Yo: – Mamá (respiro profundamente) … – tengo algo que confesarte…
Madre: – Qué?
Yo: – ¿Recuerdas el concurso de escritura en cuarto grado, aquel que gané? ¿Recuerdas que el premio fue un libro?
Madre: Si, “el lazarillo de Tormes”, lo recuerdo muy bien. ¡Me sentí muy orgullosa de vos!
Yo: – Hice trampa.
Madre: – ¿Cómo así?
Yo: – Si, hice trampa. El cuento que escribí, con el que gané el concurso, no me lo inventé yo. Ese cuento lo había escrito Sandra mi amiga y como yo no tenía ninguna idea para escribir pues lo copié, lo presenté como si lo hubiera escrito yo y gané el concurso.
Madre: – ah, ya.
Me levanté y me fui. Un rato pasó y volví al lado de mi madre.
Yo: – Má, ¿qué piensas de lo que te acabo de contar?
Madre: – ¿De qué?
Abrazo a mi madre, siento un nudo en el estómago, siento que soy un ser humano horrible por haber esperado hasta que a mi madre no le funcionara bien el cerebro, que olvidara lo que acaba de pasar, para hacerle esta confesión.
Yo: – Má… ¡te volví a hacer trampa!
Madre: – ¿Qué?
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