Otra vez el bloqueo de no poder sacar las palabras de mi cabeza para expresar a través del papel, pero la mente no puede crear si no es alimentada con experiencias, emociones, sentimientos, cuando se haya llenado escupirá de forma variopinta lo que el crisol haya fundido con todo y escoria, que aún en los desechos se encuentran tesoros, o al menos, materiales útiles para armar algún rompecabezas exótico en la misma expresión de la existencia de su ser.
También la mente, o más bien, el motor físico que lo sustenta sufre del mismo achaque que constriñe esta realidad, el cansancio, incluso el agotamiento.
Llegar a comprender estos ciclos me parecen de vital importancia para desarrollar la actividad intelectual de la forma más óptima y provechosa posible y, generalizando aún más, para aprovechar de forma óptima cualquier aspecto de la realidad, es necesario comprender sus respectivos ciclos, para adecuarse y adecuarlos entre ellos, de manera que se pueda lograr influir en todo ello, mover los hilos del devenir mismo del tejido del que se conforma la existencia misma.
Bueno, parece que ni mi cuerpo ni mi mente estaban tan cansados después de todo, o por lo menos mi precepción del estado mental propio está ofuscada a veces, normal si consideramos las circunstancias en que se desenvuelven los acontecimientos que constituyen y crean la historia particular de cada persona, a su vez entretejido todo por los lazos que unen y atan entre sí los laberínticos recorridos del cosmos en su incansable búsqueda de quién sabe qué propósito, si existe alguno, o si es este círculo de idas y venidas propósito suficiente para sustentar el todo mismo, pues la quietud absoluta sería indiferente de la nada misma.
Me viene a todo esto la imagen de Sísifo empujando la roca que volverá a rodar montaña abajo una vez alcanzada la cima, siendo esa roca símbolo de la realidad del existir mismo y Sísifo símbolo de nuestro pasar y contribución al ciclo o más bien el conjunto en sí Sísifo-Roca-Montaña es lo que tiene un propósito en el que los elementos están estrecha e ineludiblemente sometidos a esta codependencia.
Pero esa imagen es engañosa, aún así recorrer caminos que no llevan al destino esperado es igualmente caminar, y queda el conocimiento de qué puede esperarse de esos derroteros, en fin, que ejercitar las habilidades permite afinar y refinarlas, lo mismo dicho en principio acerca del crisol y la escoria, pues conocer lo que no sirve puede ser tan útil como lo que sí, y las circunstancias mismas pueden determinar la utilidad de algo.
Ahora que continúo sacando conceptos de mi mente y plasmándolos a la antigua sobre el papel con un lápiz, me doy cuenta de que esperaba escribir más poemas pero de momento me resulta más fácil la prosa, respecto de los caminos que seguimos pretendiendo alcanzar alguna meta en concreto que puede llevar a resultados igual de provechosos que los que se esperaba al dar el paso inicial, en mi caso puntual el bloqueo en un sentido, me ha dado paso a expresarme más ampliamente en otro género literario que he practicado con menos asiduidad y esmero.
Los conceptos, las ideas, entonces, pueden adoptar el ropaje verbal en sentidos variados, siendo la expresión misma combustible y alimento para extensión y riqueza de los mismos, influyéndose, amalgamándose entre sí e incluso estrellándose unos con otros para ampliarse, reducirse, produciendo, absorbiendo, en fin renovándose y por consiguiente renovando el conjunto total.
Y darle una expresión externa a la actividad interna permite calibrarla, compararla con una perspectiva que no sea de alguna manera netamente centrada en uno mismo, sino que es como si nos devolviese la mirada el reflejo de nuestro propio ser, constituyéndose así en una especie de diálogo.
Además me doy cuenta de que paso mucho tiempo recreándome en recuerdos, ideas, productos de mi imaginación o proyectos para el futuro, en parte, como una especie de edulcorante de los acontecimientos de la realidad, pero que muchas veces se convierten en distracciones, si no dañinas, al menos poco útiles con respecto a la realidad actual, presente.
Aún así, considero estas abstracciones necesarias, de forma moderada a la manera aristotélica, para sobrellevar muchos aspectos no muy agradables de la vida, como una especie de adorno pero que no conlleve convertirlas en tapaderas que cubran tal vez alguna verdad por muy poco tragable que sea ésta.
Continuará… tal vez.
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