Los Unos y los Otros

Los Unos y los Otros

Bruno Ravizzini

07/06/2024

El edificio “Great Winston” nunca me pareció bonito, pese a que todos los turistas admiraban su arquitectura. Por mi trabajo, todos los días entraba y salía de él en los mismos horarios. Uno de los placeres de trabajar allí, era que podía salir a fumar un cigarrillo sentado frente al encantador río Charles. El invierno no me parecía tan crudo, ya que me tocó vivir diez años en Finlandia donde realmente era intenso.

La velocidad constante de los bloques de hielo transportados por el agua prácticamente lograba hipnotizarme. Siempre pensaba que el humo de mi cigarro no pertenecía a los elementos que hacían de ese lugar un objetivo clásico para los fotógrafos aficionados.

Me quedé sentado en un banco pensando las diferentes alternativas para que el agua no corriera bajo el puente, tanto escuchar esa frase y nunca me había puesto a analizarla. Si alguna vez el río llegara a congelarse por completo dejando de correr, tengo la sensación de que hasta el tiempo podría detenerse, o que, al menos, nadie sentiría el paso del mismo. Un joven se sentó en la otra punta del banco y rompió mi hielo imaginario.

Lo miré disimuladamente y se veía bastante nervioso, la verdad que hubiera preferido estar solo pero no quise levantarme enseguida. Él me miró y sentí que ya era tarde para disimular mi curiosidad. “Disculpe, ¿No se ha acercado a este mismo banco un hombre mayor, canoso?”. Le respondí que no, de hecho, había visto pasar muy poca gente esa mañana. “Está bien, gracias. Le preguntaba porque quedé en encontrarme con una persona aquí hoy día. Mi nombre es Jorge Luís Borges”. Juraría que había escuchado ese nombre antes y puedo jurar que lo escuché numerosas veces después.

Le dije que me llamaba Varón Baptista Ditella y que prácticamente todos los días me sentaba allí a fumar un cigarrillo.

Jorge me explicó que el día anterior había acordado con una persona encontrarse en ese mismo lugar. Siendo domingo yo no estuve por ahí y por ello no lo había visto antes, ni a Jorge, ni a su amigo.

¿Cómo explicar con quién se encontraría Jorge? Cuando me lo contó, pensé que estaba ante un delirante. El encuentro, que no aconteció aquel día, era entre Jorge Luís y él mismo. Aparentemente el día anterior Jorge había conocido a un señor mayor que era Jorge Luís Borges a los 70 años. Habían conversado sobre diferentes temas y, finalmente, el Jorge mayor le había sugerido encontrarse nuevamente el día siguiente en el mismo lugar.

Como era de suponer, el Borges mayor no se presentó a la cita el lunes, lamentablemente no pude ver a los dos juntos.

“Sé que es difícil de creer, pero eso es lo que sucedió…inclusive me dejó una moneda suya y yo le pasé una de las mías”. Cuando buscó la moneda que el anciano le había pasado no la pudo encontrar. Yo hacía todos mis esfuerzos por creerle, pero nada parecía ser real. ¿Podría una persona encontrarse consigo misma en algún lugar?, en tal caso, uno sería el futuro del otro o el otro el pasado de uno. Podría ser más probable que uno se encontrara consigo mismo, pero a la misma edad, siendo ambos diferentes exponentes de un mismo sujeto. Bueno, yo intentaba razonar la situación barajando algunas alternativas engorrosas, algo que siempre me complació hacer.

“Yo no iba a venir hoy, pero algo me dijo que eso era lo que el destino esperaba de mí. Por eso estoy aquí, para tratar de forzar la historia, para ver qué improvisaba el presente, ante los planes desacertados del futuro”. Eso me pareció interesante, habíamos sorprendido al presente, lo que estaba sucediendo en ese momento era producto de una improvisación de los tiempos.

Mientras escuchaba a uno de mis maestros en esto de la escritura, recordaba aquellos cuentos que escribí de jovencito. Como aquel que hablaba de un pintor introvertido que se termina suicidando por el amor que sentía hacia una mujer que nunca conoció.

Sonaba tan interesante e ininteligible lo que decía Borges, era como escuchar a uno de sus cuentos hablando de su creador. Algo me hacía sentir que compartíamos algunas imágenes, como que nuestras vidas se unían en algún punto por alguna razón, que no puedo descifrar.

En un momento de la conferencia, Jorge Luís contó algo totalmente extraño que le había sucedido el día anterior. Se había encontrado consigo mismo, pero a la edad de 19 años. Habían dialogado sobre la diferencia de los tiempos y le había contado parte de su futuro al Jorge menor. Lo más cómico del relato, fue que él le propuso al Borges de 19 años encontrarse al día siguiente, pero luego decidió no ir a la cita. Dijo que el tiempo lo había cambiado, que ya no intentaba vivir dos veces ese tipo de experiencias. Temía que la repetición le quitara misticismo a hechos así.

Borges realmente había sorprendido a todos con aquello que contó. La verdad que era difícil de creerle, pero por qué dudar de su palabra. Es evidente que hay una causa particular por la cual él ha logrado encontrarse a sí mismo, a diferencia de nosotros. No creo que haya muchos preparados para ese eventual encuentro. Yo siento que alguna vez me puede suceder. Cuando uno ha dedicado su vida a escribir historias, siente que son demasiados los personajes que han quedado flotando en el tiempo. Y los escritores somos un poco culpables de eso, porque somos muy hábiles para hacerlos nacer, pero, lamentablemente, ni somos capaces, ni tenemos decisión en hacerlos desaparecer.

Etiquetas: borges elotro

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