Estación de la Eternidad

Estación de la Eternidad

Canano

02/06/2024

El eco metálico de sus pasos resonaba en la estación desierta. Julián se sentó en el banco de madera, el frío penetrando hasta sus huesos. Aguardaba un tren que no sabía si llegaría, un tren que parecía más una fantasía que una realidad.

Un silbido lejano rompió el silencio. Unos faros iluminaron la oscuridad, y el tren emergió, cada vagón chirriando en una sinfonía de metal contra metal. Mientras se detenía, Julián se levantó, sus ojos fijos en las ventanas iluminadas.

El primer vagón reveló un niño jugando en un campo de flores, su risa resonando en el aire. Era él, décadas atrás, lleno de inocencia y alegría.

El segundo vagón mostraba a un adolescente besando a una chica bajo un árbol, sus corazones latiendo al unísono. Era su primer amor, un amor puro y apasionado.

Vagón tras vagón, Julián fue testigo de su vida. Su graduación, su boda, el nacimiento de sus hijos, sus éxitos y fracasos, sus alegrías y tristezas. Cada ventana era un portal al pasado, cada imagen un recuerdo vívido.

El último vagón se detuvo frente a él. La luz interior era tenue, casi fantasmal. Una figura encapuchada descendió, su rostro oculto en las sombras. Julián reconoció la guadaña que llevaba en su mano, el símbolo inequívoco de la muerte.

La figura se acercó, extendiendo una mano huesuda. Julián no sintió miedo, solo una profunda aceptación. Había visto su vida pasar ante sus ojos, había vivido cada momento con intensidad. Ahora era el momento de partir.

Tomó la mano de la muerte y juntos subieron al tren. Las puertas se cerraron con un chirrido final, y el tren se alejó, desapareciendo en la oscuridad. La estación volvió a quedar desierta, solo el eco de sus pasos resonando en el silencio.

Etiquetas: vida y muerte

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