EL SEXTO SENTIDO

EL SEXTO SENTIDO

MARIA ANGELES

27/06/2024

Esta es una de esas cosas que te hacen cambiar, hace cinco años conocí a Violeta, estábamos las dos esperando en una consulta, eran las pruebas de un preoperatorio, yo por mi dilatada experiencia en estas lides estaba mucho más tranquila que ella, dentro de lo que se puede estar tranquilo.

Violeta lloraba sin consuelo, al otro lado tenía a su marido, estaba realmente asustada, cuando colgó el teléfono me dirigí a ella para tranquilizarla, la conté mis pasos por el quirófano, «lo he pisado más veces que la mismísima Cher, corazón», estuvimos hablando y hablando, coincidíamos en muchísimas cosas. Me contó que tenía una hija, y yo también la dije, un chaval en mi caso. Que los dos hacían los años con un día de diferencia, con lo cual no se nos podían olvidar las fechas, seguiríamos en contacto.

La hablé de mi afición por la pintura, la enseñé algunos de mis dibujos y la prometí regalarla uno. Yo por entonces solía dibujar retratos, más o menos realistas.

Seguimos juntas durante toda nuestra estancia en el hospital, nos esperábamos la una a la otra en las distintas consultas, salimos juntas de allí, Violeta era otra, estaba tranquila y muy agradecida, decía que yo había su Ángel de la Guarda, nada menos.

Ya no estaba nerviosa, tanto era así que cuando llamó su marido para preguntar que tal se encontraba le dijo «no puedo hablar contigo, estoy con mi amiga María Ángeles», no me lo podía creer. El poder de la palabra a veces.

A partir de ahí el contacto era continuo, todos los días sin falta, nos dábamos los buenos días y las buenas noches, nos contábamos que tal nos había ido, y nos felicitábamos por habernos conocido en días tan duros para las dos. Estuve con ella el día de su operación, en la entrada del quirófano, allí conocí a su marido y a su espectacular hija. Fui a verla al hospital, incluso la acompañé cuando la dieron los resultados. Quedamos en varias ocasiones para merendar, éramos grandes amigas.

Todo estaba bien hasta que pensé que ese era el momento para hacerla el regalo que la había prometido, Violeta colgó una foto de su hija en su perfil de WhatsApp, su hija era bellísima y la foto era espectacular, la descargué y la pinté en acrílico, ya tenía el dibujo que la había prometido el día que nos conocimos. 

Comenté a Violeta que la tenía que ver para darla el regalo de cumpleaños de Adriana, me daba largas, pero seguíamos hablando.

Yo insistía, era imposible quedar con ella, siempre tenía algo que hacer.

Estuve insistiendo algo más de un año.

Me di por vencida, entonces tuve la nefasta idea de publicar algunos de mis dibujos en mi cuenta de Facebook, lo hago de vez en cuando. Por supuesto, uno de esos dibujos era el retrato de Adriana.

A partir de entonces no volví a tener contestación de Violeta, no contestaba mis buenos días, la pedía explicaciones, no contestaba, como tampoco lo hacía a mis buenas noches. Desistí.

Y pasó el tiempo, y ahí me di cuenta de la razón de su olvido. Ahí fue también cuando se activó mi sexto sentido, miré las fechas y coincidían la publicación en Facebook con el inicio de su olvido.

Violeta, a la que no tenía como amiga en Facebook tuvo que ver mi publicación, se ofendió por el «dibujo» que hice de su hija. Borré la publicación y ahora el dibujo está guardado en un arcón debajo de mi cama a la espera de que algún día vuelva a hablarme, o no, posiblemente sea ella la que ahora obtenga la callada por respuesta. No se puede tener la piel tan fina, era un dibujo, sin más. 

«Ahora pinto amaneceres, no se reúnen por amaneceres», esto lo decía el niño que en ocasiones veía muertos en El Sexto Sentido.

Y como también hacía el niño de la famosa película, desde entonces ya no pinto caras, pinto paisajes, nadie se ofende si pintas paisajes.

Lo dicho, hay gente con la piel, exageradamente fina.

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