La verdad detras de esa máscara

La verdad detras de esa máscara

El_escritor_G

29/06/2024

La verdad detrás de esa máscara El_escritor_G

—Abrí la última hoja de mi novela y leí en voz alta la última línea— “La simplicidad de la vida es lo que la vuelve hermosa, pero siempre uno buscara la mancha de imperfección para quejarse, por eso vivimos bajo el yugo de las redes sociales.

Me quedé pensando en eso mientras con alegría lo dejaba en su estante.”

—Qué novela tan hermosa, ¿no es así, Erick? —observé a mi amigo, el cual ya estaba dormido—. Nunca entenderás una buena lectura —mencioné algo fastidiado y me salí de la habitación—.

Mientras caminaba a la cocina me puse a pensar: ¿Cómo llegué a este punto? Y no me lo tomen a mal, pero tener a tus amigos viviendo contigo es algo molesto en muchas ocasiones, sé que soy su protector, pero ellos nunca ven por mí, dejen les doy unos ejemplos, Erick, un joven de diecisiete años que sufre problemas en casa, sus papás odian y mejor escapo de su casa a vivir conmigo.

Cuando pensaba esto choque con una cajonera que dejaron abierta.

—¡Mierda Damián! Ya te dije que cerras los cajones si sacabas algo —Busqué con la mirada a Damián, pero no estaba, solo escuché su voz a lo lejos—.

—¡Se me olvido!

Cerré el cajón y respiré. Mejor me fui a tomar una taza de café con alguien que tenía tiempo quedando, le empecé a contar un poco de mi vida, omitiendo varias partes hasta que me hizo una pregunta.

—¿te gustaría tener hijos?

—Podría decirse que yo ya tengo, muchos de mis amigos viven conmigo y soy como su padre.

Me miraba de forma curiosa y con intenciones de saber más.

—¿Cuántos viven contigo? Y cuéntame todo de cada uno.

Bueno, somos cuatro en mi casa. El más grande es Javier, luego le sigue Damián y el más chico Erick. Primero te platicaré de Javier.

Ocho años atrás.

Todavía recuerdo bien, yo cursaba la preparatoria, estaba a punto de terminar el segundo año y Javier apenas entraba.

Él y yo nos cocimos una tarde en la que mis amigos lo invitaron a comer pizza con nosotros. Desde ese instante noté algo particular en él, sus ademanes, la forma en que miraba a todos, la suma de todos esos aspectos fue suficiente para llamar mi atención.

—Pero Javier, ¿qué sientes de haber llegado hasta aquí?

—La verdad me da igual —mientras metía un pedazo de pizza a su boca— mis padres me obligaron a seguir estudiando.

—¿En serio, ni una sola emoción? —me dejaba algo atónito su respuesta—.

—Pues… —el silencio reino unos segundos— tal vez me siento algo feliz.

—Verás que esta etapa te encantara, a mí me queda un año más, pero me encargaré de cuidarte —lo jalé hacia mí abrazándolo—. Serás mi pequeño.

—Gracias… creo —soltó una leve risa nerviosa—.

Eso es todo lo que recuerdo de ese día, de ahí en adelante parecía que los problemas empezaban en su vida.

Pasaron muchas cosas sin importancia las cuales me hicieron ganar su confianza, esto lo supe una noche lluviosa en la que me llamo estando jodidamente ebrio, sus palabras eran…

—Necesito que vengas a buscarme, no sé qué carajo paso, pero las copas se me pasaron.

—Claro, estaré ahí en cinco minutos, no te preocupes pequeño.

Cuando llegué fue horrible verlo, su olor a alcohol era demasiado fuerte y así le teníamos que sumar que estaba vomitado. No podía dejar que sus padres lo vieran así, por lo que lo llevé a mi casa, lo ayudé a ducharse y a vestirse.

En todo ese rato yo pude apreciar lo hermoso que era. No sé cómo alguien con su cuerpo no tenía pareja. Su cuerpo tan pequeño y fácil de tomar me llenó de fantasías, pero obviamente no le haría nada. ¿Cómo abusaría de su confianza?

—Oye, ¿Javier? —Lo recosté en mi cama— mañana te llevaré a tu casa, ¿está bien?

—Mmh —solo soltaba jadeos y sonidos sin sentido—

—Tomaré eso como un sí —le puse una cobija y me acomodé en una silla al lado de mi cama—. No te pasará nada, mi pequeño —acomodé su cabello y sonreí—.

Después de eso, la noche fue muy tranquila. Le tomé una que otra foto mientras él dormía porque se veía hermoso.

A la mañana siguiente le cociné el desayuno y se lo llevé hasta la cama.

—Me alegro de que ya despertaste pequeño —le deje un plato enfrente— ¿Qué tal tu noche?

—Mi cabeza —mientras se tomaba la frente— me mata el dolor.

—Es normal, tomaste demasiado y amaneciste crudo, pero no te preocupes, ten toma esto —le acerque un par de pastillas— tómalas para que se te pase el dolor.

—Gracias —las trago sin pensarlo— eres una gran persona L.

—No es nada, Javier, por ti lo que sea, oye, ¿te puedo preguntar algo?

—Claro, pregunta lo que gustes.

—¿Por qué me llamaste a mí y no a alguien más?

—Bueno, tú y yo hemos pasado muchas cosas juntos, entonces creo que puedo confiar en ti como para que me cuides, solo no pensé que me trajeras a tu casa.

—Me halagan tus palabras —mis mejillas tomaron algo de rubor—. Lo de la casa, pues… no podía dejar que tus padres te vieran así.

—Fue lo mejor que no me llevaras, la verdad, discutí con mi papá, por eso fui a tomar. Tú sabes que no les agradas mucho y encontró unas cosas que me has regalado, entonces se puso histérico.

—Pobre de ti, pequeño —lo tomé entre mis brazos—, pero luego me cuentas. Come que si no se te enfriara, yo saldré a comprar algo, no tardo.

Salí del cuarto pensando en lo que me dijo de su padre. Era consciente de que no le agradaba al señor, pero no pensé que fuera tan importante para Javier como para pelear con su padre. Esta sensación de poder me gustó, pero recordé que siempre vería por el bien de Javier.

Después de ese día Javier volvió a su casa y tuvo una gran discusión con sus padres, yo fui a recogerlo, ya que me llamo llorando, no tarde ni cinco minutos en llegar a su casa, cuando su padre me vio no tardo ni una fracción de segundo en aventarse a mí con intención de golpearme, pero Javier lo embistió.

—Pequeño, no vale la pena, ya no te manches de sangre los puños.

La respiración agitada, las lágrimas, el sudor que recorría la frente lo hacían ver tan hermoso.

—Solo toma tus cosas y ven conmigo, Javier.

Esa fue la última vez que él vio a sus padres, desde ese momento me he encargado de cuidarlo y vive bien ahora.

Actualidad.

Esa fue la historia de Javier, o al menos lo más relevante. Ahora, Erick, o esa hermosura, tiene una vida trágica. El muchacho, lo conocí hace unas semanas, pero ya se enganchó en mi vida.

¿Cómo empiezo esto? Ese pobre muchacho, la vida lo lleno de desgracias, unos padres abusivos los cuales lo mandaron a trabajar desde una temprana edad, yo lo conocí una tarde que salí de trabajar y fui a cenar una hamburguesa en un restaurante.

Cuatro meses atrás.

Miraba a un joven, tendría apenas dieciséis años, es raro verlo trabajando y más en un restaurante de sobrenombre cuando ellos solo contratan a gente mayor.

—Disculpa jovencito —mientras levantaba mi mano— ¿Cuántos años tienes?

—Yo bueno, ¿gusta algo más del menú señor?

—¿En serio crees que nadie lo nota? —solté un suspiro—. Solo siéntate y come algo conmigo, yo te pago el día de hoy.

—¿Habla en serio? —sus ojos tenían ese brillo de un niño recibiendo una paleta—.

—Claro, solo tómate un descanso.

Así como se los cuento les juro que paso, todavía recuerdo la felicidad que tuvo al comer una hamburguesa, yo solo deje que el tiempo pasara. Después de eso se volvió rutina que yo fuera a comer ahí y le invitara una hamburguesa.

Pero no todo puede ser color de rosa en la vida, al tiempo su jefe lo despidió por tomarse esos descansos que según él no merecía.

—¿Por qué lloras, Erick? —me senté a su lado en la banqueta mientras él lloraba desconsolado—.

—Me despidieron L… todo por los descansos que tomaba contigo —mientras me empujaba—. Solo me causaste problemas.

—No me culpes a mí, estoy seguro de que tu jefe solo buscaba cualquier excusa para despedirte. Eres el mejor de sus trabajadores, pero el único problema es que eres menor.

El silencio reinó en su boca, pero me abrazó.

—No pasa nada Erick, ya conseguirás otro trabajo.

—El problema será con mis padres —se escondía en mi pecho—.

—¿Por qué?

—Ellos me mandaron a trabajar, si no les doy mi paga de hoy… se repetirá lo de la última vez.

—¿Qué es lo de la última vez?

Él se volteó y se levantó la camisa, mostrándome una cicatriz, al igual que marcas de golpes, las cuales bajan desde sus hombros hasta la cintura.

—Pobre de ti —lo tomé entre mis brazos—, no dejaré que te hagan nada —saqué algunos billetes y se los di—, me encargaré de cuidarte, ahora serás… —me quede pensando unos segundos— como mi hijo.

—¿En serio? ¡Gracias! —se hundió en mi pecho mientras lo abrazaba—.

Después de ese momento lo dejé de ver por motivos del trabajo durante un par meses. Cuando volví me lo encontré en la calle en una situación deplorable y con múltiples marcas de piquetes en el brazo.

—¿Erick?

—Esa voz… ¿Eres tú? —se aventó sobre mí tirándome al suelo—. ¡Tú dijiste que te quedarías conmigo! —mientras me trataba de golpear—, me mentiste, eres un bastardo.

—Erick calma —lo cargué fácilmente, había bajado demasiado de peso— no te mentí, tuve que irme por cuestiones de mi trabajo ¿Qué te paso?

Los golpes seguían viniendo a mí, pero ninguno tenía éxito, por lo que decidí abrazarlo.

—Perdón por irme y no decirte nada, por favor dime ¿Qué te paso?

Las lágrimas empezaron a caer de sus mejillas.

—Mis padres, ellos… se enteraron de lo que pasó y cada día se volvió una tortura para mí, vendieron mi cuerpo para pagar cualquier cosa que ellos desearan.

Sus palabras me tenían atónito, no podía creer que existiera ese tipo de monstruos, me entraron ganas de vomitar, pero me tragué cualquier sensación.

—Perdóname por no estar aquí —lágrimas empezaron a caer por mis mejillas—. No dejaré que ellos te vuelvan a tocar, ven conmigo ahora si te cuidaré, ¿crees en mí?

No sé si por la tan poca fe que le quedaba o algún cariño que tenía por mí, pero aceptó a vivir conmigo.

Actualidad

—Bueno y ahora él de en medio Damián.

La chica me miraba simplemente atónita.

—Con él la historia es muy difícil de contar. Si con Erick pensé que los padres fueron inhumanos, con él perdí toda la esperanza en la humanidad.

—¡¿Cómo carajos confían en ti?! —el silencio llenó la cafetería—.

—¿a qué te refieres?

—¿En serio no queda lo suficientemente claro? Tú estás abusando de esos jóvenes, no los has ayudado, los manipulas a tu gusto. ¿Por qué no llevaste a Erick a un psicólogo o a servicios infantiles?

—Bueno, yo… —tome aire— digo los dos decidimos que no era lo mejor que él fuera

—¿Los dos o solo tú? Aparte, ¿quién le toma fotos a un niño mientras duerme? Por las historias y todo lo que me cuentas, ellos son mucho menores que tú, tal vez Javier a lo mucho se llevara dos años contigo, pero aun así, abusaste de la confianza que te dieron.

En ese momento ella se levantó y dejó la cafetería. Yo regresé a casa, me quedé pensando todo lo que dijo y no salí de mi cuarto el resto del día.

Los días pasaron y yo me digné nada más a ver a los chicos para darles de comer o dinero si necesitaban, hasta que una tarde les pedí que habláramos.

—Chicos… ¿Ustedes son felices?

Cada segundo de silencio parecía una eternidad para mí, hasta que los tres contestaron al unísono.

—Claro que sí.

—¿Creen que los he manipulado o abusado de ustedes?

Las miradas entre los tres eran constantes, parecía como si hubieran charlado de esto hace tiempo, con eso Javier tomo la palabra.

—Solo creemos que has visto por nuestro bien, al menos a tu modo.

—¿Qué es a mi modo Javier? —mi respiración empezaba a alterarse—.

Nuevamente, el silencio reinó y Damián tomó la palabra.

—Bueno, tal vez no es el más cordial, pero tratas de ser… “Cariñoso”.

—¿“cariñoso”? Yo nunca les he puesto un dedo encima y lo saben. —No sé sus miradas, mi pulso se aceleraba—. ¿Por qué me miran así? ¿Qué traman?

—No tramamos nada, respira y no hagas ninguna estupidez, por favor L. —Javier tomó a Damián y le susurró algo—.

—¿Qué le estás diciendo?

—No le estoy diciendo nada, Cálmate, por favor —Damián tomó a Erick y lo puso tras él—.

—Yo sé lo que pasa, ¿ustedes se quieren deshacer de mi verdad? —Me levanté y caminé a una maceta—. Solo hay que calmarnos, chicos.

—¿Qué haces L? —Mencionaba Erick—

—No hago nada, mis pequeños, solo acabando con su tristeza —una sonrisa se plantó en mi rostro hasta que el primer sonido de una bala se escuchó—. No me abandonarán nunca.

Lo último que vi ese día fue un destello. Al día siguiente desperté con ellos en la cama, la sangre llenaba de olor todo, pero me fascinaba.

—Siempre los deseé, chicos, qué tristeza que esta fue la única forma de que entendieran —empecé a reírme mientras miraba sus cuerpos llenos de marcas de mis manos—. Al fin vieron la verdad detrás de mi máscara —sonreí mientras besaba sus cuerpos inertes—.

Etiquetas: discreción fuerte

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