En el capítulo anterior Max se infiltró en el depósito siniestro para rescatar su computadora.
Lo hizo gracias a su habilidad de volverse invisible, pero esta habilidad le funcionaba de manera inestable así que caminó algunos pasos y se volvió visible otra vez, justo en el momento en que estaba cara a cara con uno de los vigilantes armados que custodiaban el lugar.
CAPÍTULO DIEZ: MI NOMBRE ES FOC
–¿Quién rayos eres tú? ¿Qué haces aquí? –exigió saber intimidante EL malhechor–. Somos hombres rudos, temibles, violentos, despiadados, ¿qué no ves? Somos crueles, delincuenciales. No tenemos compasión con nuestros enemigos. No debes estar aquí, este no es lugar para niños.
El hombre calzaba en su hombro una especie de metralleta y vestía ropa sucia. Su remera sin mangas gris agujereada a propósito dejaba ver algo de su cuidada figura pero también de su descuidada higiene.
El hombre mordía con la parte derecha de la boca una rama seca con la que intentaba lucir más rústico y temible.
–Conozco lo peor del infierno, enano. No le temo a nada, niño. Te juro que si no te vas de aquí ahora mismo…
–Bueno… yo… eh, de hecho, digamos, este… la cosa es…
¡Y se volvió invisible de repente! Pero la computadora no.
El guardián del lugar se asombró infinitamente y gritó:
–¡¡¡UN FANTASMAAA!!!
Y empezó a disparar su metralleta en todas las direcciones sin ningún control ni criterio.
Al escuchar esto, el pánico se expandió por el lugar y pronto todos los guardias del depósito gritaban:
–¡¡¡UN FANTASMA!!! ¡¡¡UN FANTASMA!!! ¡¡¡UN FANTASMA!!!
¡Y mientras exclamaban esto disparaban también sus armas en cualquier sentido!
Y cuando se quedaban sin municiones, cosa que pasaba pronto, corrían despavoridos de forma caótica sin saber si quiera hacia dónde ir.
Algunos atravesaban las ventanas de un salto y rompían los vidrios con sus cabezas para abandonar el lugar desesperados. Otros salían por la entrada y desaparecían de la vista en la oscuridad. Otros abandonaban cualquier decoro hacían y cuerpo a tierra o se ponían en posición fetal ocultos entre los árboles o incluso se abrazaban y se protegían instintivamente entre sí.
Incluso algunos rezaban en diferentes maneras e idiomas de manera cíclica, frenética e incomprensible.
Ellos rezaban cosas como:
–¡¡¡Santa cielos que estás en lo nuestro padrificado sea ese nombre!!! ¡¡¡Dios me salve, podría, llena él es democracia por los siglos de los siglos!!!
Y cosas así.
Ni los espíritus podrían haber entendido qué era lo que pedían en su oración.
El guardia que se había encontrado cara a cara con Max, en un estado de completo susto, shock psicológico y acción refleja sin razonamiento, le quitó la computadora de sus manos a Max y salió a correr.
Lo hizo a una velocidad realmente inesperada, ya que no se hubiera prejuzgado a ese hombre como alguien capaz de correr a esa velocidad. Él simplemente tomó el equipo y huyó. Corrió hacia la salida.
A pesar de que los altos portones se encontraban bien cerrados, el hombre trepó sobre ellos y saltó del otro lado para alcanzar la calle y seguir corriendo como si lo persiguiera el mismísimo payaso asesino, aún con la computadora de Max, el ángel, en sus manos.
Max, el ángel, no podía creer lo que estaba sucediendo pero lo peor de todo era que el hombre enajenado aquel escapaba con su bendita computadora. ¡Estaba a punto de perderla otra vez!
(No lo permitiré, maldito parásito. ¡No te dejaré escapar!)
–¡¡¡Voy tras de ti!!!
Max empezó a correr también y se produjo una persecución a pie por las calles con el hombre por delante gritando “¡El fantasma! ¡Me persigue el fantasma!” y con Max, el ángel apresurando los pasos de sus patitas para no perderle pisada.
Sin embargo, a cierta distancia, el extraño desconocido que espiaba a Max desde hacía rato continuaba observándolo.
Después de ver que la persecución no llevaba a ningún lado, sino que ambos personajes se la pasaban dando vueltas en círculo por las calles si lograr ninguna definición, decidió intervenir.
–¡¡¡Auxilio!!! ¡¡¡Ahora me persiguen dos fantasmas!!!
El hombre enajenado de pronto abrió una puerta e ingresó a una casa. Allí encontró un refugio temporal.
Max, el ángel, se detuvo frente a la casa decidido a ingresar también, pero antes increpó a su perseguidor.
–¿Y tú quién rayos eres y por qué estás siguiéndome desde hoy? ¿Qué te pasa?
Al mirarlo, notó que este ser no era una persona normal sino una criatura de una estatura aun menor que la suya, que flotaba aproximadamente medio metro del suelo y que relumbraba con una luz cálida.
Max lo miró con sorpresa.
–¡Guau! ¿Qué eres? ¿Eres un ángel en miniatura o algo así? Porque no pareces una persona de aquí… Digo, sin ofender, no es que juzgue tu apariencia, sino que… me refiero a que… No había visto a alguien como tú.
El pequeño ser tenía la mirada exaltada y sonreía.
–¡Buenas tardes, señor, es un honor conocerlo!
–Sí, lo mismo digo, hermano, qué onda. Mi nombre es Max. Soy Max, el ángel.
Al presentarse se paró de frente apoyando sus puños en la cintura.
–¡Mucho gusto, señor! ¡Lo conozco! Sé que usted es Max, el ángel y es un honor para mí estar aquí para servir junto a usted.
–¿Quién eres?
–Mi nombre es Foc, señor. Dado lo que pasó, estoy aquí para servir junto a usted.
–Gracias, Foc, te lo agradezco, es muy amable de tu parte, pero no sé en qué me podrías…
–Soy un espíritu en formación, señor. Estoy a sus órdenes.
–¿¡Un espíritu!? ¿Eres un ángel, como yo?
–Todavía no, señor. Soy un espíritu en formación. Como he perdido toda comunicación con la base, he dejado de recibir órdenes y debo apegarme al Reglamento. Estoy aquí para servir junto a usted, señor.
–Y… ¿ese “Reglamento” dice que tienes que trabajar junto a mí?
–No, señor. El Reglamento General de los Ángeles dice, en su artículo 53112, que en caso de ocurrir una anomalía que nos impida seguir los planes de acción habituales debemos buscar la instrucción de aquel que nos precede en el rango espiritual. Ese es usted, señor. Por eso estoy aquí para servir con usted.
–¿Cómo? ¿Estás diciendo que perdiste toda comunicación con la base y que no sabes qué hacer aquí en este mundo?
–¡Exactamente, señor! La anomalía comenzó hace 375 horas con algunos minutos. Se ha perdido toda comunicación.
–Ah… entiendo… Entonces, ¿te quedaste sin órdenes y tuviste que buscar a tu inmediato superior más cercano y ese soy yo?
–¡Eso es correcto, señor! ¡Debo servir junto a usted, de acuerdo a lo que establece el Reglamento, señor!
–Pues, verás… Yo…
(Yo tampoco tengo idea de qué rayos está sucediendo. Grandioso líder te has buscado, pequeño Foc. Sin embargo, es bueno hacer equipo con alguien. Tal vez él me pueda ayudar. Podría saber algunas cosas que yo no sé)
–Yo… Estoy en medio de una tarea, pequeño asistente Foc.
–¡Excelente, señor! ¿Qué debemos hacer?
–Pues, ¿has visto que yo perseguí a un tipo que se escondió en esa casa de ahí?
–En efecto, señor, ¡lo he visto todo!
–Bueno, muy bien, ese hombre se robó… MI COMPUTADORA. Necesito recuperarla así que pensaba ingresar a esa casa y decir…
–¡Eso no será ningún problema, señor! ¡Autoríceme a actuar y traeré su computadora enseguida, señor!
–¿Podrás hacer eso? Ten cuidado, porque se trata de una persona peligrosa, no subestimes su peligrosidad…
–¡Es usted muy amable, señor! ¡Pero no se preocupe por mí, señor! ¡Como Ánima Ayudante es mi deber estar a su servicio en este momento, de acuerdo a lo establecido por el Reglamento General de los Ángeles en…
–Sí, sí, en el artículo 50 mil no sé cuánto, está bien. Veo que eres muy responsable. ¡Serás un gran ayudante! ¿Quieres acompañarme allí? Recuperaremos la computadora y…
–¡No hará falta, señor! ¡Si usted lo autoriza, podré hacerlo yo!
–¿Estás seguro de eso, Foc?
–¡Por supuesto que sí, señor! ¡Lo haré! ¡Ingresaré a ese lugar, aniquilaré a todos y traeré su computadora enseguida, señor!
–Bueno, eso me parece muy ¿QUÉ? ¿Qué dijiste que harás?
–¡Aniquilaré a cualquier ser viviente allí y traeré su computadora enseguida, señor! ¡Solo tiene que autorizarme y lo haré!
–¿¿¿Qué dices??? ¡¡¡Por supuesto que no!!! ¿Cómo vamos a asesinar a las personas de esa casa? ¡Tiene que haber otra forma de recuperar ese equipo! ¡No podemos estar asesinando personas ni seres vivos solo así!
–¡Lo entiendo, señor! ¡Es usted un verdadero ángel, señor! ¡Aún estoy muy lejos de ser como usted, pero algún día me gustaría ser un ángel tan valeroso, señor!
–¿Valeroso?
–¡Sí, señor! ¡Si me permite decirlo, señor, usted no pierde la calma ni deja de tener compasión por los seres humanos, incluso en una situación de crisis como la que estamos atravesando, señor! ¡Ese ser humano robó su computadora y violó las leyes de la Ciudad del Cielo, pero aun así usted se rehúsa a castigarlo con fuerza letal! ¡Es usted admirable, señor! ¡Por eso usted es un ángel y yo apenas su Ánima Ayudante, señor!
¡Es un honor para mí ser su Ayudante, señor!
–Te agradezco las amables palabras, estimado Foc, pero intentemos resolver esto sin tener que asesinar, ¿está bien?
–¡Por supuesto, señor! ¡Haremos todo según sus términos! ¡Estoy aquí para ayudarlo, señor!
–¡Bien! ¡Actuemos de forma civilizada, Ayudante Foc! Escúchame bien, haremos esto: golpearemos la puerta, hablaremos con las personas en esa casa, llegaremos a un acuerdo y saldremos de ahí sin que nadie salga lastimado. Me estás entendiendo, ¿verdad?
–¡Por supuesto, señor! ¡Nadie será lastimado ni aplicaremos fuerza letal! A menos que usted lo autorice.
–¡¡¡No lo autorizo!!! Repito: no lo au-to-ri-zo.
–¡Entendido, señor!
Max, el ángel y el Asistente Foc llamaron a la puerta de la casa pero nadie salió. Max, entonces, decidió abrir la puerta y entrar.
Allí dentro no encontró a nadie, pero al llegar al fondo descubrió que la puerta trasera estaba abierta. El ladrón había escapado por ahí.
–¡¡¡Mierda, se escapó!!!
–¡Podemos encontrarlo con bastante facilidad, señor! ¡Si utiliza el Mapa Místico, conocerá la ubicación de la computadora enseguida, señor!
–¡¡¡Es cierto!!! ¡¡¡Hagamos eso!!!
Y utilizaron el Mapa Místico para revelar la ubicación de la computadora, que se encontraba muy cerca de ahí, así que pronto llegaron al lugar indicado.
Un vendedor de empanadas trabajaba en el lugar.
–¿Una empanada, jóvenes?
–Sabemos que usted esconde algo allí.
Y es que efectivamente el ladrón de la computadora se encontraba oculto, agachado junto al hombre de las empanadas.
–¡Sabemos que la computadora está aquí! ¡Basta de correr! ¡Entrégala!
–Señor, si esta situación se prolonga podemos acribillar a estos sujetos y tomar el equipo.
–¡Que no! ¡Ya te dije que no haremos eso! ¡Y tú, sal de ahí de una maldita vez!
Y el ladrón salió de su escondite totalmente pálido y agotado.
–Pe… pe… perdóname. Aquí tienes, aquí tienes tu computadora, amigo, aquí la tienes, per… perdóname…
–¡Serás castigado con la pena del Fuego Lacerante!
–¡No, Foc, tranquilo! Ningún fuego lacerante, eso no será necesario.
Solo quiero decirte, amigo, que has actuado muy mal. No deberías robar las cosas de los demás. Tampoco deberías ser tan violento, ni cargar metralletas ni meterte a esas pandillas peligrosas. De ahora en adelante debes llevar una vida honesta y positiva para tu sociedad, ¿está bien?
–Sí… sí, sí, sí, señor fantasma, está bien. Desde ahora haré de esta ciudad un lugar mejor, seré honesto y honrado, señor… perdóneme, perdóneme. ¡Todo eso ha sido culpa mía, perdóneme!
Y el hombre lloró en el lugar.
–Está bien, muchacho, solo compórtate y haz cosas buenas por los demás. Sé una buena persona y…
En ese momento, Max, el ángel experimentó una alucinante sensación. Era como si una fuente de información infinita le ofreciera nuevas palabras y cosas para decir.
–Sé una buena persona y… Cuida mucho a tu esposa y a tu hijo. Ellos te necesitan. Y lo mejor es que seas un hombre valeroso que siempre apoye a su familia. ¿Me has entendido?
–¡¡¡Sí, por supuesto, señor fantasma!!! ¡¡¡Usted tiene razón!!! ¡¡¡Desde ahora seré mucho mejor, se lo juro!!! ¡¡¡Muchas gracias por sus palabras señor fantasma!!! ¡¡¡Muchas gracias!!!– dijo entre llantos y congojas muy agitadas.
Max, el ángel y el Asistente Foc se retiraron con la computadora en su poder y buscaron un sitio tranquilo donde pudieran utilizarla e ingresar al Sistema para arreglar todo este gran problema.
–¡Señor, lo que hizo hoy ha sido espectacular! ¡Ha recuperado su computadora y ha corregido la conducta de ese ser humano sin tener que recurrir a la fuerza ni a la aniquilación! ¡Es usted un verdadero ángel, señor! ¡Es un honor para mí! ¡Aprenderé todo lo que pueda de usted, señor!
¡ESTE FUE EL CAPÍTULO DE MAX EL ÁNGEL DE HOY!
¡Sigamos adelante con Max, el ángel, en el siguiente capítulo!
MAX EL ÁNGEL TENDRÁ UNA PEQUEÑA PAUSA PARA PREPARAR LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS.
MIENTRAS TANTO PUEDEN CONOCER OTROS CUENTOS Y RELATOS
EN MI INSTAGRAM: @SEBAS.AUTOR
¡HOLA!
Soy Sebastián Araujo, autor de “Max el ángel”.
Escribo ficción y fantasía y ya he publicado mis primeros libros
de relatos fantásticos.
¡Mi meta es crear una SAGA, un UNIVERSO NARRATIVO FANTÁSTICO!
Allá vamos, ¡¡¡a la aventura!!!
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¿Te gustaría comunicarte? Mi correo es sebasautor@gmail.com
¡GRACIAS Y QUE TENGAS UN DÍA FANTÁSTICO!
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