En el pequeño pueblo de Juchitepec, todos se conocen y las miradas se siente muy a lo lejos en donde ahí vive don Gregorio, un hombre muy respetado. Este señor siempre tiene el rosario en mano y las palabras justas en la boca. Es el primero en llegar a misa y el último en irse los domingos “como un buen hombre”.
Pero a lo lejos de los ojos curiosos de la ese pueblo, don Gregorio lleva otra vida. En la bodega de su casa, donde no llega el altar familiar decorado con santos y vírgenes, esconde botellas de licor, cartas de apuestas ilegales y una colección de revistas que nadie en Juchitepc debería ver.
Es conocido por su voz fuerte contra la decadencia moral y los vicios de la juventud. En la plaza del pueblo, su voz es muy escuchada cuando sermonea a los jóvenes sobre los peligros de la bebida y el juego. Diciendo; «¡La moralidad es algo indispensable en nuestra sociedad!», proclama, y la gente lo aplaude.
Sin embargo, por las noches,, don Gregorio disfruta de cada sorbo de sus chelas y de cada carta repartida en su mesa de juego. Sus manos, que durante el día elevan oraciones, por la noche se mueven con destreza entre fichas, mientras su mente ve las ganancias y pérdidas.
Los vecinos lo ven como buen buen ejemplos de la moral y las buenas costumbres. Nadie sospecha que, tras esa fachada, se esconde un hombre que vive en contradicción con sus propios preceptos. Nadie, excepto alguien que una noche de luna llena lo descubre en plena partida, riendo y brindando con un grupo de “amigos”
Se había escuchado muchas veces los sermones de don Gregorio y se habían sentido culpables por sus propios deslices. Al ver aquella escena, una revelación golpeó con fuerza. La doble moral de don Gregorio se presentó como un espejo, reflejando no solo la hipocresía del hombre, sino también la del pueblo entero, que prefiere vivir bajo una apariencia de buenas obras antes que enfrentar sus propias contradicciones.
Desde esa noche, decidieron observar con nuevos ojos. Se dieron cuenta de que cada casa, cada rostro, escondía secretos y mentiras, y que la doble moral era la verdadera religión de Juchitepc . Se pusieron dar cuenta de que en la vida cotidiana, la apariencia es más valiosa que la verdad, y que la doble moral no es un pecado, sino una necesidad para sobrevivir en un mundo de juicios y miradas severas.
El pueblo sigue su curso, con don Gregorio al frente de cada procesión, cada misa y cada sermón. Pero algunos con un nuevo entendimiento, decidieron no callar. Comenzaron a cuestionar en voz alta, a desafiar las verdades impuestas, y aunque muchos miraba con desdén, otros empezaron a ver la realidad de sus propias vidas reflejada.
La doble moral de este pueblo una vez más oculta bajo capas de piedad y buenas costumbres, empezó a desmoronarse, revelando la verdad cruda de una comunidad que había vivido demasiado tiempo en la sombra de sus propias mentiras. Y así, el pueblo, lentamente, comenzó a cambiar, impulsado por la valentía de alguien que se atrevió a ver más allá de las apariencias y a desafiar la hipocresía cotidiana.
La doble moral es un fenómeno en nuestras vidas. Nos gusta pensar que vivimos de acuerdo a altos principios, pero en la práctica, con gran frecuencia hacemos cosas y nos engañamos a nosotros mismos es un reflejo de cómo las apariencias pueden dominar la realidad. Nos enseña que detrás de cada fachada de moralidad, puede haber contradicciones y secretos.
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