El trabajo de campo me hace ser más humana, más auténtica, más atrevida. Ser encuestadora es una tarea laboriosa pero satisfactoria, el contacto con la gente me atrapa y en los breves momentos me pongo a suponer sus vidas.
Ver a la gente a través de la lupa de la encuesta y de los saberes políticos mexicanos, me doy cuenta de cuanta falta nos hace politizarnos desde fronteras claras y cercanas, no desde las que la modernidad y los medios de comunicación anuncian y venden cada año electoral.
Poca gente esta consciente del poder de lo común, de las redes de apoyo y de la solidaridad y trabajo humano, pocas mentes están posicionadas desde el actuar y la organización social, no todos están esperando a que algún candidato los salve, realmente están ocupándose por organizarse o mínimo han comenzado a poner en tela de juicio las “verdades” con las que se han guiado para votar.
Me pregunto ¿por qué es tan importante para los partidos políticos contar a los posibles votantes? ¿por qué les interesan esos temas específicos sobre la comunidad? ¿Realmente los votos cuentan?
En lo personal tratar de responder estas preguntas, me lleva a un conflicto personal con la “política tradicional” del país, pues los procesos electorales me parecen procesos manipulados y ordenados de tal manera que los candidatos o candidatas elegidos por la clase política queden acomodados de tal manera que el triunfo sea inminente y se justifique con las votaciones.
Las campañas políticas están diseñadas para crear estos efectos que acompañen los procesos electorales, a mi visión son solo shows socioemocionales donde se manipulan los sentipensares de la comunidad de tal forma que respondan al discurso del candidato o candidata, de forma positiva, se hacen seguidores o creyentes del contenido al que son expuestos.
Sin pensar si en verdad esas “propuestas” responden a las necesidades y deseos de la comunidad, se dejan llevar por promesas y souvenirs que son desechables. Esta política tradicional ya me tiene harta, aparte de que para mí es una abofeteada a la democracia, me hace sentir la ignorancia del resto de la comunidad, me hacen sentir vergüenza ajena de los discursos tan vacíos que proclaman, sigo sin creer que aún existan mentes que si crean todo lo que les dicen.
Esta idea falsa de la política nos está matando, nos está quitando la esperanza de las manos, nuestras ganas por organizarnos siguen desapareciendo, al parecer solo importa lo que unos cuantos nos puedan dar a cambio de un voto, que honestamente sigo insegura sea verdaderamente relevante para elegir los cargos públicos de nuestrxs “representantes”.
Pero la idea de cambiar esta política, al menos para mí, significa hacer las cosas diferentes.
Pensarnos desde la organización y la cooperación es fundamental para cualquier modelo de civilización.
En ese sentido, deberíamos estar pensando ¿de qué manera podemos relacionarnos de manera más pacífica y ordenada?
¿De qué forma podemos cambiar los discursos y contenidos a los que estamos expuestos?, crear nuestros propios discursos, encontrar voces que resuenen con las nuestras.
¿Cómo trazar las rutas para la solución de conflictos y el establecimiento de acuerdos sociales, políticos, económicos y culturales?, que permitan la sana convivencia.
Seamos nuestros propios representantes, que nuestras palabras coincidan con nuestros actos, que nuestros actos y trabajo hablen por nosotros.
Y en ese punto de interdependencia ahí donde compartimos lo común, actuar desde nuestra colectividad acompañando al otro en el mismo proceso, compartiendo la política y la vida.
Sólo así seremos LIBRES, SOBERANOS Y HONORABLES.
A. Monserrat Ramírez
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