Recuerdo que no te vi al instante. Fuiste revelada paulatinamente ante mis ojos. Poco a poco distinguí tu imagen en mi realidad. Sin duda te notaba pues eras, para mi al menos, la forma, el color, el sonido y el sabor definitivo. Tu encanto me encantó en todos los sentidos. Tuc cabellos rizados. Tu piel tersa y lisa, blanquecina nube marginada.
Poco a poco me fui revelando en tu universo, y aunque no de la misma forma en que tu te revelaste al mío, pude notar que me notaste. En secreto fui contemplando todos tus pétalos. Al mucho tiempo y muchas, pero muchas, vivencias de dioses primerizos me notaste diferente.
En una maquinaria tan hermética solo hay diminutos momentos en los que puedes notar cuando tienes el destino enteramente en tus manos. Esa vez yo no lo hice. Cuando me brindaste la oportunidad… Oh Dios, me pensé demasiadas contradicciones a mi juicio. Dudé en si mi imaginación me jugaba una broma de mal gusto. Por miedo a romper lo hermoso que era nuestro vínculo, me contradije.
La fortuna favorece a los valientes. Alguien más valiente tomó sus cartas y jugó su mejor mano.
Fracturados quedamos. Yo me alejé pensando en que te dejé. Me dejé. Tu te alejaste y me quedé sin una parte. Te pensaba tantas veces que no intenté buscarte en cualquier otra flor, pues no eres cualquier flor. Tu sombra me acompañaba en todas mis aventuras, que aunque fueron considerablemente pocas, inconscientemente todo lo hacía en tu nombre. Ocupé toda mi mente en hacer trabajos de todos los pronombres ya aceptando mi destino sin ti.
El universo es caprichoso como un niño que desea y desea hasta que su deseo cambia. Se acuerda de su deseo soñado y sueña que lo desea de nuevo. Nublados de lo «real» no percibimos que todo es perfecto y que, dentro de lo real, todo forma parte de un plan más grande, eso creo.
Lo sabré yo que estoy en mi veintes…
Hoy Dios quiso complacerme y en una tarde, un poco nublada, te presentaste.
Te vi y todo se reconstruyó a mi alrededor. Sin vacilación, la primera oración fue a tu belleza. Tu esencia me abrazó enseguida. Un tesoro invaluable sin duda alguna. Entre los demás caminamos hombro a hombro y entre el camino pedregoso rebasé y rebasaste pero continuamos imantados. Entre historias, risas y miradas llegó la penumbra, así que convocamos al fuego.
Me senté a tu lado y conversamos en plural y los pájaros y un perro se acercaron a escuchar. En un gentil gesto de tu parte, te abalanzaste hacia mi espalda y descansaste en mi fuerza. Jamás me sobró tanta fuerza por el simple hecho de tu contacto, como diciéndome al alma «aquí estoy».
En la despedida me abrazaste fuerte y yo a ti. En veinte segundos por lo menos hicimos un pacto de reencuentro.
Y así, sin poder dormir, paso mi noche escribiendo sobre ti.
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