Y que sentir cuando te impides hacerlo.
Y que sentir si ya no quieres volver a hacerlo.
Pero… todos sabemos que eso es imposible, así que intentaré describir los sentimientos que aquejan mi alma.
Sentir puñaladas por la espalda… aunque la tenga contra la pared.
Sentir lo efímero de la vida junto a ella y sentir que… en verdad… la vida junto a ella solo la imaginabas tu.
Sentir cada paso mal dado y no en el momento en el que lo diste, sino ahora dónde sientes que… no puedes más.
Sentir todo ese amor que te dió tu madre y sentir, por desgracia, que… ese amor, al que tildaban de sempiterno, se consume como las horas cuando te agarra el insomnio.
Sentir también que esos demonios que te atormentan se van con el humo que expulsas de tu boca… pero tener muy en claro que lo único que se va con el humo, son tus esperanzas y sueños.
Sentir que… tu mundo cuelga de un hilo y sentir que no vas a ser lo suficientemente rápido para atraparlo antes de que se pierda en la obscuridad que yace debajo de el. Y sentir que… aunque lo alcances… no eres Atlas como para andar aguantando ese peso sobre tus hombros.
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