Enciendo la
computadora, Rita me pregunta si ya voy a comenzar a trabajar, le
respondo que si, me ofrece algo de beber, le digo que más tarde,de
todas maneras entra a repetir la oferta, vuelvo a negarme, me pide
disculpas por no haber escuchado bien, le digo que no se preocupe, se
acerca me abraza por la espalda, me besa la mejilla y se va.
Voy
mirando las planillas, corrigiendo errores, al terminar me pongo a
ver a través de la ventana bostezando..
La
luna llena me dice que llevo un buen rato en frente a la pantalla,
miro a un lado para descubrir si Rita va venir, cuando no la
encuentran mis ojos suelto el teclado, me pongo los auriculares y
comienzo a buscar música en youtube, me hace sonreír una frase que
leo :“Alo ex de Turma do pagode”
Lo
reproduzco y siento un nudo en la garganta, respiro hondo y me viene
a la mente esa palabra, “pagode” ese mismo nudo pareciera fuera
presionado por lágrimas que quieren subir a mis ojos
que
se fuerzan por rechazarlas, y sonrío.
Su
voz alta, intensa ,su risa fuerte y clara llena de vida, y su intento
de hablar español, siempre acomodándose el escote o los tacones
cuando me veía llegar, o moviendo sus rulos locos y hermosos como
ella misma aparecen en mi mente al instante con el sonar de la música
que viene de su tierra, de la tierra de mi Maria Eduarda.
-Eso
que te gusta tanto es la música do samba y pagode, a musica de
pagode e debido a las fiestas de los bailarines de salsa ,pero pra
mim samba y pagode es a misma coisa- me explicaba entrelazando sus
dedos con los míos apoyándose en su codo.
Hace
cuatro años yo estaba comprometido con Rita.
Faltaban
tres meses para la boda, como despedida de soltero mi abuelo me
regaló un mes en Rio de Janeiro, yo nunca había salido de
Montevideo, llevaba ya cinco años de novio con Rita,desde que éramos
practicamente niños y había sido la única en mi vida.
El
primer día en Rio mi abuelo me llevó a una especie de casa, las
luces no eran muy intensas y el color rojo predominaba.
La
samba sonaba, no la misma que escucho hoy, pero cualquier samba me
llevaría a revivir ese día. La samba era la marca del lugar, una
que quedó para siempre tallada enmi alma y en mi corazón.
-Cuanto
tempo don Felipe- dijo una robusta mujer de cabello rojizo y excesivo
maquillaje y tras una carcajada besó ambas mejillas de mi abuelo
.
-Más
de un año Rosaura querida- respondió sonriendo y abrazándola, él
luego estiró su mano y me señaló – Este es mi nieto Lorenzo, se
está por casar y le quise regalar unos días inolvidables.
Rosaura
me saludó con mucha simpatía, yo a penas sonreía cuando nos llevó
a una barra y pidió unos tragos para los tres, recuerdo exactamente
ese momento porque frente a mi en la barra se apareció el ser más
maravilloso que vi en mi vida, su piel oscura brillaba a pesar de lo
confusa de la luz, su sonrisa iluminaba el lugar, sus ojos
evidentemente escondían su verdadero color tapándose por unos
lentes de contacto verdes, sus dedos finos y largos terminaban en
unas uñas rojas, largas y afiladas.
Recuerdo
tanto ese momento que a mi mente , aunque escuche otra canción,
regresa la que comenzó a sonar cuando ella se manifestó frente a mi
sorprendida y estaciada mirada, “Ey Macalena” se repite en mi
mente cuando la recuerdo.
Era
una mezcla perfecta de belleza y ritmo que me llena de una
angustiante felicidad, hasta el día de hoy.
-Atiende
bien a meus amigos de Montevideo- ordenó sin borrar su enorme
sonrisa Rosaura. Ella asintió y nos sirvió mientras movia levemente
su cuerpo al ritmo de la samba que sonaba y la tarareaba, “Ey
Macalena” era magia en sus hermosos labios.
-Brigadisimo!!-
le dijo Felipe y comenzó a hablarle al oido a Rosaura que lanzaba
sonoras carcajadas.
-Soy
Lorenzo- dije apoyando ambos codos en la barra y acercándome al oído
de aquella hermosa morena
-Maria
Eduarda- fue su respuesta.
Para
ese momento mi abuelo se habia ido a bailar con Rosaura.
Maria
Eduarda se giró y movía sus caderas al ritmo de la samba, acomodaba
las botellas y a penas se giraba a mirarme moviendo lentamente sus
largas pestañas postizas.
Al
volver a mi que tomaba el trago sin dejar de mirarla se acomodó el
escote y me sonrió
-¡Patricia!-
gritó y con un ademán llamó a una joven rubia que fue casi
corriendo a pesar de sus enormes tacones, le dijo algo al oído y la
tal Patricia asintió con la cabeza y se acomodó tras el mostrador.
Maria
Eduarda salió y se paró a mi lado apoyando ambas manos estiradas
tras su espalda a penas recostada al asiento y dejando cerca de mi
boca su redondeado hombro.
-Era
hora de tomar un descanso- me comentó.
Yo
terminaba mi trago, mientras intentaba evitar que notara el temblor
de mis manos
-¿Lorenzo
gostas del lugar?- yo asentí con la cabeza, ella estiró su mano y
me sacó a bailar.
Quise
explicarle que era malísimo para el baile, pero ella no me hizo
caso, la música era bastante movida, cuando íbamos dos temas,
busqué a mi abuelo con la mirada, pero noté que ya no estaba en el
lugar, supuse que se había ido con Rosaura, ya que tampoco la veía
a ella, el tercer tema me dejó paralizado frente a ella que fue
hacia mi, colocó sus manos alrededor de mi cuello y bailó
suavemente mientras tarareaba en mi oido:
“Seu
corpo é meu corpo todo entrelaçado, Um beijo na boca, abraço
apertado, Nossos desejos se misturam, Numa corrente de energia pura…”
Yo
quise acercar mi boca a la suya, por un instante dio un paso hacia
atrás,luego sonrío y miró a los lados como si pidiera permiso, o
si comprobara que nadie nos prestara atención, ese tema de Alexandre
Pirez seguía, no lo olvidaría nunca,entonces me besó, con la
música sonando comenzamos a acariciarnos y abrazarnos sin dejar de
besarnos..
Fuimos
hacia una pared que estaba junto a la barra, se dio vuelta colocando
ambas manos abiertas contra la pared, le besé el cuello,la boca, los
hombros, y acaricié todo lo que mis manos pudieron abarcar, estaba
totalmente embriagado con esa piel y su aliento caliente y exquisito,
luego María Eduarda tomó mi mano y me llevó a una habitación algo
desordenada y con olor a sahumerio.
Sentí
que los cuadros de mujeres semidesnudas rodeadas de fuego y con
cuernos en lguar de asustarme o darme curiosidad me daban la
bienvenida, incluso la bendición, me gustó tanto esa habitación
que hoy la recorro con mi mente y no olvido ni un solo detalle.
-Hermosa-
le susurré al oído, ella me cerró la boca cubriéndola con dos
dedos, cerró la puerta, haciendo que la música se convirtiera en
algo lejano y fácil de perder mi atención ella se apoyó en esa
misma puerta que acababa de cerrar con una mirada algo húmeda que
me evitaba
-¿Pasa
algo?- ella afirmó con la mirada.
-Lorenzo,
debes saber algo antes- yo me encogí de hombros.
Ella
fue hacia la mesa de luz abrió un cajón y me dio algo que sacó de
dentro de una cartera plateada y brllante, era un documento de
identidad y lo puso en mi mano, lo leí , miré la foto y asentí con
la cabeza rápidamente
-Lo
sé, lo noté desde el primer momento, no todos salimos bien en el
documento- bajé la voz y repetí en su oído- hermosa.
Maria
Eduarda sonrió,respiró hondo y me volvió a besar, pero esta vez
con una intensidad que me hizo sentir que lo anterior era mucho menos
de lo que había pensado.
Se
paró frente a mi y dejo caer su ropa dejandome ver su cuerpo, que
para mi, era el más perfecto del mundo, fue sin dejar de mirrme
fijamente hacia mi, abrí los brazos, desprenció mi camisa y le dije
al oído- No me cansaría nunca de mirarte.
Esa
fue la primera vez que hicimos el amor, luego casi cada noche iba al
lugar, ya sin Felipe, y la visitaba.
Ella
me contaba cosas sobre su pais, yo sobre mis planes futuros, y cada
día se volvía un poco más hermoso y doloroso al mismo tiempo,
ambos sabíamos que yo debía volver a Uruguay y casarme con Rita.
Ir
al encuentro con María Eduarda era un momento de éxtasis, mi
corazón luchaba por salir de mi pecho, incluso subir por mi garganta
y escaparse de mi, una sensación que antes o después de ella jamás
experimenté.
Despedirme
a la mañana era angustiante, y volvía a mi esa frase “debía
volver a Uruguay y casarme con Rita” esa frase que me taladraba la
cabeza, pero se borraba al momento de volver al encuentro de mi
hermosa morena.
Mi
abuelo nunca preguntó a donde iba ni que hacía sin él, creo que
siempre lo supo, o lo imaginaba, pero es algo en lo que no se metió.
La
última vez que la vi fue en el aeropuerto.
Ya
no llevaba sus rulos sueltos, ni las pestañas, ya no estaba
maquillada, y su rostro se hallaba inundado en lágrimas.
Fue
hacia mi y me abrazó, pero como un amigo, estrechó su mano, y me
dijo que no lo llamara nunca, que no lo buscara, que lo tuviera como
un sueño que pasó una noche y cuando despertamos simplemente
terminó, como todos los sueños, que le prometiera que seguiría mis
planes sin él y me pidió algo muy dificil, me pidió que fuera lo
más feliz que pudiera, sin él.
Al
subir al avión mi abuelo me preguntó quien era, pensé
inmediatamente, no la reconoció, le dije la verdad, que era Omar,
alguien que había conocido en el viaje.
Don
Felipe me dijo; – Pero Lorenzo, ese tal Omar es un exagerado andar
llorando tanto por alguien que conoció unas semanas en un viaje ni
que estuviera enamorado de ti.-bromeó, y ahí fue que dudé si la
había reconocido o no, pero no pregunté..
-No
es eso, no lloraba por eso- Le mentí
-Claro-
Exclamó terminando el tema Felipe.
Yo
sin embargo aguanté más.
Al
llegar a Montevideo y después de hablar por teléfono con Rita,
serio y silencioso me quité la ropa, me metí a la ducha, y mientras
el agua corría sobre mi cuerpo desnudo aflojé la nuca, los hombros,
y después con el sonido de la lluvia ocupando mis oídos pude sacar
toda la angustia que tenía dentro de mi.
Ya
a solas lloré a gritos, y me golpee la cabeza con los puños
repetidas veces, grite de un modo que sentí que mi garganta lo
sufría, pero lo necesitaba, dije miles de veces que no podía ser
tan cobarde,que no podía ser tan estúpido de dejarla ir, pero eso
hice,me calmé, me sequé,me vestí, y frente al espejo me repetí la
promesa, una que cumplí al detalle y nunca llamé, nunca busqué,
nunca hice nada para volver a saber de mi María Eduarda.
La
parte de ser feliz sin ella, sigo intentándola, y trato en momentos
de consciencia de decirme que fue solo un mes, como si eso le
importara a los sentimientos.
Hoy,
como siempre escucho música brasileña, samba, la favorita de mi
Maria Eduarda y me pregunto que habrá sido de su vida.
A
pesar de todos los romances que Rirta quizá supo o no que tuve
durante nuestro matrimonio, o algunos que tengo, nunca volví a
sentir nada como lo que sentí con y por mi María Eduarda.
Don
Felipe seguramente la habrá vuelto a ver, o no, no lo sé siempre
que puede va a Brasil, según dice por negocios, segpun yo
imagino,por Rosaura,cosa que nunca le dije a mi abuela.
Me
invitó alguna vez, pero no quise romper mi promesa así que siempre
puse excusas y no volví a Río.
Quizá
mi morena sigue trabajando en el mismo lugar, sirviendo tragos,
atendiendo el bar,moviendo sus caderas, sonriendo con esos dientes
perfectos,iluminados, blancos, llamando a Patricia cuando necesita
ayuda y haciendo lo que sea que hiciera, ya que nunca fueron claras
sus palabras al respecto de su profesión,solo se que a mi nunca me
pidió nada a cambio de sus besos.
¿Seguirá
sonando aquella samba?,¡pensará en mi? ¿Habré sido tan importante
para ella como lo fue ella para mi?
Yo
pienso que si.
A
pesar de que nunca dijo que me amaba, y yo tampoco le dije nada,
las lágrimas de Omar no eran fingidas, no eran escasas, eran
cascadas que lo hacían hablar con dificultad, y sino eran de amor
¿De qué más podrían ser?
¿Seguirán
las diablitas sensuales en sus cuadros viendo su habitación?¿Seguirá
el olor a incienso y el desorden y el aroma de su piel entreverados
en el aire?
Me
lo pregunto y lo siento como si fuera parte de este gris,muy
ordenado, pulcro y perfecto lugar que solo ha podido conocer el
perfume del amoníaco.
No
quiero pensar, no quiero fingir, no quiero hacerme esas preguntas,
pero no dejo de hacerlo cada día desde que volví, me recibí, me
casé y nos mudamos.
-Amor,
te traigo un café. Ya es tarde-me dice Rita.
Le
agradezco y le respondo que en poco iré a dormir, ella se va,bebo el
café,apago la computadora, entro al dormitorio, la veo acostarse y
la sigo,como siempre.
OPINIONES Y COMENTARIOS