Cuando era niña me sorprendía por todo. Podía asombrarme un insecto caminando lento por la orilla de una mesa, como también la voz del viento enfurecido colándose por las puertas y ventanas durante los nortes en Veracruz, México.
Mi imaginación era grande. Corría despavorida en la playa huyendo entre carcajadas y nerviosismo de la ola y su blanca espuma que quería atraparme. Mi papá era el héroe gigante que me salvaría ante las olas rebeldes elevándome entre sus brazos hacia el cielo como avión.
Cuando era niña, mis mayores problemas venían cuando mi paciente, jugando al doctor, decidía que no quería tomarse el jarabe Bredón para la tos, y quería que le recetara algo para el dolor de estómago. ¡Vaya situación!
Cuando era niña solía pasear en los pasillos de mi casa en mi bici con llantitas traseras. Un símbolo de crecimiento el día aquel que le quitaron las llantitas. Se me esfumaba la infancia.
Cuando era niña y me presentaron a un perro, huí descontrolada por miedo a ese nuevo ser de cuatro patas que me olfateaba y perseguía por todos lados. Afortunadamente vencí ese temor en muy poco tiempo.
Cuando era niña gocé sin duda cada día con todas sus horas, corrí descalza, nadé hasta entrada la noche, jugué con escarabajos “papalote” atando su patita a un hilo y viéndolos volar torpemente (hoy me parece algo terrible y me arrepiento de esos juegos de barbarie) robé dulces a mi abuelito, hice travesuras con mis primos, jugué guerritas de globos con agua, también de almohadazos con mis amigos. Bañé a mis perros en el jardín, hice pasteles de lodo decorados con pasto y flores, y al final de cada día me iba agotada de tanto vivir… de tanto reír por una niñez plena.
Era una neanderthal con los moños a punto de caer de la cabeza tras tanto zangoloteo. Era divertido ver a mi madre abriendo los ojos desorbitados advirtiéndome con esa mirada iracunda que sus litros de gel deberían durar en mi ultrajado y estiradísimo cabello soportado con ligas que previamente me colocó… y no. Al menor descuido ya andaba greñuda de nuevo. “¡Estas greñas Alfa Elena!” refunfuñaba mi madre mientras intentaba colocar nuevamente las ligas.
Cuánto gozo, cuanta diversión queda en mi mente, momentos eternizados en fotos, en cartas o dibujos, siempre terminaré con una sonrisa recordando cuando era niña.
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