El extraño caso de la obra que no existía 
En el día a día era posible recrearse en lo que iba adquiriendo. Fácil al principio, más rebuscado a medida que pasaba el tiempo. Con su veta de ficción, pudo comprobar que las palabras son crueles aliadas, hechizos que estigmatizan lo que buscamos con avidez hasta hacerlo parecer inalcanzable y tedioso.
Miraba por su ventana de forja y cristal viejo. El aroma de la calle ascendía con un particular ritmo diario. Por las mañanas, el café y la humedad de la calle recién regada se mezclaban con diversos olores de las casas vecinales. Por la tarde era el ozono. Por la noche, la vegetación impedía todo lo demás.
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