Nuestras
miradas se cruzan en el instante que ingreso a la casa de mis padres,
pregunto por Magdalena, y mi madre tras besar mi fría mejilla me
indica el modo de llegar a ella.
Siento
como si dos manos siniestras crecieran dentro de mi pecho, y
presionaran mi corazón provocando que el aire se niegue a entrar a
mi cuerpo.
Mamá
con una amplia sonrisa, y tomando mi mano me dirige hacia Diego,
presentándomelo.
Ambos
actuamos como si nunca nos hubiéramos visto. Nos saludamos
amablemente, veo a Magdalena hablando con sus amigas, una de ellas me
señala, lo que la hace voltear, y casi corriendo llega para
abrazarme animosa y me dice:
-Creí
que no ibas a llegar
-No
puedo creer que podrías si quiera imaginar que no iba a estar en la
fiesta de compromiso de mi hermanita menor- le respondo sin soltarla,
mientras veo hacia los ojos de Diego, él empalidecido se acerca a mi
madre, y comienza a hablarle de su buen gusto, la decoración y la
comida. Magdalena me suelta y orgullosa me enseña su anillo, le beso
la mano y la vuelvo a abrazar.
Es
agosto, y un agosto como hoy hace tres años yo no estaba aquí, sino
en Londres. También era una celebración, el cumpleaños de un
colega, igual que hoy al llegar lo primero que vi fue a Diego.
Estaba
recostado en la pared a solas, con una copa de vino en la mano, y yo
lo vi, caminé hacia él porque lo noté aburrido, y hasta algo
incomodo, le hablé en inglés, él me respondió de igual manera,
hasta que nos preguntamos de dónde veníamos, y nos reímos mucho al
notar que ambos éramos del mismo lugar, y nos estábamos esforzando
por hablar en otro idioma.
Compartimos
un par de copas, muchas risas y me di cuenta que la química entre
ambos era tan fuerte que no necesitábamos confesarnos nada.
Antes
de que el cumpleañero notara mi presencia salí con Diego.
Comenzamos
a caminar, e impulsivamente lo invité a casa, él algo sorprendido
respondió que no estaba seguro, y no quería ser mal interpretado,
porque no buscaba nada. Entonces le respondí entre risas que
tampoco estaba buscando algo especial, me aclaró no tener demasiada
experiencia, le dije que tampoco era normal en mi vida andar
invitando a hombres desconocidos, contestó que hablaba más en serio
que yo, le aclaré no habría problema si él prefería volver a la
fiesta, pero yo regresaría a mi casa, entonces nos despedimos
amistosamente.
Fui
hacia mi coche, y cuando iba a encenderlo Diego golpeó mi ventana
preguntando si seguía vigente mi invitación, entonces le abrí la
puerta.
Ahora
mi madre me habla de Magdalena, dice que nunca pensó verla tomar
una decisión tan importante a tan temprana edad, le digo que es una
mujer inteligente., y un poco en serio, un poco en broma, agrego
dirigiéndome a Diego que la debe cuidar mucho, él con algo de
dificultad ríe tímidamente, y asiente con la mirada.
Esa
mirada tímida, y esos ojos verdes que miraban hacia adelante y no
hacia mí, cuando me acompañaban en mi coche, aquella noche en
Londres.
Conversábamos
sobre la relación que ambos teníamos con el cumpleañero, y nos
pareció simpático lo poco que lo conocíamos en realidad.
Al
llegar le ofrecí beber algo fuerte, me dijo que no, ya era
demasiado alcohol para una sola noche agregó, hice bromas con
respecto a que recién comenzaba la velada y debía ser más
valiente, y entre mis chistes e intentos para hacerlo sentir más a
gusto se acercó a mí, con la mirada y el paso firme, pero las manos
temblorosas me tomó de la nuca y me besó.
Le
saqué el saco sin soltar su boca, me ayudó a desvestirme, y yo a
él.
Sin
dejar de besarnos fuimos hacia la cama, me dijo nuevamente que lo
disculpara, que no tenía experiencia, le pregunte entre risas si era
su primera vez, y respondió asintiendo con la cabeza y susurrando:
“algo así”
Hicimos
el amor, y me dormí en su pecho, a la mañana siguiente abrí los
ojos con la seguridad de que no estaría ahí, pero me equivoqué,
Diego ya estaba despierto, pero inmóvil, me dio los buenos días,
me invitó a darnos una ducha y desayunar juntos, y me explicó que
esa tarde dejaba Londres, pero no se había atrevido a decírmelo
antes, le contesté que no se preocupara, ya lo habíamos dicho antes
ninguno de los dos buscaba nada, lo mejor era vivir ese momento, y
con esas horas apasionadas era suficiente para los dos.
Intercambiamos
teléfonos y correos electrónicos, nos comunicamos durante algunas
semanas, hasta que un día dejó de responder y no supe más de él.
Hoy
estoy aquí solamente porque me llegó un mensaje de mi hermana
pidiendo que no falte a su fiesta de compromiso, lo veo besarla,
acariciarle el cabello, comentar que la boda se hará en octubre,
mamá insiste con que no puedo volver a Londres, les acepto la
invitación, pero aclaro que debo volver, allá está toda mi vida,
estoy aquí solamente por Magdalena, pero prometo que estaré
nuevamente en octubre.
La
fiesta sigue, salgo al jardín, tomo aire, y en mi mente pasan
imágenes de lo que fue mi aventura con mi futuro cuñado, pienso que
lo mejor es no decir nada sobre ello cuando Diego me sorprende
colocando su mano sobre mi hombro y diciendo:
-Leonardo,
te juro que no sabía que Magdalena era tu hermana
-No
te preocupes Diego, no voy a decir nada, lo que pasó fue hace mucho,
no tiene importancia, prométeme que la harás muy feliz, y que nunca
va a saber de lo de nosotros
-Parece
que no solo me comprometo con tu hermana, también me comprometo
contigo, jurándote que guardo nuestro secreto.
-Un
pacto de silencio, me gusta más llamarlo así- le digo y extiendo mi
mano, Diego la estrecha, voltea y camina con ambas manos en los
bolsillos lo observo mientras se aleja, y entra a la casa de mis
padres.
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