Virginia Woolf, en una carta a Ethel Smyth del 26 de octubre de 1939, le preguntó (en realidad se lo preguntaba a sí misma) si no sentía que, al comenzar a escribir, se levantaba el telón y se iluminaba el escenario. Y si eso no hacía que, sin querer, exagerara sus gestos.
No se escribe como se habla, dicen. Si escribir es un acto gestual, esperemos que al menos esto no termine en una pose.
No quiero más precisas descripciones de ranúnculos, de cómo brillan por una parte y no por la otra, decía Woolf; quiero saber cómo vive una lombriz de tierra. Lo que yo querría ahora es hablar del perro de esta mañana en el portal, de la manera en que me miró mientras se guarecía de la lluvia. Poder nombrarlo, si es que alguien le dio un nombre. Llueve también, ahora, en Calchaquí (las tortas fritas de San José de Chasquivil son las mejores) Eso quiero, hilvanar las distancias con palabras; al final, la lluvia nos iguala a todos.
Tuve un loro y se murió. Hablaba poco. Hay días en que no digo nada. Quiero decir: hablo, pero no digo nada.
Mañana vamos todos a Santa Rosa, con la tía Leonor, el tío Alfredo y los primos. Últimamente, los domingos vienen con agujeros. Tomamos mate, comemos tortas fritas, hablamos, como el loro. Pero al volver a Mahuida por la ciento cuarenta y tres, llegando a La Reforma, me entra una cosa.
Cosa parece una palabra demasiado sustantiva. Elusiva. Solo que la cosa de la que hablo, a la altura de La Reforma, es, de tan pesada, más sustantiva que una piedra. La siento a veces en el pecho, otras en el vientre. Que me acuerde, una vez sola en la garganta.
Pesada como piedra, pero inasible, más elusiva que aquel bagre del Atuel, que intenté sacar del agua con las manos a los nueve, o a los diez. Resbaloso él, y la orilla. Cómo se reía el tío Alfredo. El tiempo es una rueca.
Ya ven adonde lleva esto. Escribir es hilar. La hilandera es Cloto; la que mide es Láquesis y Átropos, la de las tijeras, la que corta. Es hilar. Según dicen, la mano que hila viaja sola y es fatal. Ojalá no termine en una mueca.
Más, por ahora, no tendría para decir. Si ocurriera algo importante que me concierna, lo consignaré en este espacio; excepto, por razones obvias, la visita intempestiva de Átropos.
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