En la mirada perdida, me dueles.

En el largo paseo que pretendo sin retorno, me lástimas.

En el sueño melancólico de un encuentro fortuito, me hieres.

En la historia inconclusa y al mismo tiempo, cual lienzo en blanco, esperando las pinceladas que nunca llegarán, me laceras.

En el día, me matas.

En la noche, me asfixias.

En la caricia ajena, me resquebrajas la piel.

En el extasís, duro golpe de realidad, me castigas.

En tu ausencia, muero.

En tu presencia, me consumo.

Dulce veneno que me tomas a diario, contigo muero, por ti caigo y en ti me desintegro.

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