dries en el Oude Markt y te vi llegar con tus amigas al bar que estaba al frente; había más gente en la mesa pero no recuerdo sus nombres. Te acercaste, saludaste a Hendrik pero no conocías a Jan y Dries entonces te presentaste. Hablamos, te tomaste una cerveza con nosotros y después me dijiste que me acercara al otro lado. Había varias personas también, Spyros nos tomó una foto que le envió más tarde a tu amiga Helena; en la foto te estoy hablando y tenemos las manos entrelazadas. Yo ordené una cerveza en neerlandés y por alguna razón usé la expresión “ja, wel” y después de eso el “ja wel” se transformó en un chiste entre nosotros. A Spyros le causó gracia que yo pudiera hablar neerlandés.

Decidiste dormir domingo y lunes conmigo y volver martes a Lausana. Cuando te fui a buscar el domingo para ayudarte con el equipaje y llevarlo a mi casa me diste una almohada del Principito que compraste en Brujas. Todavía la guardo junto a una foto de nosotros desayunando en la Grand Place. Annelies me escribió ese día para cobrarme algo y mientras tomaba el metro estaba un poco intranquilo. Después llegué a “Au Laboureur”, y olvidé todo lo que me tenía intranquilo. De alguna manera, la aventura había comenzado. Mi teléfono se llenó de fotos de vos, yo buscaba vuelos para verte. A veces vos buscabas vuelos para verme.

Yo, algunos jueves salía del laboratorio directo al aeropuerto. Llegaba siempre tarde. Vos me recibías en el aeropuerto. Cuando vos venías yo te recibía en el aeropuerto y tomaba tu equipaje. La canción “J’attends” de Ben Mazué y Pomme se transformó en algo que frecuentemente escuchaba. Cuando me montaba al avión estaba en un bucle en mi cabeza.

¿Te acordás el día que te despertaste con dolor en la espalda y fuimos a la sala de emergencias? Era uno de los días antes de que yo volviera a Bélgica. Al final pasamos casi todo el día en el hospital. Tenías una infección urinaria, yo hablaba con la doctora y la gente del hospital en francés. Me escribiste para que te comprara algo de comer mientras yo estaba en la sala de espera. Alrededor de las 17:00 salí, fui al Denner, compré dos cervezas y una pizza. Me fui a tu apartamento a comer y más tarde fui cuando saliste del hospital. Hablé con la Doctora porque estaba preocupado de que fuera mi culpa. Curiosamente este es uno de mis recuerdos más preciados con vos. Cuando entramos me preguntaron si íbamos para la sala de maternidad y yo fui muy enfático en que no. Después de eso me imaginé que tal vez algún día iríamos juntos a la sala de maternidad.

Te ofrecieron trabajo a tiempo completo en Lausana. He de decir que al principio me sentía emocionado por vos y la genial oportunidad, pero una parte de mi muy egoísta quería que estuvieras a mi lado. También quería empezar a buscar ganar más dinero porque quería darte más. Quería que saliéramos más, que disfrutáramos más juntos, que más seguido pudiera ver tu mirada al otro lado de la mesa.

Llegó navidad, te mudaste a un nuevo apartamento, fuiste a Grecia y yo estuve bastante sólo. Celebré la navidad y el año nuevo con alguna gente de Costa Rica en países aledaños. Me dio COVID, entonces eso atrasó nuestro próximo encuentro. Pero yo estaba tan enamorado de vos que lo único en mi cabeza eras vos.

Empezamos una aventura en una especie de caída libre controlada. Me encantaba llamarte mi novia. Me encantaba andarte de la mano por todos lados, cantarte canciones de Los Caligaris, darte besos en toda la cara. Soñaba con mudarme a Lausana y despertarme con vos a diario. Verte vestirte para ir al trabajo, tener hijos, tocar guitarra y cantarte. Enseñarles español y griego a los niños, quejarme de la política, viajar a Grecia y Costa Rica como familia.

Al poco tiempo de estar juntos, lo descubrí. Descubrí que eras vos. Teníamos una comunicación increíble, todo te hacía sonreír. Yo me sentía menos gris cuando te veía sonreír. Yo no entendía cómo nadie había notado una persona que brillaba en la oscuridad. Aprendía tanto sobre el amor genuino e inocente de estar al lado tuyo. Te pedía cosas que siempre había querido en una relación y buscabas formas de hacerlo.

Una vez, tomamos un avión sumamente temprano. Hablamos de familias interculturales y con diferentes idiomas. Nunca se me fue de la cabeza después de eso. Después de eso, siempre que tomaba el vuelo temprano nos imaginaba con dos niños, con los ojos oscuros y la piel un poquito bronceada. Corriendo y hablando entre inglés, español y griego.

Recuerdo un domingo que no podías dormir preocupada por tu tesis de maestría. Estabas ansiosa por ello. Caminamos desde Ours hasta Ouchy. Hacía frío. Jugamos con el ajedrez gigante que estaba junto al lago. Me ganaste dos veces. Hablamos y al final tus preocupaciones se disiparon entre el aire un poco alpino. Estábamos sentados frente al lago y mientras te escuchaba me distraía viendo la suciedad de los botes. Creo que esto fue alrededor de abril o marzo. Creo que he perdido un poco de atención a los detalles desde que partiste

Empezaron a surgir un poco de incertidumbres de mi parte. Yo quería estar más cerca de vos y vos no querías que yo tomara decisiones basado en nuestra relación. A veces sentía que me empujabas mucho tu cultura, que me encantaba, pero sentía que yo no lo recibía de vuelta. Salíamos con tus amigos, yo desaparecía de los míos cuando venías a Bélgica. Mis cumpleaños eran con vos y siempre volvíamos temprano a casa, aunque yo quería más fiesta. Me empecé a sentir solo y en mi soledad de achacaba cosas.

A causa de varios problemas caí en una depresión en la que no te quise involucrar. Tuve problemas con mi sexualidad y no quise involucrarte en eso tampoco. Vos actuaste como si nada pasara, pero sabías que algo pasaba. Fuiste mi sostén Penélope. Mi razón para no perder la cabeza. Como te lo dije siempre: You are my sunshine. Tenía tanto miedo de lastimarte que me lastimé solo. Intenté arreglar las cosas asistiendo a la psicóloga de la facultad, pero fue un proceso complicado.

Hicimos un pequeño viaje a Lyon, Grenoble y Annecy. Yo conducía de ciudad a ciudad. Tengo todavía guardadas las fotos Penélope. Ahí conocimos a una pareja de escoceses. La muchacha escocesa te piropeó el vestido que andabas. No la culpo, me encantaba ese vestido también. Angus y yo aún nos tenemos en redes sociales. Después de ese viaje, cuando volvimos a Lausana y días más tarde yo volví a Bélgica, cuando me dirigía a tomar el metro regaste un vaso de agua desde el balcón. Aparentemente era una costumbre griega póntica a los viajeros.

Después conocí a tu familia. Vinieron a tu graduación a Lovaina y estuve muy contento de por fin conocerlos. Entendí un poco más de donde venías. Tenías una historia de amor genial en casa, mamá y papá siempre enamorados; papá esperó a mamá mientras mamá hacía sus estudios doctorales en los Estados Unidos. Era completamente diferente al modelo familiar que alguna vez yo había visto

Llegaron nuestras primeras vacaciones en Grecia y yo las adoré. Hacíamos cosas de diario en Salónica, fuimos a la playa y a una isla pequeña. Eso quería yo, eso para toda mi vida. Me llevabas a comer comida tradicional, me llevaste a la Torre Blanca, comimos en el Makedonia Palace.

De vez en cuando me resentías que yo no sabía reaccionar a tus problemas. Cuando diagnosticaron a tu papá con una enfermedad crónica yo no supe cómo reaccionar ni qué decir. Lo mismo con tu prima que se encontraba en una fase avanzada. Aquí, quisiera defenderme un poco. No fue a propósito que parecía que lo ignorara, es que no sabía qué decir. En momentos así de difíciles las palabras tienden a empobrecer todo. Meses más tarde, en Edessa, lloraste en la entrada del apartamento de tu tía cuando viste a tu prima después de mucho tiempo e hice lo posible por tenerte en mis brazos sin decir nada. Te vi llorar muy pocas veces.

¿Te acordás de cuando fuimos al Jardín de Aywiers? Te prometí que un día tendríamos una casa con jardín. Que iríamos a eventos como la apertura del Jardín de Aywiers a comprar cosas para el jardín. Se siente extraño haber construido un castillo de mentiras.

Planeamos viajar a Costa Rica a visitar a mi familia. Tal vez vos no sabes esto, pero siempre me prometí que, si llevaba a alguien a Costa Rica, esa persona sería mi persona para siempre. Yo vi eso en vos, Penélope, aunque no me creas. Mi familia estaba impresionada por vos. ¿Cómo no estarlo, Penélope? Hacías un esfuerzo increíble por hablarles en español, les sonreías. Cuando lo nuestro se acabó en la mesa familiar de la boda de mi primo materno, Esteban, todos me dijeron que estaban seguros de que vos eras el amor de mi vida. Por mi lado materno de la familia no había mucho qué ahondar aparte de la irracional religiosidad que siguen. Tal vez solo un poco mi mamá y constantemente compararme con mis primos que son ingenieros, médicos o abogados. Porque creo que mi madre no entiende muy bien a qué me dedico. Yo te conté mil veces las emociones negativas que sentía hacia ella.

Tuve que sobrellevar la tragedia de que conocieras a mi familia. Una familia extensa, llena de problemas y diferencias sociales. Mis extrañas relaciones con mis 11 tíos y tías paternos, mis decenas de primos y primas paternos, mi hermana menor María Elena, los discursos de comunista de champagne combinado con mujeriego de mi papá y los celos familiares porque él fue el primero en estudiar en la Universidad. Mi papá te contó alguna vez que mi nombre venía de un patriota y benemérito de la patria costarricense, que por eso yo lo portaba con tanto orgullo; lo cual no es una mentira. Hijos del estado social de derecho costarricense, eso somos aparentemente.Yo, siempre, intentando no ahondar en mis estudios doctorales porque las opiniones fuertes que vienen de una ignorancia que se jacta de ella misma me obstinan.

María Elena más tarde me contó de lo que hablaron la noche de navidad. Le contaste a María Elena las dudas que tenías de tu vida profesional, de por qué te daba miedo no salir bien en la Universidad, de no cumplir las expectativas de tus padres. Alguna vez también me lo dijiste, pero supongo que yo me siento parecido. Alguna vez, entre eso y tus problemas personales con tu imagen física, yo hacía el intento de entender por qué al principio no mostrabas tanto cariño. Penélope, me quiero dar una licencia por la que de antemano pido disculpas. Quiero decirte que eres preciosa, que no importa cómo nos venden la belleza femenina en la televisión porque con vos aprendí que la belleza no se puede medir. Una sonrisa un viernes a las 6 de la tarde no se mide. Penélope, a tu lado aprendí sobre una belleza metafísica inexplicable que la tiendo a relacionar con la paz, el cariño y la estabilidad; compartíamos más que haber hecho los mismos estudios de maestría. Al final casi nunca hablábamos de nuestros trabajos. ¿Por qué le tendré tanto miedo a las cosas que salen bien, Penélope?

Hay una foto de la que nunca me logré deshacer. Sos vos sosteniendo un pequeño pollito en la finca de mis abuelos en Naranjo. Nunca te voy a olvidar caminando por el pasto, feliz, con tu pelo negro en unas trenzas. Fue una navidad increíble, Penélope. Se me hacía gracioso cómo se te hacía difícil lidiar con la altura en el Volcán Irazú, cómo no entendías la importancia de La Virgen de Los Ángeles, cómo la comida te parecía muy pesada. Las playas te parecían diferentes y te agobiaba que en los museos de historia costarricense la historia era muy “europea”.

Los últimos días en Costa Rica, Maria Elena y mi madre me gritaron porque se me olvidó una actividad familiar. Te mantuviste a mi lado mientras a mí se me derretía la cara de la vergüenza. Vos me dabas una familia estable, mi familia no podía ni siquiera fingir estar unida

Después de volver de Costa Rica, tuve que terminar una publicación sobre algunos métodos de optimización que habían dado buenos resultados. Después de eso encontré un apartamento y me mudé a vivir sólo. Mi pequeño estudio de 30 metros cuadrados cerca de Antoine Dansaert.

Meses más tarde celebramos la pascua ortodoxa en Grecia, porque yo tenía curiosidad cultural. Aceptaron mi publicación. La vida iba bien. La comida era increíble, y salvo por la lengua, yo me sentía parte de algo. Tu familia me recibía increíblemente. Buscamos un Airbnb en Atenas, cerca de un apartamento que tus padres tenían en Kolonaki. Fuimos al Acrópolis, a Stavros Niarchos, caminamos por Monastiraki, vimos el Partenón y vimos el cambio de la guardia en el parlamento. Andábamos de la mano, comíamos en lugares increíbles.

¿Lausana tiene cierta aura, sabés? La recuerdo en tonalidades de gris que no logro explicar. No el gris usual bruxellois o antwerpenaar. En este momento la veo probablemente un poco sesgada e idílica. Un gris un poco más alegre, con cierta tonalidad de rosado. Me es difícil explicar la emoción que me genera al verlo. Con sus colinas, donde te imagino caminando viendo al cielo para saber si va a llover. El aire era puro y se podía respirar bien. Como si el “Elle sait déjà qu’entre elle et moi / Plus y a d’espace et moins je respire” de Francis Cabrel hiciera sentido.

Al final representa donde los dos vimos estabilidad, pero vos la tocaste primero. Recuerdo cómo me decías que añorabas tener estabilidad y que la quisiste toda tu vida. Que si tenías hijos no querías imponer metas intelectuales, y siempre teníamos diferencias. No querías más vueltas en la vida, buscabas echar raíces porque cuando eras niña la vida entre Sydney y Urbana-Champagne no te permitió desarrollar el sentimiento de estabilidad de donde vivir. No olvido esos detalles, esas conversaciones, esas emociones que teníamos. Pareciera que el amor y buscar lo mismo no es suficiente para, robándole la frase a Serrat, compartir cama, sueño y macarrones. Yo también estoy cansado de ser un viajero errante, Penélope; aunque siempre terminó siendo mi decisión.

He tenido que parar varias veces escribiendo esto, no he podido hacerlo todo de golpe. He llorado de cuando en cuando, he visto fútbol, he cantado, he escuchado canciones sobre corazones rotos y como de costumbre he visto al techo con cara de tonto; al estilo de Nacho Vegas distráyendome en que debería llamar a alguien para que arregle la mancha de humedad. Escribirte esta carta ha sido una aventura que no esperaba hacer y ha durado varios días.

¿Alguna vez has escuchado la canción Las Cuatro y Diez de Luis Eduardo Aute? Siempre te recuerdo cuando la escucho por esta frase: “¿Oiga me trae la cuenta? / Calla que fui yo quien te invito a comer”. No tengo ni idea de por qué. Pero si nos casábamos planeaba aprenderla en piano y cantártela cuando cumplieras 50 años.

Al tiempo mis problemas personales empezaron a permear la frágil bola de cristal que era nuestro amor. Con un mínimo soplido se podía caer de donde estaba, y contrario al Principito yo no tenía ningún biombo. Sí, El Principito tenía una rosa y yo una bola de cristal, no se me ocurría otra comparación. Mi papá y su extraña relación con su nueva amante junto con los problemas que empezábamos a acarrear. ¿Te acordás de la discusión complicada con mi papá en Ginebra?

Empezaste a caer en cuenta de mi relación complicada con el alcohol; yo ya lo sabía, pero no sabía cómo buscar ayuda. Mis ecuaciones del efecto de wake no parecían tener mucho futuro tampoco y yo empecé a notarme estresado. Constantemente sonaba mi celular con alertas de Slurm y yo sacaba mi laptop para arreglar el código de Python. No lográbamos conectar cuando teníamos llamadas, te extrañaba terriblemente y nuestra vida sexual fue en declive. Hay días que me culpo, y tal vez en algún momento intenté cambiar la responsabilidad y hacer parecer que eras vos la responsable. Pero no puedo, no puedo responsabilizarte de mis malas decisiones.

Cuando celebramos mi cumpleaños 27 en agosto estaba convencido de que vos eras el amor de mi vida. A pesar de que me sentí un poco solo después de celebrarlo, yo quería fiesta y vos tenías dolor de cabeza. Sin embargo, te veía y no me imaginaba tomando la mano de alguien más. Lo celebré en Suiza con vos. En el tren de camino al aeropuerto de Ginebra lloré un poco porque ya no quería estar lejos de vos. Me prometí constantemente que al cumplir 28 años iba dejar de consumir tanto alcohol, iba estabilizar mi vida, para el septiembre después de mi cumpleaños pedirte matrimonio. ¿Eso no lo sabés, verdad, Penélope?

Vos fuiste a Grecia un par de semanas después, yo en Bélgica tenía que resolver cosas de mi doctorado y nos veríamos hasta mitad de Setiembre. Yo no estaba bien después de lo de mi padre y estaba dando vueltas alrededor de estimaciones y optimizaciones gaussianas. Un día me emborraché con mi amigo Donald, y en esa fiesta conocí a Elodie. Elodie me hizo perder la cabeza, de una manera que no sé describir. Yo nunca supe manejar la situación y resquebrajé todo. No me imagino las emociones por las que pudiste pasar al enterarte. Empecé a tener crisis existenciales porque me sentía tan lejos de casa; Elodie me ofrecía el mundo y vos te aparecías de cuando en cuando. Al principio todo parecía inocente, nada estaba mal hasta que hubiera un roce físico. La soledad es mala consejera, Penélope.

No voy a entrar en detalles sobre Elodie. No es el tema que quiero tocar en este momento.

A pesar de todo, yo no he dejado de amarte Penelope. La seguridad de tus brazos, tu cabellera larga, tus modos griegos. Yo maté nuestro amor a mano armada y me hice el desentendido. Hay esquinas de Lovaina y Bruselas embrujadas por tu fantasma, no he podido volver a Grecia y en este momento estoy sentado en el aeropuerto de Zürich con un tiquete a Costa Rica esperando que de alguna ridícula manera telepática vos entrés. Espero porque voy a una boda a la que, en teoría, iríamos juntos. ¿Cómo ignorar esta entrañable nostalgia de nuestros planes? ¿Cómo olvidar las pecas que se te hacían después de broncearte? Todavía mantengo la cuenta de los lunares de tu espalda. ¿Todavía tenés la misma cantidad de lunares? ¿O cambió este verano? ¿Cómo no extrañar tus anteojos sobre mi mesa de noche?

No quedó nada más que fantasmas. Fantasmas que me dan un nudo en la garganta cuando me mencionan tu nombre. Fantasmas de mi celular viejo plagado de fotos de vos. Fantasmas de tu sonrisa, fantasmas del vestido azul con ciertas texturas en el que te veías preciosa. Fantasmas de nosotros caminando tomados de la mano en Lyon. Fantasmas de vos caminando por San José, fantasmas de vos paseándote por la finca de mis abuelos en Naranjo. Fantasmas que de alguna forma u otra se presentan en mi cabeza en una especie de extraña superposición de espacios vectoriales. Fantasmas de cuando no entendías cómo programar algo y yo lo programaba. Fantasmas de alguien que me acompañaba y entendía cuando empezaba a escribir un sistema de ecuaciones diferenciales parciales.

No hubo nada que conmemore mi primer amor de adolescente. No hubo nada que conmemore la onomatopeya que hacías cuando te soltaba el abrazo y querías más. Nada que conmemore la cara de sorpresa que hacías cuando venía y te daba abrazos. Nada que conmemore las sonrisas cuando te veía en el aeropuerto en Zaventem. ¿Cómo cargar con la culpa de ser el primero en lastimar emocionalmente a alguien? Actuando como si fuera un derecho de nacimiento porque mamá y papá no me quisieron lo suficiente.

¿Qué hago con el conocimiento de dos aeropuertos como la palma de mi mano? ¿Dónde meto todo lo que aprendí de cómo moverme en Lausana? ¿Qué hago con todo lo que aprendí de Grecia? ¿Cómo cambiar cómo se ve mi apartamento, si todo lo pensé para vos? ¿Qué pasa si te vuelvo a ver de frente? ¿Cómo no recordarte cuando paso frente a la iglesia ortodoxa en Bruselas? ¿Cómo volver a Lyon, cuando nos prometimos volver juntos? ¿Cómo no pensarte cuando el Panathinaikos juega? ¿En dónde encuentro la ternura y paz de tu pecho y tus brazos? ¿Cómo no llorar en el metro cuando alguien se sube con el mismo perfume que usabas de Pull&Bear?

Hace casi un año que no estás. Quisiera poder decir que no te extraño. Contigo van dos años de mi vida, mi relación más larga, mis sueños de la treintena estable, mis sueños de tener la familia que yo no pude tener. Quisiera poder decirte que la carta que me escribiste no es una constante lectura en mi escritorio en la Universidad. Cuando las cosas van mal, la leo a pesar de que dice cosas que no me gusta leer. Porque es un vestigio de vos, porque son las últimas palabras que me dirigiste. A veces me cuestiono por qué no ataqué los problemas a tiempo. Tal vez seguirías aquí. Tus besos sabían a un hogar, y yo como siempre, huí de casa. Todas las experiencias con vos tienen sabor a café recién chorreado los domingos en la mañana, a cenas familiares, a pan con queso, a vino en el refrigerador. Tus brazos se sentían como el desorden de la oficina después del teletrabajo, como la cocina sucia después de hacer lasagna, como una siesta en la terraza abrazados el domingo a las 3 de la tarde y como una cerveza fría antes del almuerzo. El sexo contigo se sentía como la caricia al despertarse, como cambiar la ropa de cama, como comprar pijamas juntos y como ir al supermercado antes del desayuno.

Hay días que te imagino esperándome en la entrada de mi apartamento, me abrazas, lloramos y tenemos una conversación increíblemente complicada. Te quiero escuchar, te quiero ver, te quiero abrazar. Sos vos en quién pienso en los momentos difíciles, sos vos a quién he idealizado y he puesto en un pedestal. Ayer te soñé mientras dormía con alguien más, me hablabas y hacías gestos usuales. Existe la posibilidad de que muchos recuerdos que tengo se hayan falseado porque después de vos las cosas empezaron a salir mal. O tal vez ya venían mal. No sé qué voy a hacer el día que vos estés con alguien más, el día que por nuestros amigos en común sepa que te casaste con alguien que no soy yo. ¿Será que yo tendré el valor de volver a ver a alguien más como te vi a vos? Probablemente ya ni siquiera seamos un vestigio de quién éramos cuando nuestro amor florecía. No he podido volver a ver los colores que veía cuando reías sin parar en la cama cuando te hacía cosquillas.

Yo tenía todo listo para verte. Había tiquetes de avión a Suiza y a Grecia. No fui. No dije adiós propiamente. En algún momento me ofreciste perdonarme pero yo titubié. En mi cabeza no estaba seguro si llegaría a equivocarme de nuevo. No sé cómo explicarte lo que sentí en ese momento, Penélope. De alguna manera u otra sabía que sí iba y hacía la despedida correctamente, no nos íbamos a despedir. Discúlpame por no hacer las cosas apropiadamente, creí que era lo más responsable en el momento. Perdón por la incapacidad de ser más empático, perdón por no preguntarte más cómo te sentías. Me absorbí pensando sólo en mi y olvidé completamente que estabas, que también soñabas, que también querías construir. Se me olvidó por un momento que mis acciones podían implicarte directamente. No existen palabras suficientes en ningún idioma para la disculpa que tengo que pedir.

En la carta que guardo en mi escritorio me reclamaste que te hice bombardeo de amor. Penélope, jamás fue mi intención. Yo jamás tuve la intención de manipularte, de lastimarte o de hacerte sentir mal. Intenté ser responsable, lo hice mal, pero hice lo posible. Estoy asustado, Penélope. Tengo miedo de nunca mejorar, de nunca lograrlo, de que no haya solución para el tormento dentro de mi cabeza que vos viste. Ya no quiero viajar más, ya no quiero más aviones, ya no quiero más trenes, ya no quiero más relaciones casuales. A veces ya no quiero ser yo. Nunca te lo dije, pero tengo dentro de mí un anhelo impresionante de ser normal; yo quiero ser normal y sentirme especial porque alguien me ama. A veces quisiera volver a Costa Rica y dejar de perseguir estas fantasías académicas que parecen fútiles desde que te fuiste. Tal vez necesito tu consejo una última vez. Que irónico porque en algún momento no lo quise. De nuevo, al estilo de Nacho Vegas, para este horror no hay literatura; no hay personaje literario ni poemas explicando lo que me pasa.

Hace unas semanas vi que Anastasia puso una historia en Instagram con vos. Estabas en Bruselas o Lovaina, no sé. Pensé en sacar mi bicicleta e ir a buscarte. Pero estoy intentando no parecer desesperado, estoy haciendo lo posible por mantener la distancia que me pediste. Aunque a veces cuando se me pasan los tragos intento llamarte pero nunca hay respuesta. Te voy a ser sincero, he estado intentando evitar a Anastasia, porque me veo fatal físicamente; me han salido muchas canas y se me nota el estrés en la cara, cada día me parezco más a mi papá. También estoy saliendo con alguien y no quiero que nadie te hable. No es tan difícil evitarla dado que yo me he acostumbrado a una vida más local mientras ella siempre está alrededor de griegos. Al final no sé cómo reaccionaré cuando alguno de tus amigos y yo estemos en el mismo lugar. También he visto a Jasmien cuando salgo a correr en mi vecindario porque creo que su trabajo está cerca de mi apartamento. Ni siquiera sé qué decir porque tengo miedo de que cualquier cosa que diga si los encuentro suene a manipulación o a que busco que vuelvas.

Al final, sobre-escribiste todos mis antiguos amores y aventuras. Porque ya no recuerdo las antiguas aventuras a los 17 años, cuando los gradientes parecían cosas sumamente ajenas. Ahora esos tiempos de jugar al explorador besándose con cualquiera alrededor del campus parecen tan ajenos. Lo único que recuerdo es que te esperé, te soñé y llegaste. Al final también te dejé ir. Pareciera entonces que tu fantasma también ronda el edificio de Física-Matemática de la Universidad de Costa Rica porque tengo miedo de volver. ¿Te acordas cuando caminamos cerca y te conté cómo me sentía más cómodo en el campus que en casa? Mis profesores siempre decían que la mayoría de los que seguían estudios en el extranjero se quedaba en otros países enamorados. Yo juré que vos ibas a ser mi razón.

Te tengo una pregunta. Tal vez no es necesario que la respondás. Solo quiero hacerla. ¿Si todo empezara de cero, lo volverías a hacer? ¿Volverías a nuestra caída libre controlada? Porque yo sí, además haría varias cosas diferente. Si supiera que vos estás en el camino, guardaría tantas primeras veces para que fueran con vos. Evitaría situaciones que llegué a acarrear, heridas que no sanaron y que dejé sangrar encima tuyo.

Intento, aferrándome a mi buena memoria recordar el día que supe por primera vez que me amabas. Han pasado tantas cosas en el camino, que no logro recordarlo. Pero sí recuerdo otros momentos donde supe que me amabas. En nuestro viaje a Atenas, cuando vi que te sabías de memoria todas las canciones de Los Caligaris que te había enviado lo noté. Me gustó, me sentí amado. Ah, Penélope, como quisiera poder escuchar tu historia aunque no me guste y yo sea el villano; como quisiera saber qué sentiste o qué sentís y dejar de sentirme tan ajeno. Como quisiera ser yo quién cargaba el dolor de cuando nos separamos en lugar de vos, vos no tenías por qué sentir un corazón roto así. Como quisiera saber el detalle necesario para que un día me contestes cuando te llamo; porque te quiero escuchar, te quiero mirar a los ojos y te quiero abrazar, aunque sea por una última vez.

Despite the fact that I, earlier in the letter, decided to stick to my native language; I want to make some last remarks in the language we used to communicate. Hope it doesn’t defeat its purpose. Penelope, I just desperately one last time will ask you to not forget me. I know it sounds narcissistic and self-involved, but I have heard this song from Keaton Henson that said that if you must die, sweetheart die knowing your life was my life’s best part. It might be early to fully state something that big, but I feel that way right now. So, please, remember me because I will always remember you. I hope my memory keeps being as good as it is, so I can keep cherishing every moment we spent together. I know you won’t come back, you won’t be my honeypie anymore. I don’t blame you, this streamline of bad decisions is not your fault and quite frankly there was no reason for you to get involved in it. They say the first thing you forget about someone is their voice, right now it seems about right since your absence is a constant white noise that some days doesn’t let me sleep while I try to allocate your voice in it. I know we’ve changed, and because of social media I know you are happy. Your happiness brings me some consolation, overall, since at some point the guilt became unbearable. You once asked me how I could be so fine after our separation; I wasn’t. I took bad advice and I was detached. I had the desire to be able to, throughout this letter, be less self-centered and speak more about you. Reading passage through passage, I noticed I’ve mostly spoken from my perspective; I still have a lot to learn.

The process of writing my doctoral thesis brought the necessity of acknowledging people in the preface. I, somehow, wanted to acknowledge you and your parents because you made me feel as part of something. I can’t find the word to use for what that something is, but it is something. I know you’re not involved in Computational Fluid Dynamics, nor is your interest, but you were always a very talented mathematician so I am sure you’ll understand everything. If you ever, by chance, find my Doctoral thesis and read the acknowledgements know there are two parts for you and your parents:

“There are people I want to acknowledge overtly, and some others who I will acknowledge a bit more covertly”

And also:

“So, as a concluding note, to the ones I mentioned and the ones that words did not permit me: This work is for you.”

Aquí concluyo mi intento de pedir perdón, Penélope.

Al estilo de Fidel Gamboa y Malpaís, rememorando mis raíces costarricenses. “Años después tus ojos tu color/Una historia que no aprendí a contar”. Tal vez tengo que buscarte más al norte del recuerdo porque ya no estás.

Espero que no sea un inconveniente. Te extraño matia mou.

Un abrazo;

Manuel

Pd: Te dejo una canción que he escuchado en bucle desde que empecé la carta

Pick it up, pick it all up

And start again

You’ve got a second chance

You could go home

Escape it all, it’s just irrelevant

It’s just medicine

It’s just medicine

You could still be, what you want to

What you said you were, when I met you

You’ve got a warm heart

You’ve got a beautiful brain

But it’s disintegrating

From all the medicine (ooh)

From all the medicine (ooh-ooh)

From all the medicine (ah-ah-ahh)

Medicine

You could still be what you want to be

What you said you were when you met me

You could still be what you want to

What you said you were when I met you

When you met me and when I met you

You, you

You, you

You, you

You, you

17 of September of 2024

Dear Manuel.

It has been a year. There is no animosity anymore. I just don’t have anything to say to you, nor do I need to hear anything from you. I get that you feel guilty, but that’s something you’ll have to work out by yourself instead of coming and trying to talk to me. I am happy, I hope you are too and that’s it. There’s nothing else to say.

Regards,

Penelope

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