En una ciudad costera pequeña, Maya y Esau crecieron juntos, y eran vecinos y amigos. Jugaron en la playa desde que eran pequeños: construyeron castillos de arena, nadaron en el mar, más tarde comenzaron a hacer surf. Sin embargo, con el tiempo, la amistad entre ellos se convirtió en algo más serio. Maya, alegre y de ojos brillantes, siempre se rodeaba del aura del alma de la empresa. Y Esau siempre ha sido un soñador: solo se ha sentado por días con una guitarra y ha escrito canciones, algunas de las cuales también fueron escritas sobre Maya.Así, una tarde de verano, encima de la caida del sol, se reunieron en el lugar favorito de Maya y Esau: una cala tranquila y escondida lejos de la algarabía y alboroto del pueblo. Allí, escuchando las olas y la brisa marina, el mundo parecía apacible y lleno de magia: carente de preocupaciones y ataduras. − Esau, ¿has escrito alguna canción nueva? −preguntó Maya interesada. − Sí, esta es especial. Para ti – sonrió Esau, sacando su guitarra del embalaje. Maya se sentó en la arena cerca de él. Una melodía tranquila y dulce comenzó a sonar y, con cada acorde extraído, las palabras del joven parecieron cobrar vida…— Eres mi luz en la oscuridad, mi refugio en la tormenta. “En tus ojos veo el mundo y en tu sonrisa, mi hogar”. Escuchando estas palabras, Maya sintió que su corazón latía fuertemente. Las palabras de Esau resumen claramente el lugar que ocupa en su vida. Cuando Esau dejó la habitación después del baile, la casa se sumió en un extraño silencio, lleno de dolor y pasión no expresados, y conjurando su propia tormenta de deseos.

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