CAPÍTULO 1
Parte 1
Sentado en una silla de colores dorados, se encontraba un hombre de mediada edad, sus débiles ojos veían a la nada, una nada distante a su presente. Alzando un vuelo infinito, pero arrastrado hacia el suelo, sus dedos se levantaron tratando de romperse junto con el tiempo que yacían inertes.
El hombre se despertó y abrió los ojos una vez más. Tratando de moverse, parpadeó un par de veces, para finalmente volver a la vida.
«…», inesperadamente, recibió un breve saluda sin voz. Una luz jamás antes vista, se posó frente a la ventana y lo observó como volvía a sus sentidos.
El hombre sintió una extraña fuerza nacida de reconocerse y verse en un espejo que se arremolinaba infinitas veces. Levantó como nunca su brazo, pero cuando vio que era imposible, reunió todo en la punta de su dedo, tratando de romper el espacio a su alrededor y corresponde al saludo.
Antes de que se diera cuenta, unas pequeñas chispas brillantes con patrones del infinito como los que veía fuera de la ventana se formaron en todo su cuerpo, cubriendo cada centímetro de su piel, para finalmente comprimirse en millones de capas, que envolvieron su dedo.
Irónicamente, rompiendo la barraré más singular entre él y él, todo lo que lo rodeaba, tanto fuera como dentro de donde se encontraba, se comprimió de una manera antinatural. De desquebrajarse, a triturarse, para acabar en pepitas, y desaparecer.
El gran espacio en el que se encontraban, cientos de millones de kilómetros, desaparecieron como arte de magia, dejando al pasado y al presente cara a cara.
… … … …
Parte 2: Primer encuentro
…
«Pide un deseo» su voz se escuchó como un breve susurro fugaz, casi inaudible, “sentí que debía apresurarme”, la luces alrededor comenzaban a ser opacadas, el movimiento de la gente se detenía y se aceleraba.
«No sé» respondí algo apresurado, traté de mantenerme mirando una imagen de lo que alguna vez quise, pero difícilmente me mantuve enfocado en algo tan abstracto.
El ruido circundante llenó hasta el último espacio silencioso, los carros chirriaban, traté de retroceder lo más rápido que pude, agachándome en el proceso.
Las pisadas se hacían cada instante más y más silenciosas, deteniéndose repentinamente.
Dentro de mí traté de imaginar un lugar aún más silencio, un lugar seguro para descansar.
«Mira las luces» las imágenes brillantes en el cielo remplazaron la atmosfera estrellada de la noche, ráfagas de viento envolvente sacudían las hojas de los árboles lejanos, llegando hasta mis pies, elevándolos por los aires un par de segundos.
«Es increíble» cegado por una vista de ensueño, lo abandoné todo, dejé de lado la realidad, avance inconscientemente hacia el costado, rompiendo en pedazos un muro pintado por palabras imaginarias.
«Corr-n» medio segundo después, en medio de una pausa que me dejó al borde de la nada, una voz se alzó entre las más de mil voces circundantes.
Todos mis sentidos dieron un salto, cada centímetro de mi piel ardió como nunca antes lo había sentido, “…” Di un respiro y miré de donde provenía tal voz.
Antes de que pudiera procesar lo que veía, sentí rápidamente como una parte de un auto se hundía profundamente en mi estómago, mis entrañas se comprimían a una velocidad casi instantánea, un fuerte dolor atravesó mi espalda, dejándome sin aliento y vomitando sangre a chorros.
“Maldita sea!” “¿Por qué?”
“!!!”
En la oscuridad absoluta, en el infinito páramo de sombra, en el fin de una vida. Una pequeña luz emerge y se une con el alma, y crea el bryla.
Cuando abrí los ojos, lejos de estar en el hospital o vagando por el lugar después de, me encontraba perdido en la nada, en un espacio completamente oscuro, no podía ver mi cuerpo, solo una luz rojiza y dorada en medio de mí, la cual se iba apagando y difuminándose con cada paso que daba hacia algo más que llamaba mi atención como nunca antes lo había sentido.
En el medio de la nada, se encontraba otra luz de un tamaño diminuto, girando incontables veces en su misma superficie, en un remolino infinito.
“Dorado, Púrpura, Azul, Verde”
Antes de dar el último paso y encontrarme frente a aquella luz, la luz dentro de mí se abalanzó hacia aquella esfera de colores y choco fuertemente, provocando un fuerte impacto que congelo todo a mi alrededor.
Poco a poco, el hielo alcanzó parte de mí, convirtiendo las sombras que formaban mi cuerpo en fragmentos verdes, azules, púrpuras, rojos y dorados, los cuales me reconstruyeron de forma instantánea.
Las esferas se combinaron y se integraron aumentando su tamaño hasta el tamaño de una mochila, la cual giraba cientos de veces más rápida que antes y mostraba un círculo dorado con todos los colores recubriéndolo de forma armoniosa. Alcé la mano hacia aquella belleza de obra maestra. No sentí peligro. Simplemente coloqué mi mano por debajo y dejé que cayese en mi palma. Sentí frío y calor, calma y desesperación.
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