Compré un billete para viajar contigo, sin tiempo, sin saber quien eras ni donde estabas; sin saber cuando te encontraría, sin saber siquiera, si era verdad que existías; pero me arriesgué a pagar el precio de no saber cuando encontrarte; porque mi cabezonería no me permitió renunciar a la ilusión de que tu eras real; y me enredé en continuos huracanes en los que discutía conmigo misma sobre si eras ese o aquel, sobre si seguía adelante en mi búsqueda o renunciaba a la locura que me llenaba el corazón.

Pero nunca pude renunciar a ti, pues estabas continuamente en mi cabeza; sin conocerte, te convertiste en mi debilidad, en mi necesidad, en mi filosofía; porque nunca tiré la toalla, aunque estuviera cansada de buscarte y me vinieran pensamientos de desaliento, porque cuando me tocaba el corazón, notaba la realidad y la realidad es que mi corazón siempre latió por ti, siempre latió para ti, porque tu fuiste quien lo colocó en mi pecho y quien le dio el primer empujón para que comenzara a latir.

Por eso, yo tuve que venir a este mundo antes que tu, porque sólo uno de los dos podía recordarlo todo y tu, te sacrificaste para que fuera yo, tu te quedaste en el otro plano, por un tiempo más, siendo un ser sin cuerpo, para ayudarme a mi, para acompañarme en mi nacimiento en esta vida, para que al nacer y venir a este mundo, yo te pudiera seguir recordando y entones te despediste de mi y sólo se quedó en mi  ese recuerdo de tu esencia, pero por eso sabía que eras real, por eso sabía que te encontraría, porque yo siempre he sentido que mi corazón no es mío, y yo sabía que tenia que encontrar a su dueño para devolvérselo, porque mi corazón, siempre fue, será y es tuyo.

Al dueño de mi corazón.

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