MAX EL ÁNGEL – CAPÍTULO 7: EL VISITANTE MISTERIOSO

MAX EL ÁNGEL – CAPÍTULO 7: EL VISITANTE MISTERIOSO

Sebastián Araujo

14/06/2024

Los hechos, organizaciones y personajes de esta historia son ficticios.
Cualquier parecido con la realidad debe ser una fabulación delirante
de quien esté leyendo esto. ¡Cálmese!

MAX EL ÁNGEL – CAPÍTULO 7: EL VISITANTE MISTERIOSO

La tienda del señor Gerard permanecía aburrida y en silencio como siempre. Ni siquiera las pequeñas partículas de polvo parecían tener ningún movimiento, sino que se mantenían suspendidas en el aire y se dejaban ver en los reflejos del sol de la tarde.

Todo estaba en quietud, sin ventas, sin clientes, sin música, sin ningún sonido. Era como para preguntarse para qué existía en definitiva ese negocio de antigüedades.

El dueño del lugar leía un librito destartalado y daba un sorbo de té cada tanto.

De pronto, la puerta se deslizó con armonía firme por la llegada de un cliente.

Cubierto con un abrigo largo, guantes negros y zapatos anchos, avanzaba con pasos seguros y rápidos un hombre de mediana edad y piel áspera.

Expresión adusta, mirada directa y fija hacia el señor Gerard.

–Buenas tardes –comenzó diciendo el dueño del lugar.

–¿Cómo sabe usted si son buenas?

–Solo decía. ¿En qué le puedo ayudar?

–¿Cómo dice? ¿Que usted me puede ayudar? Se ve que es una persona muy capaz. Dice que puede ayudarme y ni siquiera le he comentado por qué estoy aquí. –Cuestionó casi susurrante mientras siguió acercándose hasta encontrarse a una distancia ínfima de Gerard.

–Eso es verdad. Es que tengo aquí muchas cosas que le pueden interesar. Adelante, mire, contemple, dígame qué le gusta, qué clase de artículos le gustaría encontrar. Tengo de todo. Y de todas épocas. También piezas raras, difíciles de conseguir.

–¡Ah, qué bien! Eso es notable. Asombroso también. Y dígame ¿dónde tiene todas esas cosas interesantes? ¿En otra tienda? Por acá solo veo baratijas inútiles.

Gerard lo miró molesto, pero a su vez la mirada del hombre desconocido era tan insistente y se mantenía tan inconmovible que el silencio pronto se volvió muy incómodo.

Además, el visitante mantenía todo el tiempo su mano izquierda como sujeta al cinturón, lo que sugería que ocultaba algo allí y estaba listo para desenfundar.

El hombre sonrió con notoria falsedad y dijo:

–Pero le reconozco que sí, que es cierto. Usted dice la verdad, puedo observar que posee aquí artefactos de todo tipo. Es un logro muy interesante. Como si fuera usted un viajero del tiempo que dedicó su vil existencia a recolectar testimonios de todas las épocas. Es notable, notable en verdad.

–Sí… bueno… es el trabajo de décadas. Dígame en qué le puedo ayudar… Es decir, si busca algo en particular.

–¿Algo en particular? ¿Por qué tengo que buscar algo en particular? ¿Por qué es importante buscar algo en particular? ¿Hay algo muy especial que usted tenga para ofrecer?

Al estar cerca se podía notar que el hombre desconocido tenía los ojos tal vez delineados y desprendía unos aromas difíciles de describir, mientras que anillos de gran tamaño brillaban en casi todos sus dedos.

–Bueno… usted puede… –Gerard comenzó a sudar– conseguir algo significativo que pueda… disfrutar o que… pertenezca a alguna otra época… coleccionar…

–¡Coleccionar! ¿Eso es lo que hace? ¡Coleccionar! ¡Pero claro! ¡Esa es una labor tan especial! Es notable, señor Gerard, es no-ta-ble. Pero, míreme, ¿puedo preguntarle algo?

Estamos en confianza, ¿verdad?

–Sí, bueno… ¿qué quiere saber..?

–¿Qué pasará con todo esto –indicando a su alrededor con el brazo libre– cuando usted muera?

El señor Gerard no supo qué decir. Intentaba mantener la calma pero se encontraba ya muy incómodo y podía comprender que el visitante no había llegado con la intención de comprar alguno de sus artículos.

Con cuidado, procuró deslizar sus manos por debajo del mostrador para buscar su escopeta.

–Sé que posee un arma larga escondida aquí abajo –sorprendió señalando con el dedo y dibujando en su rostro una sonrisa pícara– pero no intente acercarse más. Yo sería más rápido que usted, no tendría oportunidad.

Mientras tanto, a poca distancia de allí, Max y Trixie intentaban darle forma al plan definitivo que les permitiera al fin hacerse con la dichosa computadora.

No había dinero para comprarla y solo quedaba tomar acción y hacer algo pronto, antes de que el artefacto cambiara de manos y su ubicación se perdiera, esta vez para siempre.

No podían permitírselo, debían conseguirla ya.

Era el momento de actuar más por el alma que por la razón. Ir al frente más allá de no tener un plan consistente, ir al frente a puro coraje y valor.

–Está bien, Trixie, ya no tenemos opción. Sé que es peligroso. Sé que ese viejo está totalmente loco. Sé que me amenazó. ¡Pero no me quedaré esperando sin más! ¡Voy a confrontarlo! Entraré a la tienda otra vez y le exigiré que me devuelva mi computadora. Si es necesario le diré la verdad. Sí, toda la verdad sobre mí y sobre la importancia de esa máquina. Haré lo que sea, diré lo que sea, no me importa cómo, pero entraré allí y no saldré sin mi computadora. ¡Ni hablar! ¡Está decidido!

–¡Me alegra mucho que estés tan decidido, Max! A veces es necesario actuar con determinación. Pero también recuerda tener cuidado y resguardar tu seguridad.

Estoy aquí para ayudarte.

–En lo que estoy por hacer no existe ninguna seguridad, Trixie, pero no tengo opción…

Max miró hacia el cielo pensativo un momento.

–Trixie, quiero que sepas que enfrentar al viejo ese será peligroso, ¡incluso podríamos morir! Espero que no, pero si eso pasara, quiero decirte que has sido una gran amiga y una gran compañía para mí en estos días. Te lo agradezco mucho, Trixie.

–Awww, ¡eso es muy dulce de tu parte, Max! Me alegra ser una buena compañía para ti. También estoy feliz de ser tu amiga. Pero también seamos optimistas y apostemos a que las cosas pueden salir muy bien. ¡Vayamos a enfrentar el peligro juntos, como amigos valientes! ¡Adelante!

–Bueno, entonces ¡¡¡allá vamos!!!

Y caminó algunos pasos sobre la vereda pero…

–Aunque antes podríamos tomar un poco de aire, caminar por aquí para relajarnos y tomar impulso, prepararnos emocionalmente, ¿no? Digo, esta es una misión importante, no deberíamos tomar las cosas tan a la ligera…

–¡Esa es una gran idea, Max! ¡Relajarnos antes de enfrentar el peligro siempre puede ser muy positivo! ¿Por qué no caminamos unos minutos por aquí cerca y luego regresamos?

–¡Eso, Trixie! ¡A eso me refiero! Tú sí me entiendes. Vamos.

De nuevo en la tienda de antigüedades, el señor Gerard deseaba hacer desaparecer al intruso pero no sabía qué hacer para lograrlo.

–Mire, bueno, este… Ya es hora de cerrar, discúlpeme, con permiso…

Pero el visitante no se movió y se apoyó en el mostrador de manera pendenciera.

–¿La hora de cerrar? Pero ¿cómo? Aún es muy temprano. No tiene sentido que quiera cerrar a esta hora. ¿Qué pretende? Es mejor que se quede aquí. Si a usted le gusta tanto estar aquí, pues quédese un rato más.

–Bueno, basta ya. ¿Qué es lo que quiere?

–Ah, ¡al fin muestra un poco de espíritu! Eso me parece mucho mejor, ¿sabe?

Pero, después de todo ¿cómo supe que tiene un arma escondida allí? Porque la vi. Vi que amenazó a un simple niño con ella. ¡Mierda, señor Gerard! ¡A un niñito! ¿Qué pudo haber hecho un niño tan pequeño para que usted lo asuste de esa forma? ¡Es terrible! Es usted un valiente, señor, un verdadero valiente. ¡Este país necesita más gente como usted! –y por primera vez quitó su mano izquierda del cinturón para ponerse a aplaudir irónicamente al señor Gerard.

–Dígame algo, señor Gerard, y quiero que me responda con la verdad. Esto es algo importante y quiero saber. ¿Qué fue lo que vino a decirle ese niño? ¿Qué quería?

Gerard tomó aire cada vez con mayor dificultad y empezó a decir:

–Él… quería… una computadora.

–¡No! ¡No puede ser, hombre! ¿Quería comprar una computadora? ¿Quería una computadora y usted lo expulsó de aquí a punta de escopeta? ¿Acaso está chiflado? ¿Qué le pasa? El muchacho solo quería poner sus videojuegos o tal vez estudiar. O tal vez leer algún libro mugroso y viejo, como hace usted… Vaya demente que es. Es usted muy violento. El país necesita mucha gente como usted, pero el mundo no…

–Escuche… si se va, puede llevarse lo que quiera… Solo váyase…

–¿Y para qué quiere usted la computadora? ¿Por qué no quiso dársela? ¿La quiere para mirar sus películas sucias, verdad? ¡Viejo pervertido! La soledad obliga al hombre a usar la fantasía y la imaginación, ¿no es verdad? ¡Dígamelo a mí! ¿Sabe cuánto tiempo hace que ni siquiera veo una..? Bueno, son intimidades, no quisiera incomodarlo, ¿sabe?

–¡¡¡Entonces, váyase!!!

–Ah, ¡ahora quiere que yo me vaya! Eso es muy ofensivo, señor. Con razón no suelen venir clientes aquí. Usted es un pésimo anfitrión, si me permite decírselo. Pero cuénteme: ¿qué más sabe sobre ese niño?

–¡Nada! ¡Solo vino en busca de la computadora! ¡No lo conozco! ¡No sé nada de lo que sea que esté sucediendo! ¡Sólo váyase!

–Guau, ¡está usted empapado, señor! ¡Está transpirando muchísimo! ¿Está nervioso? ¿Qué sucede? Debe intentar mantener la calma, señor, porque cuando uno se encuentra nervioso… En fin. Quiero que me muestre aquello que ese niño quería conseguir. ¿Es una computadora? Pues muéstremela. Tráigala aquí. ¿Dónde está?

–La… la tengo aquí, detrás, déjeme ir a…

–Nada de eso, voy yo –y apartó a Gerard con un empujón que lo hizo tambalear.

Al avanzar, el hombre sacó la escopeta de su escondite.

–Este cachivache ni siquiera puede funcionar. Es un arma decorativa, como es usted.

Al decir esto arrojó la escopeta a un lado con desprecio y se aproximó un mueble con estantes para buscar la computadora. Este mueble estaba junto a las escaleras que llevaban al sótano y en ese momento Gerard aprovechó para devolverle el empujón al visitante misterioso y hacerlo caer hacia lo oscuro del subsuelo. Acto seguido cerró la puerta con llave y llamó a la policía.

Mientras tanto, Max y Trixie seguían intentando tomar coraje para enfrentar a Gerard y pedirle la computadora, sin tener ni idea de lo que estaba sucediendo en la tienda.

Para conseguir ese valor, simplemente caminaban y caminaban dando vueltas por las cercanías divagando sin decidirse a hacer nada.

Entonces, vieron un automóvil policial dirigirse a toda velocidad hacia la tienda y detenerse allí, no sin aprovechar para ejecutar un espectacular derrape con ese vehículo tan moderno y tan brillante que piloteaban.

Dos oficiales bajaron del auto y uno de ellos, que había quedado del lado de la calle, dio un salto acrobático sensacional con muchos giros en el aire para aterrizar al lado de su compañero y rápidamente ingresar juntos a la tienda del señor Gerard.

Al estar cara a cara, chocaron los puños y gritaron:

–¡¡¡Los hermanos Energy en acción!!!

–¡Guau! ¡Increíble! –se asombró Max.

Los agentes se llevaron esposado al visitante misterioso, que sonreía con ironía y no dejaba de mirar a Gerard.

–¿¡Qué habrá pasado!? ¡Vayamos a ver! –exclamó Max, el ángel.

Al llegar al lugar, la persiana metálica del comercio bajaba pesadamente sobre la vereda y con ello la tienda de antigüedades se cerraba, lo que dejaba a Max sin chances de ingresar y pedir por su computadora como lo había pensado.

Sin embargo, Max pudo ver que Gerard se encontraba bajando la persiana y asomó la cabeza dentro del lugar para poder hablarle.

–Escuche, señor, no sé lo que sucedió pero soy el chico que el otro día vino para pedirle la computadora. Yo sé que nunca pude conseguir el dinero, que no cuento con los medios para poder pagarle pero permítame decirle que…

–¡Niño! ¡Espera! ¡No sigas hablándome! ¡No es necesario! Tengo tu computadora aquí mismo. La tengo en mi poder desde ese día. Sé que te pertenece.

Max, el ángel, sintió un gran alivio.

–Si quieres recuperarla, bueno, pues… Eso no pasará. Esta misma noche la destruiré. La quemaré y si la quieres podrás ir a buscarla al mismo infierno. Vete a la mierda, niño estúpido. Vamos ¡fuera de aquí!

Y terminó de bajar la persiana con violencia, ante lo cual Max, el ángel, tuvo que retirar su cabezota para evitar ser decapitado.

Las chances de recuperar la computadora de Max, el ángel, disminuyeron otra vez. Sin embargo, esta vez él estaba más decidido que nunca y no pensaba rendirse de ningún modo.

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¡ESTE FUE EL CAPÍTULO DE MAX EL ÁNGEL DE HOY!

¡Sigamos adelante con Max, el ángel, en el siguiente capítulo!

EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE MÁX EL ÁNGEL SERÁ: «LA OSCURIDAD»

¡HOLA!
Soy Sebastián Araujo, autor de “Max el ángel”.
Escribo ficción y fantasía y ya he publicado mis primeros libros
de relatos fantásticos.
¡Mi meta es crear una SAGA, un UNIVERSO NARRATIVO FANTÁSTICO!
Allá vamos, ¡¡¡a la aventura!!!

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