Estos días, estos días me sentí infinitamente miserable, me ví siendo un parásito, tratando de vivir de esto, de este trabajo que me inspira lanzarme desde lo alto del barandal del puente que da a la estación de autobuses. Siento que las profundidades me tientan, observo las profundidades, el brillo tenue del agua recorriendo el cauce del río y me veo siendo nada dentro del agua. Tanta ansiedad me causa, tantas ganas tengo de hacerlo que hoy por hoy cruzo con mucha pena, con rabia por no poder ser libre. Con odio por forzar a mi cuerpo a seguir aquí, a seguir cumpliendo con este acto hipócrita de persistir en la vida.
Cuanta falsedad, cuánto dolor siento, me duele la vida, me punza en el alma, me corta la carne y no me deja ser libre, ser irresponsable de esta cárcel del concreto real. Falsa realidad, falso sentido de la consciencia, falso sentido de la necesidad, de satisfacer con la materialidad la vida de la carne.
Tan falso todo, tan payasos todos y tan cansado este juego de prolongar la vida en aras de la muerte. Por respeto al egoísmo de la moralidad, por está ética elitista, por este sentido de ser lo que no se es para ser considerado cuerdo y parte de la norma, por esta podredumbre perfumada, por esto vivimos y yo estoy tan cansada que ya no sé si mañana quiera o pueda levantarme.
No quiero levantarme, no quiero ir hacia ese infierno y marchar siendo parte de ellos. Lo que quiero es subir hasta la azotea, enloquecer con la realidad y lanzarme desde lo alto, dejar salir toda esta sangre que me condena, regar el tejido cerebral sobre la tierra, sembrar con el mis siempre malas ideas, dejar de ser basura para convertirme en vida, en verdadera vida.
Eso es lo que quiero, es tan fácil, está al alcance de mi mano, pero me detiene siempre está maldita moralidad, estás reglas borregas de respetar. Respetar no a los otros, respetar a quién le importo egoístamente. Pero al mismo tiempo ardo en llamas al saber que no me puedo matar tan solo por el que dirán.
…
Eso fue muy fuerte, muy fuerte, muy fuerte, quiero creer que todo este berrinche se debe a que odias infinitamente tu trabajo y la paradoja es que aquello que odias te mantiene con vida. Esa vida que sostienes a fuerza por el que dirán, porque tú, tu mi querida niña desde que estabas en el útero siempre te has querido matar.
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