El Bozal del Diablo
En un pueblo costero, donde el mar canta y el viento sopla,
vivía un potro brioso, de pelaje negro como la noche profunda.
Era fiero y salvaje, como las olas que rompen en la orilla,
un desafío para todo aquel que osara domar su rebeldía.
El bozal del diablo, una herramienta de cuero y metal,
diseñada para someter al más libre animal.
Con púas afiladas y un sonido infernal,
prometía doblegar al potro más indomable del corral.
Llegó un domador astuto, con fama de ser el mejor,
dispuesto a enfrentar al potro con valor y con rigor.
Le colocaron el bozal, apretando con crueldad,
y el potro relincho con furia, buscando su libertad.
El bozal del diablo, una herramienta de cuero y metal,
diseñada para someter al más libre animal.
Con púas afiladas y un sonido infernal,
prometía doblegar al potro más indomable del corral.
El potro luchaba con fuerza, como las olas contra el malecón,
pero el bozal apretaba, sin darle tregua ni perdón.
Sus ojos se llenaban de dolor y de rencor,
mientras el domador tiraba de las riendas con furor.
El bozal del diablo, una herramienta de cuero y metal,
diseñada para someter al más libre animal.
Con púas afiladas y un sonido infernal,
prometía doblegar al potro más indomable del corral.
Al final, el potro se rindió, exhausto y humillado.
Su espíritu salvaje se había quebrado, domado y amordazado.
El bozal del diablo había logrado su cometido,
pero el precio de la victoria era un corazón marchito.
Reflexión:
En el pueblo resuena lamento y dolor,
por la pérdida de un potro, de su brío y su valor.
El bozal del diablo nos recuerda una lección,
que la fuerza no siempre conduce a la redención.
En la sabana y la costa, donde canta la gente,
quememos el bozal y demos paso a la bondad infinita.
Domar con respeto, con amor y con paciencia,
para que la sociedad sea un canto de esperanza y de conciencia.
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