LA CABAÑA EN EL BOSQUE
Un buen misterio no es cosa mala,
depende, porque después de haber tenido una vivencia un poco rara,
no sé, no sé.
Por fin lleguemos al chalet de montaña
perdido en la nada. Que largo que se había hecho el viaje, casi nos
quedamos sin gasolina confiando que habría pueblos más cerquita.
Menos mal que pudimos comer muy bien en ese pequeño restaurante de carretera.
¿Tienes las llaves? Si, aquí están.
En ese momento estaba pensando en Dani mi compañero de trabajo,
siempre con su libro debajo del brazo, el empollón como lo solemos
llamar gentilmente. Fue el que nos prestó su chalet para pasar unos
días en estos parajes tan lindos, rodeados de bosques, con lago al
final de la senda, y nieve esparcida por la hierba. Toda una postal.
Como era tarde y hacía frío,
encendimos la chimenea. Un buen tocón de madera caldeo enseguida el
ambiente. Nos acomodamos, dimos una vuelta, y después de cenar, y
pasar un buen rato oyendo crepitar la leña, y quedarnos embelesados
mirando las llamas, decidimos acostarnos. Estábamos cansados.
Se había levantado bastante aire, y
era difícil conciliar el sueño. De pronto, no sé que hora pudo
ser, oímos un estruendo muy fuerte, y al instante, unos gritos de
esos que hacen que se te hiele la sangre, con el aire que golpeaba
las contraventanas, era horrible. Inmediatamente, saltemos de la
cama, intentemos encender las luces, no hubo forma, estábamos a
oscuras. Menos mal que los móviles hoy en día llevan linterna.
¿Qué es eso, fue lo primero que
dije? Has oído, por favor, no habrás la puerta de la calle. ¿Será
algún lobo cazando o algún cazador contesto mi pareja?
¿A ver si es alguien que necesita
ayuda?
No podemos salir dije yo, no sabemos
lo que hay fuera, y si es alguien que nos quiere atacar no tenemos
nada para defendernos.
Otro estruendo, que miedo, era un
ruido muy fuerte que retumbaba en la noche. Nada de subir al piso de
arriba. Así que volvimos a encender la chimenea, para pasar las
pocas horas que quedaban hasta el amanecer, allí en el salón. Claro
esta que si nuestros móviles hubieran tenido cobertura, nos
hubiéramos sentidos más seguros.
Por fin de madrugada, y al para el
aire, nos venció el sueño.
Que día más bonito se había
levantado. Corriendo abrimos la puerta para investigar por fuera.
Pero todo parecía normal, ninguna pisada en la nieve, solo el sol
caldeando poquito a poco.
¿Qué pudo haber sido lo que oímos,
esta noche pasada?
Creo que no lo sabremos nunca.
¿Qué hacemos?
No sé, esto es muy bonito, pero sabes
lo que te digo, que otra noche así, no me apetece pasar. Recojamos
todo. Adiós cabaña y paisaje idílico. Regresamos a la tranquilidad
de nuestra casa.
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