Sofía era una joven estudiante de arquitectura que vivía en un pequeño apartamento en el corazón de la ciudad. Le encantaba la tranquilidad de su hogar, pero una mañana, un ruido constante y molesto proveniente del apartamento de arriba interrumpió su paz. Era un sonido de martilleo y arrastre que parecía interminable.

Decidida a descubrir la fuente del ruido, Sofía subió las escaleras y tocó la puerta del apartamento del tercer piso. La abrió un hombre mayor, de aspecto amable pero con un rastro de cansancio en sus ojos.

Buenos días, soy Sofía, vivo abajo. He estado escuchando mucho ruido esta mañana. ¿Todo está bien? preguntó con cortesía.

Oh, lo siento mucho. Soy Antonio, estoy intentando montar un viejo rompecabezas que encontré en el ático, pero se me ha caído varias veces. No quería molestar y se disculpó.

Sofía, al ver el rompecabezas, sintió curiosidad. Le encantaban los desafíos y pensó que podría ayudar.

No se preocupe, ¿le gustaría que le ayudara? 

Antonio aceptó encantado, y Sofía pasó a su apartamento. Era un lugar acogedor, lleno de recuerdos y objetos antiguos. En el centro de la mesa, el rompecabezas de mil piezas estaba esparcido, con apenas una pequeña porción completada.

Es un rompecabezas especial. Lo compré hace muchos años en un viaje a Europa. Representa una ciudad antigua, pero nunca he logrado terminarlo explicó Antonio.

Trabajaron juntos durante horas, hablando de sus vidas y compartiendo historias. 

La tarde pasó rápidamente y para la noche, solo les quedaba una pieza por colocar. Sin embargo, por más que buscaron, la última pieza estaba desaparecida.

Debe haberse caído en algún lugar dijo Sofía, mirando debajo de la mesa y en todos los rincones posibles.

Antonio suspiró, resignado.

Es el destino, supongo. Nunca he podido completarlo y lo dijo con tristeza.

Sofía,siguió buscando.Finalmente, levantó una vieja caja de zapatos que estaba en el rincón de la habitación, y ahí, en el fondo, encontró la pieza faltante. Sonrió triunfante y la llevó a la mesa, aquí está la última pieza.

Antonio la tomó con manos temblorosas y la colocó en su lugar. El rompecabezas estaba completo, revelando una hermosa imagen de una ciudad europea antigua. Los ojos de Antonio se llenaron de lágrimas de alegría.

Gracias, Sofía. No sabes lo que esto significa para mí dijo emocionado.

Desde aquel día, Sofía y Antonio se convirtieron en buenos amigos. Cada semana, se reunían para charlar y compartir sus vidas, demostrando que a veces, los pequeños conflictos y sucesos cotidianos pueden llevarnos a las conexiones más significativas y memorables.

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