Me paseo como una fiera recién dejada en libertad después de un cautiverio, me deslizo suave entre los pasillos con total agilidad gatuna. Mi victima está a unos pasillos de distancia; él no lo sabe, pero yo estoy tras él, acechándolo desde que entró. Puedo olor su miedo, su nerviosismo. Mis orejas se agudizan al sentir como sus gotas de sudor resbalan por su cien y caen el piso. Lo siento cada vez mas cerca. Mi pecho palpita, es el primer síntoma de la adrenalina. La sangre se acumula en mis manos. Mis pasos dejan de ser sigilosos y ahora se convierten en estruendosas rocas que hacen temblar el supermercado. No lo puedo ver, pero me imagino como el delincuente siente la vibración en sus pies. No se dará cuenta, y cuando se de vuelta verá mi puño en su rostro. Está cerca. Saco mi bastón retráctil y comienza el juego. El pasillo se alarga una infinidad, él está al final agachado, ofuscado robando cosas. Que el pasillo se haya vuelto eterno, para mi es una bendición, puedo jugar con su sufrimiento. Camino con lentitud, aun no se percata de mi presencia. La justicia se acerca perra. Carraspeo para llamar su atención. No funciona. Empujo unas latas con mi bastón que suenan con estruendo en el piso. El ladrón comienza a darse vuelta. Me quedo fijo en su cara unos segundos. La sonrisa que cargaba se le destroza al ver mi figura portentosa. Todos mis músculos se preparan para correr y embestirlo. Corro y no dejo de correr, pareciese que de verdad se hubiera alargado el pasillo. Siento la potencia en mi pie, se va preparando cada vez que me acerco un centímetro más. Mi pierna no es carne y hueso cubierto de piel, ahora es un gran trozo de metal abrazado por fuego. Él ladrón solo alcanza a abrir su boca, y en cosas de segundos mi pierna contacta con su mandíbula. Me percato que algo cruje. Por la velocidad y potencia que llevaba pierdo la estabilidad y caigo arrodillado, y detrás de mí cae el ladrón. Su jeta desencajada y la sangre se encharca. Levanto la mirada. Hay sombra en mis ojos. Observo a la gente deslumbrada frente a tal acto de heroísmo y justicia. Algunas mujeres empalidecen y se desmayan, otras no pueden contener sus orgasmos. Los hombres evitan mirarme a los ojos, sienten que soy mas hombre que ellos. La voz de mi compañero suena en mi radio. Me pregunta si es que está todo bien, yo solo respondo “Enemigo neutralizado”.
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