Antonia Herrera, nunca existió realmente, solo sus deseos, su grito de aceptación, su falta de amor propio, sus traumas infantiles, sus miedos, su falta de sentido de pertenencia…. le pertenecía realmente muy poco. Su creación fue un momento feliz, porque ella estaba consciente cuando nació. Sintió la vida correr por sus venas con la esperanza que existiría de verdad. Tal vez si el siquiatra que hizo aquel informe tenía razón y cierta locura, cierta demencia la acompañó desde que nació, en ese mundo que apenas pudo construir tan precariamente ordenado, para ir sobreviviendo a cada etapa, con la culpa como legado principal.
Las dunas que eran sus vecinas ayudaron a que cada minúsculo granito de arena fuera tan poco sólida como su inicio de vida.
La casita estaba casi metida en ese médano, tanto así que se convirtió en su patio delantero, donde su sudor de juegos se unía con el polvo del arenal… formando un lodo pegajoso en todo su pequeño cuerpo. Para luego era sumergida en una tina de agua caliente, que se obtenía de haber calentado como 3 ollas en la cocina.
Muchas veces quería luego llegar a su cama para jugar con el orificio que estaba en la cabecera de su cama, ya que ahí conversaba y contemplaba una pequeña aldea de diminutos seres que la saludaban y festejaba. Era casi todas las noches. ¿Tal vez, ahí comenzó su demencia oculta?
Antonia, trata de analizar, porque esa visión le emocionaba tanto, y como ella cree en las energías, en esa parte holística que hoy le entrega algo de paz. Piensa hoy que ese mundo que habitada en ese orificio que se ubicaba en la cabecera de su cama, donde el adobe construía una aldea perfecta para quienes ahí habitaban. Recuerda, que eran felices y con sus diminutas manitas la invitaba a entrar y ser parte de esa gran fiesta, que ocurría todas las noches. Si ella hubiese podido, se habría colado a ese mundo lleno de algarabía. Hoy lo analiza desde su “sensatez”, desde su mirada holística, que la creación de ese mundo era el bienestar que su mente ansiaba y, no descarta que pudiera haber existido.
Entonces, Antonia piensa hoy, que tal vez la magia existe, tal vez, hay seres superiores, almas, un mundo paralelo que la invitaba a salvarse y ella no fue lo suficientemente valiente para lanzarse al orificio, así tal cual lo hizo Alicia en el país de las Maravillas.
Quizá, en ese mundo paralelo, su madre la contendría y no al revés, tal vez ahí no tendría que cuidar de su progenitora, de sus miedos, de sus inseguridades, tal vez no habría absorbido tanta hiel… tal vez, tendría menos miedo de vez en cuando, hubiere sido más valiente y se habría amado más, para ser amada como se lo merecía.
LA VIDA EN EL ORIFICIO DE LA CABEZA DE LA CAMA DE ANTONIA. Escribe la propia Antonia.
Creo haber tenido 6 años y aún oigo la música del baile, oigo las risas y siento la alegría y entusiasmo que me provocaba esa visión. Nunca nadie fue cómplice de esta experiencia, porque sabía que no era cuerdo, nadie que yo conociera, era de ese tamaño y podía vivir en ese agujero. –
Ahí los niños eran cuidados con tal amor, que solo la alegría y despreocupación se reflejada en sus miradas. A veces el sueño me vencía y al otro día, era solo un agujero, vacío, que hacía ver la pared añosa y poco armonioso, era un agujero bastante feo. Por eso luchaba por no dormirme, pensaba que tal vez podría despertar ahí algún día. Sentía que ese era mi lugar, creo hoy, que ahí pertenecía, a ese mundo paralelo, que para mí si existía.
Antonia no quiere seguir escribiendo, creo que le perturba demasiado, creo que siente mucho el no haberse lanzado al orificio. Cree que tal vez, ahora no tendría “rasgos divergentes, TAG, depresión…” Me ha pedido que siga yo, ya que me lo ha contado todo, ella prefiere ir leyendo como espectadora de su propia historia, hasta me ha pedido un té de manzanilla con miel; creo que realmente le afecta recordar el orificio de la cabecera de su cama. Creo que el té de manzanilla y miel es reconfortante, casi tanto como una copa de un buen carmenere; también la sopa de pollo.
Creo que Antonia está resignada a su lo que es, el sentimiento de despersonalización, junto con la sensación de no pertenecer a nada, le es muy abrumador, pero a la vez, también reconoce en ella que es valiente y sabe que es admirable reconocer que hay partes de ella, que pueden no sanar por completo, especialmente cuando se trata de traumas y sensibilidades profundas arraigadas desde su infancia. Además, veo en ella una pequeña certeza que le ronda que pueda volver al orificio… aún hoy, con sus canas, yo creo que ella piensa que será la abuela sabia, admirada y donde ya no sentiría miedo y tendría mucho amor propio.
(PARÉNTESIS)
Antonia me ha contado en estos días, que algunos episodios, que han pasado, le han hecho sentirse vulnerable nuevamente. Se enoja con su madre, por haber sembrado en ella un sentimiento más profundo de amor propio, de seguridad, está molesta por sentirse desorientada nuevamente y, al mirarse al espejo, ve como el brillo de sus canas, sobresalen como lágrimas brillantes, entonces, se desanima mucho.
Le he preguntado a Antonio que la ha hecho sentirse así, si acaso, ha pensado más en el agujero de la pared, donde al parecer había mucha felicidad. Me he quedado intrigada con su respuesta; “otra vez, el tener que vivir fuera del agujero, me ha hecho perder nuevamente”. ¿qué perdió de nuevo Antonia? la verdad es que no me atrevo mucho a preguntarle porque la veo muy inquieta.
Antonia agarra un papel, un lápiz y me escribe la respuesta: “el sentido de pertenencia es un ausente nuevamente. La sensación de incertidumbre se ha instalado de nuevo y no tengo fuerzas para lidiar con ello”. Justamente Antonia, no se ha vinculado con personas que le den amor de verdad, todo lo contrario, ella ha construido relaciones en base al amor que ella entrega y se hace la fuerte, la mujer capaz de ignorar aquello que le importa. Pero cuando el desdén la acaricia su cara, no lo puede soportar. Él es un hombre poco demostrativo, que la tiene siempre en la incertidumbre si la ama, o no, creo que en el fondo cree que no como ella necesita. Una vez, más Antonia no fue elegida, una vez más siente que no puede arrancar de esa prisión. No sabe qué hacer, piensa vagamente en confiar, en que desaparecerá de su corazón esa angustia, necesita vomitarlo, no sabe cómo. Busca el agujero, no lo encuentra, busca algo que la conecte con ese sentimiento de ser cuidada, protegida y de no sentir el vacío del alma.
Tal vez, Antonia encuentre un nuevo agujero, esta vez, no dudará en lanzarse, ahora que sus cabellos se están tornando grises, ahora que la sangre roja no emana mensualmente de ella, ahora que las venas de sus manos están cada vez más azules y levantadas se pregunta si existirá un nuevo agujero que la lleve por fin a ese lugar donde pueda sentirse perteneciente, a veces ella cree que ese lugar surgirá cuando pueda juntarse con su dos pepes.
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