He respirado, diecinueve veces, todas y cada una de ellas un poco forzadas, el aire se estancaba en mi garganta, cada vez camino más rápido y corro más lento, me asfixio, pero no me detengo.
La noche llega más pronto a mi cabeza que a mis pies. Pasa por mis ojos desde que dan las seis. Estos tiempos son así, no debería sorprender.
Estoy deseando, irme y correr lejos, de todo lo que conozco. De la gente, de los objetos, del clima, de los reglamentos, del hoy aquí.
Estoy deseando irme, sin siquiera tomar una mochila. Irme solo conmigo. Con lo que soy. Con lo que estoy siendo. Con lo que podría ser.
Estoy deseando, respirar otro aire, no importa si está igual de contaminado. Quiero que mis pies apunten a una dirección diferente.
Quiero pasar desapercibida ante la multitud de gente.
Quiero correr lejos, en serio quiero hacerlo. Dejar en la cama los miedos durmiendo. Moverme a otro lado, pero no entre sueños.
He respirado, muchas veces, miles, millones de veces, el mismo aire, por mucho tiempo.
Estoy cansada. Me lo gritan mis manos, mis pies, mis ojos. Me lo gritan mis pulmones.
Ya es de noche. Siempre es noche en mi cabeza, incluso cuando está el señor sol afuera.
Quiero dejar de lado el poco miedo que hoy es mi amante. Quiero engañarlo con la huida en busca de la libertad que nunca encontraré, pues ya soy víctima del deseo.
Quiero, respiro y deseo poder conseguir.
Posar mis manos en los límites de un puente, que se encuentra debajo de una corriente de agua feroz. Todo por querer estar un poco más cerca del cielo. Todo porque a veces se me olvida que yo soy el cielo.
Quiero dejar que a mi cuerpo lo bese otro mar. Flotar. Sumergirme. Aprender a nadar.
Quiero,
Quiero,
Quiero,
Expandir mi huella, la misma que será borrada cuando las olas abracen la arena.
Deseo,
Deseo,
Deseo,
Mantener la sensación de calor y presencia en mis pies. Pestañar tres veces y desaparecer. En un lugar totalmente distinto al que me vio nacer.
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