
Un ego lleno de heridas, todas en carne viva… ninguna cicatriz, de todas ellas nace la sangre hirviendo a borbotones, ella decidió dejarlas todas abiertas ya que su soberbia nunca la hacía responsable de sus actos, ella que se creía merecedora de todo, dejaba sus heridas abiertas
Todas sus heridas las disfrazaba con el traje de encantadora de serpientes… Una voz dulce triunfaba en cada una de sus conquistas, tenía finas tretas con las que manipulaba a sus víctimas y es que cuando podían reconocer las torcidas verdades que ocultaban sus encantos, ya eran despojos humanos.
No establecía ningún plan porque su experiencia la hacia dueña de la capacidad de decisión de aquel al que había hecho preso de sus ardides.
Se movía hábilmente y sigilosamente… Todo comenzaba con una voz azucarada, por la que todos se sublevaban a sus “encantos”, siempre dispuesta, siempre haciéndoles creer dioses de un edén diseñado solo para ellos, su mejor arma… sus lisonjas… sin dejar atrás el juego de dependencia al que sometía a su presa.
Hasta que no los tenía adormecidos y perdidos en “sus encantos” adornaba cada una de sus palabras y actos…
Era capaz de ofrecer el mundo en bandeja de oro, prometía un amor ideal en este mundo terrenal, tan “diferente” que para él, acabaría en obsesión… y entonces es cuando ella decidiría liberarlo, pues su ego necesitaría una nueva presa…
Ahora preso de su obsesión… ya solo podía verla a ella en otros cuerpos, en otra piel, en otras voces…
Una obsesión que lo alejaba de lo humano, y lo espiritual, ya no reconocería verdaderas almas, y renunciaría cualquier conexión metafísica … ciego y obsesionado ya sólo sería susceptible al siseo de su depredadora.
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