MAX EL ÁNGEL – CAPÍTULO 9: RUEDAS DE BICICLETA
Max salió de la tienda corriendo a toda velocidad para revisar los contenedores de basura de la calle e intentar hallar su computadora.
Revolvió y revolvió todo tipo de desechos que no será necesario mencionar uno por uno, pero que todos nos podemos imaginar con bastante facilidad.
No había entre las basuras nada que fuese ni siquiera parecido a un artefacto tecnológico, pero Max, el ángel, seguía revisando desesperado sin rendirse.
Algunos transeúntes empezaron a observarlo. Se sentía cierta murmuración en sus voces. Las personas criticaban a Max y decían que se trataba de un niño vandálico y problemático. Todos los que pasaban por ahí lo miraban con desprecio y murmuraban. Todos, excepto alguien raro que lo vigilaba desde más lejos oculto detrás de un muro. Sospechaba de Max y había empezado a seguirlo.
Si la computadora no aparecía por ningún lado no había esperanzas para Max, así que buscó y buscó… sin resultados.
–Hey, niño, ¿buscas algo ahí, en la basura? ¿Estás buscando algo para comer?
Un abuelo se había acercado y le ofrecía a Max un pequeño paquete que contendría, de seguro, algún alimento dentro.
–No, señor, se lo agradezco –contestó Max, el ángel, con honda pesadumbre.
–¿No quieres? Entonces, ¿por qué revisas la basura?
–Es que perdí algo que es importante para mí y necesito recuperarlo. Me dijeron que estaba tirada aquí… Pero no la encuentro, ya no está aquí…
–Ya veo… Bien… Niño, no sé si hago bien en decirte. No quiero que vayas allá a pelear. Pero hay un muchacho que siempre pasa por aquí y se lleva algunas de las cosas de la basura. Recolecta todo lo que le sirve y avanza por la ciudad con un pequeño carro. Es posible que él se haya llevado cosas de este contenedor. Si lo encuentras tal vez puedas preguntarle… El muchacho lleva un carro de color azul, construido con ruedas de bicicleta. No sé cuál es su nombre pero…
–Está bien, ¡gracias, señor! Si tengo suerte, tal vez aún pueda encontrar mi computadora. ¡Adiós!
Y salió corriendo de nuevo por las calles en busca de ese muchacho con el carro de ruedas de bicicleta.
Detrás de él iba alguien que lo seguía conservando la distancia suficiente para no levantar sospechas.
El gran problema que Max encontró fue que había varias personas en la ciudad que la recorrían con sus carros hechos con ruedas de bicicleta o similares. No había una, sino muchas personas que coincidían con esa descripción y que recolectaban objetos de la basura con carros que recibían la tracción de sus brazos.
Cada vez que encontraba uno, Max intentaba mirar dentro del carro para ver si allí estaba su computadora. Repitió esto varias veces sin éxito y se sintió asustado.
(Si muchas personas con carros como estos circulan por toda la ciudad al mismo tiempo y ni siquiera puedo saber si siguen algún recorrido o algún patrón, entonces mi búsqueda es aleatoria y errática. Si la persona que busco está circulando ahora mismo, entonces mi computadora está moviéndose. Eso hará mucho más difícil que pueda dar con ella. Pero no puedo rendirme, si la pierdo ahora no volveré a tener oportunidad. Tengo que hacer algo, tengo que…)
En ese momento Max percibió la vibración alterada de alguien que lo observaba.
(¡Alguien me está siguiendo! Se desplaza a mis espaldas, como si no quisiera ser descubierto. ¿Por qué? ¿Qué quiere? Su energía parece diferente a la de otras personas. Por ahora actuaré como si no me diera cuenta y cuando se confíe lo sorprenderé)
De pronto, un sonido empezó a sonar. Era como una pequeña alarma o algo similar. Max notó que venía de su bolso. Buscó un lugar donde sentarse y empezó a revisar. Descubrió que el lápiz que tenía entre sus cosas brillaba como parpadeante y emitía una especie de silbido.
(¿Qué es esto? ¿Una alarma? ¿De qué me sirve?)
Al tomar el lápiz en sus manos, notó que esta vez el Mapa Místico que llevaba también brillaba.
(El mapa brilla pero no tiene ni siquiera esquemas completos de un lugar. Creo que no es momento para intentar entender esas cosas… Aunque… Tal vez puedo tratar de escribir algo en el mapa. Para ver qué sucede)
Al apoyar el lápiz sobre la superficie del mapa incompleto un estremecimiento explosivo lo sacudió.
(¡Carajo! ¡Me dio una descarga eléctrica! ¡Estas cosas están funcionando muy mal! ¡No sirven para nada! ¡Ya van a ver! ¡Cuando vuelva a la Ciudad del Cielo me van a escuchar! ¡Me van a escuchar! ¡Nos entregan equipos que no funcionan! ¡Que no sirven para nada! ¡Estoy harto!)
Pero Max observó que el Mapa Místico reaccionó al contacto con el lápiz y eso era interesante.
(¡Bueno! ¡Un pequeño choque eléctrico no hace nada! ¡No está tan mal, es algo bueno, es una nueva experiencia! ¡Puedo hacerlo porque lo tengo permitido! ¡Tengo que aprovechar que soy joven! ¡Vamos a intentarlo otra vez, solo que ahora no lo soltaré! ¡Prepárate, lapicito, si vas a hacer algo, hazlo!)
Max volvió a tomar el lápiz y a apoyarlo sobre el Mapa Místico, lo que generó una nueva descarga, esta vez más fuerte que la anterior y Max continuó presionando hasta provocar unos rayos escalofriantes a su alrededor.
–¡¡¡Bien!!! ¡¡¡Esto sí que es poder!!!– exclamó.
En ese momento vio que un trazo fuerte y claro apareció sobre el mapa y señaló una dirección.
El trazo parecía el dibujo de un rayo que unía dos puntos del mapa.
Max continuó experimentando con esto y descubrió que cuando tomaba el lápiz y el Mapa Místico al mismo tiempo, se trazaba automáticamente un camino directo hacia cualquier cosa que mencionara.
La primera vez, Max había dicho “Esto sí es poder” y el trazo del Mapa Místico lo condujo hasta la estación eléctrica de la ciudad y sus grandes transformadores.
Después volvió a intentarlo y dijo “Esto es divertido” y el trazo le marcó el camino hacia un circo instalado en las afueras.
La tercera vez que tomó el lápiz y el mapa, Max, el ángel dijo…
–¡¡¡Bananas!!!
Y entonces, el trazo le mostró el camino hacia la verdulería más cercana.
Fue así como comprendió su funcionamiento.
El Mapa Místico no estaba sujeto a una ubicación en particular, no representaba un lugar fijo en realidad, sino que se situaba donde sea que Max estuviera.
El mapa orientaba a Max hacia cualquier cosa que él pidiera con sus palabras.
Cuando él dijo “Esto sí es poder”, el mapa tomó la palabra “poder” y lo condujo hacia la fuente de concentración de energía más potente que se encontraba cerca, es decir, la estación eléctrica.
Cuando Max dijo “Esto es divertido”, el Mapa Místico no encontró algo específicamente “divertido” así que lo condujo al circo más cercano.
Finalmente, cuando Max invocó bananas, bueno, eso sí fue más fácil y más directo.
(¡Perfecto! ¡Es extraordinario! Con estas herramientas puedo encontrar un camino hacia cualquier cosa con tan solo pedírselo. Es extraordinario, no creo que en este mundo puedan tener algo así jamás. Es algo fuera de lo común)
Con tanta emoción, Max olvidó por un momento que alguien misterioso lo espiaba y lo perseguía, pero este extraño personaje seguía acechándolo y, además, ahora había visto lo que Max podía hacer con su mapa.
De todas maneras, lo más importante era recuperar la computadora para poder ingresar otra vez al Sistema Único de Registro de Ángeles y poder entender por qué se había estrellado aquí, en la Tierra, cuál era su verdadera misión y qué rayos estaba sucediendo.
Así fue que Max, el ángel se dispuso a hacerlo otra vez y ya no le importó si alguien estaba siguiéndolo o no.
Tomó su lápiz, sujetó el Mapa Místico y dijo:
–¡¡¡Mi computadora!!!
Enseguida un deslumbrante relampagueo envolvió todo el lugar y en el Mapa Místico un trazo se dibujó. El lugar donde la computadora de Max, el ángel, se encontraba había sido señalado con toda seguridad. Solo restaba ir ahí y extraerla.
El camino era un poco más largo que el de las distancias señaladas para otros objetos, pero no demasiado. En pocos minutos Max podría estar allí sin problemas.
Al llegar vio que el sitio era una especie de depósito muy grande, cerrado con rejas y alambrados y con perros de gran tamaño.
Allí dentro, en algún lugar, se encontraba la computadora de Max y él estaba dispuesto a recuperarla como fuese.
El lugar tenía grandes dimensiones y su perímetro estaba cerrado con elevadas rejas, alambres y púas.
Una vez adentro habría que evitar a los perros vigilantes también. Y no parecía exagerado suponer que también hubiera trampas para los intrusos o incluso francotiradores ocultos en los ventanales oscuros del lugar.
¿Por qué tanto despliegue en un lugar como ese?
Entrar y salir con la computadora no sería nada fácil, pero había que intentarlo.
Completaban el panorama unas cuantas pilas de chapas oxidadas y fogatas esparcidas cada tanto que le daban al lugar una especie de atmósfera posapocalíptica.
Max, el ángel, se instaló en las afueras del lugar para poder observar como un soldado solitario que vigilara una base enemiga.
Analizó distintas alternativas y decidió esperar a la mañana siguiente para poder ingresar escondido cuando algún camión o cargamento llegara al lugar.
Como Max, el ángel, no necesitaba dormir, simplemente se quedó sentado detrás de un árbol toda la noche. Desde allí pudo darse cuenta de que el extraño espía lo había seguido incluso hasta allí.
Aunque no se dejaba ver, Max podía sentir su presencia en las vibraciones de su energía, como le había sucedido por primera vez con las personas de la ciudad.
Sin embargo, Max decidió no confrontar con el extraño todavía, ya que eso podía delatar su ubicación y arruinar su plan de infiltrarse en el depósito.
Se ubicó en la ruta de acceso al predio y esperó la llegada de algún camión, carro o persona para infiltrarse, pero nadie aparecía.
Esperó durante horas pero no hubo ningún movimiento.
(Qué aburrido. Así nunca voy a poder ingresar. Si controlara la habilidad de hacerme invisible podría entrar sin problemas. Creo que es lo mejor que puedo intentar, ¡así que lo haré)
Max, el ángel, cerró los ojos y practicó sus técnicas de concentración. De este modo pudo volverse invisible pero le duraba solo unos segundos.
Decidió entrar al lugar igual y racionar su invisibilidad para intentar llegar a su computadora y poder llevársela.
De este modo, en estado invisible, trepó las rejas y saltó del lado de adentro de ese sitio.
Los perros sospechaban su presencia pero no lo atacaban porque no sabían dónde estaba.
Así fue que corrió en la dirección indicada e ingresó en un gran galpón de chapas donde se almacenaba una gran cantidad de objetos.
También había hombres vigilando el interior, algunos de ellos armados.
(¿Es necesario tener armas como esas para tan solo vigilar basura? ¿Qué es este sitio?)
Max encontró su computadora y la tomó en sus manos, pero se hizo visible de repente y tuvo que esconderse.
Si se volvía invisible para escapar, ¿la computadora también se volvería invisible? ¿O parecería estar flotando en el aire? Eso sería muy sospechoso y llamaría bastante la atención. No sería tal vez la mejor manera de pasar desapercibido. Sin embargo, no quedaba más remedio que intentarlo.
Max se aferró a su computadora y se volvió invisible para escapar.
Caminó algunos pasos y se volvió visible otra vez, justo en el momento en que estaba cara a cara con uno de los vigilantes armados que custodiaban el lugar.
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¡ESTE FUE EL CAPÍTULO DE MAX EL ÁNGEL DE HOY!
¡Sigamos adelante con Max, el ángel, en el siguiente capítulo!
EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE MÁX EL ÁNGEL SERÁ: «MI NOMBRE ES FOC»
¡HOLA!
Soy Sebastián Araujo, autor de “Max el ángel”.
Escribo ficción y fantasía y ya he publicado mis primeros libros
de relatos fantásticos.
¡Mi meta es crear una SAGA, un UNIVERSO NARRATIVO FANTÁSTICO!
Allá vamos, ¡¡¡a la aventura!!!
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¡GRACIAS Y QUE TENGAS UN DÍA FANTÁSTICO!
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