¿Y si hablamos de esas historias que aún entierro? Quizás es el momento perfecto para dar rienda suelta a mi oscuridad. Esa que en mi inconsciente todavía niego. La misma que mi subconsciente por las noches trata de liberar. Debería abrazar todas esas partes de mí que aún duelen, aunque algo si es cierto, cada día menos. ¿Y si me proclamo humana? Y admito que tuve que lidiar con el rechazo, el abandono y el maltrato. Que son palabras que me aterran pero que irónicamente me hicieron mucho más fuerte. Me dieron el don de convertir la tragedia en arte proveniente de un alma rota. Un alma que con el paso del tiempo va juntando sus pedazos. En mi jardín solo habían flores muertas, marchitadas. Yo solo esperaba que alguien viniese a sembrar y a regar esas partes que dentro de mí se morían de sed. Lo cierto es que me quedé mucho tiempo esperando a que eso pasara. Y la verdad que fui yo la única que pude salvarme, pude saciar mi sed y empecé a plantar todas esas flores hermosas que por el mero hecho de existir me pertenecían. Así que conforme mi jardín iba floreciendo, también mi corazón y entendí, que no debía cargar con el peso de como fue mi pasado. Debía hacerme cargo de como iba a ser mi presente y por supuesto, también mi futuro. Cuanto más me dedicaba a darme todo ese amor que en su momento me faltó, menos dolía la vida y más sonreía desde dentro. Entendí que yo soy la que pinta el lienzo y con mis manos puedo crear la más bella obra de arte. A fin de cuentas, no todo es tan negativo y sombrío. El dolor me conectó con el dolor de todos los demás y me hizo ser mucho mejor persona, un tanto menos egoísta, algo necesario para esta sociedad. Pude tomar consciencia y afrontar que habían fantasmas que me iban a perseguir toda mi vida, pero ya no sentía miedo ante esa idea. Ahora en lugar de salir corriendo, me detengo, los miro de frente y les doy su lugar. Forman parte de mi, como yo formo parte de ellos. La verdad es que se siente bien haciendo las paces con nuestros mayores enemigos. Como una partida de ajedrez comprendí que cada pieza es importante y que sin esa pieza la vida, no sería vida. Ya no siento que he ganado o que he perdido, no tengo necesidad de tomarme más la vida como una batalla. Sólo me dedico a sentirla, a vivirla, a experimentar de una manera más plena y más sincera vistiéndome en cada ocasión con las mejores de mis luces y mis sombras.
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