Introducción
Antes de todo, me gustaría aclarar que esta es una historia ORIGINAL, y planeo dejarla así hasta que cambie de opinión (o que HoloCorp decida reclamar los derechos de su trabajadores)
Ahora lo importante, si saben qué es Hololive, sobre lo que hacen y demás cosas, se pueden saltar esta parte.
Les hablaré de como irá dividida esta historia, y cada cuanto se actualizará los capítulos, dado que planeo hacer capítulos largos para poder hacer lo que considere necesario
Antes cuando estaba planeado la obra, planeaba dividir la historia en partes de 6 capítulos cada una, en donde cada capítulo tocaba historias centradas en las vtubers a tratar. Pero, luego de una consideración, decidí en que esta historia se centrara únicamente en solo una generación, la primera generación de HoloEN.
El primer capítulo tratara sobre cierta chica tiburón, aunque le diré de una manera diferente para evitar problemas legales y más.
Siguiendo, los capítulos durarán entre 4k-5k palabras. Aunque, dependerá de las chicas con las que trabaje, como por ejemplo la primera, Gaw Gura, el capítulo durará entre 4.7K palabras
Y ya, sin más, eso sería todo por la introducción.
Capítulo uno: Atlantis
Muchos dicen que los cuentos son relatos vividos de personas que fueron desapareciendo a lo largo de los años. Otros dicen que son historias creadas por alguien con el afán de ganar popularidad, fama o dinero. Pero, yo te pregunto, ¿Qué es lo que crees tú?
La muerte, el Renacimiento, la Destrucción, los mitos de la antigüedad. Todo eso, un gran mito, ¿no es así? Quizá no. Piénsalo bien. Los imperios han caído y renacido a lo largo de la historia. Pueblos enteros han sido borrados de la faz de la Tierra por desastres naturales o guerras. Y las personas también han experimentado el fracaso, el dolor y la pérdida. Pero, ¿Qué es lo que queda después de todo eso?
La humanidad es capaz de adaptarse y encontrar la manera de seguir adelante, incluso después de las mayores desgracias. Los sobrevivientes se aferran a la esperanza y trabajan arduamente para reconstruir lo que se perdió. Incluso el más arrepentido puede encontrar la manera de redimirse y empezar de nuevo.
En resumen, tal vez los cuentos sean más que meras historias. Tal vez sean una forma de entender la realidad y de encontrar la esperanza en los momentos más oscuros. ¿Qué piensas tú?
Atlantis, un mundo completamente diferente y desconocido por todos, lugar de aquellos a quienes consideraban hijos de dioses todopoderosos, fue destruida por un evento catastrófico que cambió el curso de la historia para siempre. Se decía que los descendientes de los atlantes se dispersaron por el mundo, mezclándose con otras culturas y ocultando sus verdaderos orígenes.
Sin embargo, hay quienes afirman haber tenido encuentros con los últimos descendientes de Atlantis, ocultos en algún lugar del planeta. Una de estas personas es el protagonista de nuestra historia, un joven pescador que vive en una pequeña cabaña junto al mar.
El sol brillaba fuertemente en lo alto. Miró al mar desde su ventana. La sensación cálida del sol hizo que soltara una sonrisa alegre
Hoy presentía que era un buen día
Miró el calendario de la pared y comprobó que no tenía alguna tarea pendiente. Pero, ese no era el caso
Salió a la playa deshabitada desde hace años. La cabaña de su abuelo era el único edificio construido aquí. Los más cercanos estaban a kilómetros.
Era algo bueno para él, que quería estar alejado de todo rastro citadino de su anterior vida
Sujetó su sombrero con fuerza, no quería que el aire se lo llevara, y zarpó en aquel viejo bote que le había dejado su padre antes de fallecer
La vieja caña de pescar que tenía a un costado emergía cierto tono plateado. Sonrió de costado
«…», los recuerdos sosegados de su abuelo eran una sensación dulce para él
Las palabras de su abuelo aconsejándolo luego de fallar en su primer intento de atrapar un pez eran reconfortantes, en cierto aspecto. En lo demás, era un viejo cascarrabias gruñón
Soltó una gran carcajada por recordar como su abuelo le dio con la sartén en una ocasión
Con ese plus de felicidad, utilizó la vieja caña de pescar, e hizo lo que su abuelo amaba con toda su alma
Pescar
La sensación de la brisa del mar, junto a los rayos resplandecientes del sol era agradable a la piel. El sonido tranquilo de las olas chocando contra el bote hacía que se relajase hasta el máximo, dejando descuidado la caña de pescar
Fue una lástima que estaba destinado a pasar
*Plock*
El sonido de algo cayendo al mar hizo que abriera sus ojos. Era su caña
«¡!¡!», por más que intentó alcanzar su caña de pescar, no pudo. Se había hundido demasiado rápido.
Por momento, quiso maldecir a todo pulmón su clara equivocación, reprochándose fuertemente. Pero, recordó que a su abuelo no le gustaban las groserías
Aunque, claramente era él el que las decía
Se rio levemente, mientras se proponía una idea bastante alocada
Si bien su abuelo le dijo que pensara las cosas de manera clara y relajada, no podía. Debía recuperar su caña a toda cosa
Miró de un lado a otro, mientras intentaba encontrar a alguien que le devolviese la razón. Para su buena o mala suerte, no encontró a nadie
Rápidamente, comenzó a desvestirse
Todo indicaba a una cosa. Él iba saltar al mar para recuperar su caña
La sensación fría del mar junto a la salinidad hacía que su cara se arrugara. La animosidad inundó su cuerpo.
Un leve recuerdo de su antiguo miedo resurgió. Los tiburones
Su abuelo se burló de él alguna vez al decirle que tenía miedo a los tiburones. Pues, claro, los tiburones eran muy tímidos como para matar algún tipo de humano.
Todavía lo recuerda, aquella película que vio con su abuelo. Se trataba de unos tiburones que se descontrolaban por oler sangre y mataban a todos los humanos que estaban en su alrededor. Esa película lo traumó de por vida
Recibió varias quejas de su abuelo, diciendo que los tiburones no eran peligrosos. Eran demasiado tímidos como para matar a una cosa que lo supera en tamaño; de los que sí debía cuidarse era de los delfines
No entendía por qué dijo eso, hasta ser mayor de edad e investigar sobre eso. Se estremeció levemente al recordar los documentales de esos seres llenos de maldad llamados delfines
Regresó a la realidad al sentir una sensación ominosa viniendo del mar, dándole algo de miedo
Se convenció a sí mismo y, con un fuerte golpe en su rostro, saltó directo al mar.
/Escena 001 – Primer contacto/
Por instinto, cerró los ojos al sentir como la fría agua cubría su cuerpo por completo, pero rápidamente se adaptó y pudo ver levemente el arrecife
Debido a que estaba en una zona poca profunda, o eso creía él, podía ver los corales de colores brillantes a su alrededor
Pero, había algo raro que no podía describir
No sabía lo que era, pero le era extrañamente reconfortante
Es mejor encontrar la caña cuanto antes, se planteó, mientras tomaba un leve impulso para poder adentrarse un poco más, pero llegó un leve arrepentimiento que lo hizo reflexionar momentáneamente
Aunque, no pudo reaccionar a tiempo, ya que uno de sus pies se resbaló en una piedra filosa; le había dejado una pequeña herida que sangró levemente
El dolor que sintió en el pie fue nublado por una gran presión qué inundó su ser
Fue momentáneamente, pero se sintió como si algo estuviera jalando su cuerpo hasta el fondo del mar
Rápidamente abrió los ojos, un pez pasó por su cabeza, moviendo de lado a lado su cola de muchos colores
Nunca había visto ese tipo de pez, pensó momentáneamente, pero us duda duró solo unos segundos
La sorpresa y preocupación fueron los siguientes sentimientos que llenaron su ser completamente
¿Cómo es que estaba en el fondo del mar? ¿Acaso ya estaba muerto? ¿Un tiburón se lo había comido cuando se quedó inconsciente? Muchas preguntas pasaron por su mente en un rayo de luz, pero no hallaba respuesta alguna
La angustia llegó a un punto en el que su respiración se detuvo, no sentía los pulmones, estaba entumecido
¿Era esto el sentimiento de estar muerto? ¿Es acaso el cielo un gran mar lleno de arrepentimiento en donde cada alma reencarnada estaba condenada a arrepentirse de sus pecados, hasta hallar el perdón de Dios?
No lo sabía
Él simplemente cerró los ojos y esperó que el gran mar hiciera su trabajo
«¿Ya estás despierto?»
Una voz suave hizo que su dicha por la muerte se detuviera; era una voz suave, pero juguetona. Casi parecía estar preguntándole luego de hacerle una broma
Él abrió los ojos. Ya no se encontraba en el profundo mar, los peces ya no estaban nadando frente a él, sino se podían observar a fuera de una ventana
Espera, una ventana en medio del mar
Se obligó a prestar más atención a su entorno. Se dio cuenta de que estaba en un cuarto.
Era azul, había distintas cosas que reconocía. Una bicicleta, una hamaca, ¿Un ratón inalámbrico que estaba conectado a un coco? y varias cosas que había visto hace años
«¿Qué? …», su duda era notoria
No entendía como es que… No, no entendía ni cómo llegó acá. Su mente intentó entender esto, pero se resignó
«Eres muy callado», otra vez la suave voz se escuchó
Giré rápidamente mi cabeza. La voz era muy clara, no podía ser imaginación mía o una fantasma
… Espera, ¿siquiera hay fantasmas en el mar?
«Woo, cuidado», habló «Acabas de despertar, te podrías haber lastimado allá afuera. Relájate»
El silencio me inundó. Centré mi mirada y no supe cómo reaccionar
«¿Una niña?»
/Escena 003 – Conocerse/
«¿Estás segura de que esto es seguro?», su miedo era claro.
Él miró el abismo oscuro, el miedo le picó en todo el cuerpo.
«¿Quieres recuperar tu caña de pescar o no?», la chica habló. Le extendía su mano mientras flotaba en medio de todo el océano.
Todavía no entendía cómo había llegado a ese punto.
Su primer contacto fue cuando despertó. Ella lo miraba con sus ojos azules y una mirada curiosa, incógnita y dudosa.
«¿Eres… un humano?», fue lo primero que preguntó.
Él asintió la cabeza, incapaz de hablar o pensar. Sus ojos profundos parecían mirar dentro de su alma, se sentía observado, débil, pequeño; aunque no le molestaba.
Su voz suave hizo que él decidiera moverse del estado inerte en el que estaba.
Se acercó e intentó hablar con ella, pero la chica se alejaba cada vez que daba un paso cerca. Él se rindió y se sentó, mientras ella hacía lo mismo. Se miraron; él se sentía desnudo ante su mirada, pero la sensación era extrañamente reconfortante.
«Mi nombre es…», él dudó en decirle su nombre. No sabía por qué, pero tenía ese presentimiento.
«Humano», ella interrumpió sus pensamientos. «Humano es humano, no tiene cola y tiene dientes pequeños.», habló.
No lograba entender el significado de sus palabras, pero su mirada parecía traspasarlo.
El sentimiento de opresión gigantesco lo sintió. La presión del océano comenzó a caer sobre su espalda.
Él miró el abismo debajo de sus pies, intentó ignorarlo. Poco a poco avanzó hasta poder agarrar la mano de la chica.
Se sentía extraña su mano, suave, pero no le importaba en ese momento.
De pronto, ella soltó una risita. «Eres muy gracioso temblando así. Vamos, no tengas miedo. Te ayudaré a recuperar eso tan importante para ti».
Lo tomó de la mano y lo guio a las profundidades.
Él cerró los ojos.
Los peces los rodeaban curiosos, era un espectáculo único. Todo se veía tan vivo, tan bello. Él se sintió tranquilo y en paz.
Divisó su vieja caña de pescar en el fondo. Se acercaron para recogerla con cuidado y luego regresaron.
Ya más relajados, comenzaron a conversar. Él le contó sobre su vida, su familia, sus pocos recuerdos. Ella solo lo escuchaba atentamente, con esa mirada profunda.
«Yo no recuerdo nada», dijo después de un rato. «Solo desperté aquí. Me gustan las cosas que brillan, son tan bonitas. También me gusta morder cosas, es divertido». Soltó otra risita traviesa.
El tiempo se desvaneció como las burbujas que flotaban hacia la superficie, dejando tras de sí un rastro efímero en el vasto océano de sus conversaciones. Cada palabra compartida era una perla en el collar del tiempo, una joya preciosa que brillaba en la penumbra submarina.
En ese remanso temporal, él se sumió en las profundidades de sus recuerdos, explorando los rincones más íntimos de su vida. La chica, con sus ojos centelleantes, absorbía cada historia con un interés insaciable, como si estuviera descubriendo un mundo nuevo a través de las palabras de él.
Sus risas resonaban como melodías acuáticas, mezclándose con el suave murmullo de las corrientes marinas. La conexión entre ellos creció como una marea, inundando el espacio entre sus corazones con una calidez reconfortante. Él se sintió envuelto por la magia de ese momento, como si el océano mismo estuviera tejiendo hilos de complicidad entre dos almas perdidas.
Pero, como todas las cosas buenas, el encanto del tiempo compartido se desvaneció cuando la chica expresó su necesidad de cazar para saciar el hambre que despertaba en su ser. Con una sonrisa, se despidió momentáneamente y se deslizó hacia las profundidades, dejándolo solo con sus pensamientos y el suave susurro del océano que contaba historias antiguas.
Él, quedándose solo, se sintió inquieto. A medida que pasaba el tiempo, la sombra de la chica forcejeando en una red de pesca captó su atención. Nadó con determinación, pero una saeta rozó su pierna, marcando una herida que no detendría su propósito. Rompió la red con sus dientes, liberando a la chica justo cuando la oscuridad se cerraba sobre ellos.
/Escena 004 – Amenaza invisible/
La conciencia volvió gradualmente como una marea suave, y se encontró en una cueva sumergida en penumbra. Las piedras submarinas, cubiertas de líquenes que emitían un brillo tenue, arrojaban sombras danzarinas en las paredes. La tenue luz que se filtraba a través de las grietas revelaba la figura inerte de la chica, su piel pálida destacando las heridas que marcaban su cuerpo. Actuando con urgencia, él utilizó algas y sustancias submarinas para tratar de aliviar sus heridas, sintiendo el palpitar débil de su corazón.
Las sombras danzaban en las paredes de la cueva mientras trabajaba, y un susurro inquietante se deslizaba entre las corrientes marinas. El reflejo plateado de los peces curiosos que espiaban desde la entrada de la cueva parecía emular el rítmico latir del océano
Un retumbar distante rompió la calma, y las vibraciones en el agua anunciaron la llegada de un peligro desconocido. La chica, aún inconsciente, yacía en la penumbra de la cueva, ajena al peligro que se cernía sobre ellos. Él sintió que algo oscuro, algo insidioso, los buscaba con determinación.
El sonido de algo grande y amenazador se acercaba, resonando en la cueva como un latido ominoso. Sus ojos se abrieron de par en par cuando una sombra gigante se proyectó en las paredes. La luz de la entrada de la cueva titilaba, creando patrones inquietantes de luz y sombra que se entrelazaban en el fondo submarino.
«¡¡Maldita sea, despierta!!», sus gritos desesperados reverberaron en la cueva, pero no había respuesta. El monstruo se acercaba, su presencia malévola llenando el espacio con una sensación opresiva.
Una corriente fría recorrió su espina dorsal, una advertencia silenciosa de la inminente llegada de lo desconocido. Él se preguntó si los peces, con sus ojos curiosos, también sentían la proximidad de la amenaza invisible.
Pocas opciones tenía en ese momento. Tomó a la chica y se lanzó al agua, sumergiéndose en la frialdad del océano. El peligro se manifestó como una presión en el agua, una sombra invisible que los perseguía.
No era algo que había experimentado con anterioridad, se sentía peligroso, malévolo, amenazante.
Nada con todas sus fuerzas hacia la superficie, pero la sensación de que algo los perseguía persistía.
Emergieron en una isla cercana, estaba deshabitada y no había ningún rastro de peligro alrededor.
Buscó un lugar donde dejar el cuerpo pálido de la chica, mientras la sensación de peligro persistía. Encontró una formación rocosa cóncava en medio de un lugar bastante escondido. Puso su cuerpo ahí y lo comenzó a cubrir de algas y agua salada para poder camuflar el olor de sangre que escurría su cuerpo.
Miró con horror la sangre que estaba en sus manos; quiso vomitar al ver eso, pero se contuvo por el bien de la chica
Pasaron varios minutos, no escuchó nada. El sonido de las olas del mar chocando contra la arena en sus pies era suave.
Parecía que el monstruo se había ido
«¿Qué mierda era eso?» se preguntó, mientras intentaba recordar la amenaza de hace rato. Recordaba haber visto por unos segundos, pero estaba muy asustado como para reaccionar. Su mente no le ayudaba a recordar
Sus manos aún temblaban, pero sintió la necesidad de mantenerse firme.
El sonido del océano resonaba en sus oídos mientras emergían en la isla deshabitada. La chica yacía en la formación rocosa, cubierta de algas y oculta de miradas curiosas. A su alrededor, la calma aparente del lugar contrastaba con el frenesí que habían dejado atrás.
Él, sintiéndose impotente ante el peligro que los acechaba, miró a su alrededor en busca de algún medio de defensa. Su mirada se posó en una colección de objetos varados en la playa: maderas a la deriva, algas secas y conchas desperdigadas. La inspiración le golpeó como una ola repentina.
Con la urgencia marcando cada movimiento, comenzó a recoger lo que encontraba. Maderas, aunque torcidas y desgastadas por la marea, se convirtieron en la base de su proyecto. Algún tipo de algas más resistentes se unieron a la creación, proporcionando la forma y la fuerza necesaria.
«Esto… «, su primer intento había fallado. Sus materiales se habían roto cuando intentó juntarlos. Suspiró decaído, pero siguió intentado. Sin embargo, la sensación de peligro le llegó a la columna
Entonces, desde las sombras del abismo, emergió el monstruo. Un tentáculo morado con manchas naranjas, serpenteando en el agua como un espectro de pesadilla. La bestia, atraída por el rastro de sangre, se acercó lentamente, sus movimientos gráciles y amenazadores.
/Escena 005 – Despertar/
Sintiendo el peligro inminente, buscó desesperadamente entre las rocas de la playa. Con habilidad limitada, ensambló un tridente rudimentario con fragmentos de madera y afilados pedazos de coral.
El monstruo, ahora revelando su verdadera forma, se deslizaba hacia ellos con una malevolencia palpable. La confrontación era inevitable. Él, armado con su improvisada arma, enfrentó al monstruo con valentía.
La lucha fue caótica, los movimientos del monstruo eran fluidos y mortales. El tentáculo, de una agilidad sorprendente, se movía con una gracia siniestra, esquivando sus torpes intentos por defenderse. Su inexperiencia en combate quedaba en evidencia mientras se debatía entre el instinto de supervivencia y la necesidad de proteger a la chica.
Cada intento de él por apuñalar al tentáculo se encontraba con una respuesta rápida y letal. El monstruo, con sus manchas naranjas destellando como ojos malévolos, respondía con movimientos serpentinos, envolviendo y desenroscándose con una destreza desalentadora. La tensión en el agua era palpable, la lucha se desarrollaba en un ballet oscuro y peligroso
El tridente improvisado temblaba en las manos de él, sus movimientos eran torpes y descoordinados. Cada error era castigado por el tentáculo, que se abalanzaba con velocidad asombrosa. La oscuridad del océano parecía cerrarse alrededor de ellos mientras la danza mortal continuaba.
Su cuerpo gritaba de dolor y miedo, mientras la necesidad de sobrevivir era más grande. Quería gritar y escapar, pero si lo hacía, no sabía que cosas le pasaría a la chica
En un intento desesperado, él logró herir al tentáculo, pero la alegría fue efímera. Otro tentáculo emergió de las sombras, envolviéndolo con fuerza y limitando sus movimientos. La fuerza del monstruo era abrumadora, la desigualdad en la lucha era evidente.
El agua se agitaba con la furia del combate, las burbujas ascendían como testigos silenciosos de la desesperación que se desplegaba en las profundidades. Él, agotado y herido, luchaba por liberarse de la presa del tentáculo, pero cada esfuerzo parecía ser en vano.
La chica, aún inconsciente en la isla, yacía oculta entre algas y rocas, ajena al feroz enfrentamiento que se libraba bajo la superficie. El destino de él pendía de un hilo mientras el monstruo, con su monstruosa majestuosidad, continuaba su danza acuática, decidido a reclamar a su presa.
Los pulmones de él ardían con cada bocanada de aire que intentaba tomar en medio de la lucha. Cada movimiento del tentáculo parecía prever su intento de resistencia, como si estuviera danzando con la desesperación que brotaba en su interior.
En un momento de frenesí, el monstruo lo envolvió con varios tentáculos a la vez, limitando sus movimientos por completo. La oscuridad del océano se cerraba sobre él, y la luz titilante de las criaturas marinas dibujaba sombras grotescas en el escenario de su desesperada contienda.
Sus manos, empapadas y temblorosas, intentaban inútilmente liberarse del abrazo letal. Cada pulso del tentáculo resonaba como el eco de su propia lucha interna. La determinación se desvanecía, pero el instinto de supervivencia aún clamaba en lo más profundo de su ser.
De repente, el tentáculo se retractó momentáneamente, como si reconsiderara su presa. Él aprovechó ese breve respiro y, con una mezcla de desesperación y coraje, clavó el tridente en la carne del monstruo. Un torrente de burbujas escapó de su boca mientras sostenía su única arma con fuerza.
Sin embargo, la victoria fue efímera. Otro tentáculo emergió de las sombras, más grande y voraz que el anterior, desgarrando la herida infligida al monstruo. La lucha se intensificó, convirtiéndose en una danza frenética de vida y muerte en las profundidades oscuras del océano.
La chica, en su refugio en la isla, comenzó a recobrar la conciencia. Entre las sombras de las algas y rocas, sus ojos se abrieron lentamente. Aunque aún débil, una chispa de conciencia brilló en ellos, como si pudiera sentir la tormenta que se desataba en el mar.
La superficie del agua vibraba con la intensidad del enfrentamiento, las corrientes marinas llevaban consigo ecos de la desigual batalla. Su destino se mantenía incierto, atrapado en la danza implacable de un enemigo indomable. Mientras él luchaba por su vida, la chica, aún inconsciente en la isla, comenzó a experimentar una transformación sorprendente y desconcertante.
La alteración en el agua actuó como un disparador para el despertar de algo dormido dentro de ella. Un resplandor carmesí iluminó sus ojos cerrados, sus cabellos tomaron tonalidades rojizas y sus dientes se afilaron sutilmente. La energía desatada por la batalla bajo la superficie despertó una fuerza ancestral en su interior. Sin previo aviso, abrió los ojos, ahora teñidos de un carmesí intenso, y se sumergió en la corriente sin dudarlo.
/Escena 006 – Lucha/
La chica, cuyos sentidos se agudizaron al notar la alteración en el agua, se sumergió en la corriente sin dudarlo. Mientras descendía a través de las aguas tumultuosas, su visión se llenó de destellos de luz refractada, creando un caleidoscopio submarino de colores intensos. El eco distorsionado de la lucha resonaba a su alrededor, formando una sinfonía caótica que la guiaba hacia el lugar del enfrentamiento.
En el fondo marino, la silueta oscura del monstruo se contorneaba contra el resplandor de las criaturas marinas. Él, atrapado en el abrazo del tentáculo, luchaba por mantener la conciencia mientras la lucha continuaba.
Los ojos carmesíes de la chica se encontraron con la figura imponente del monstruo. Su cuerpo vibraba con una energía ancestral, una fuerza que despertó ante la amenaza que se cernía sobre su compañero.
Con un movimiento rápido y preciso, la chica se lanzó hacia el monstruo. Sus manos, ahora con uñas afiladas como cuchillas, cortaron el agua con elegancia letal. Se zambulló entre los tentáculos, esquivando sus ataques con agilidad sobrenatural.
La lucha se convirtió en una danza acuática de velocidad y destreza. Los destellos del tridente improvisado de él se mezclaban con el resplandor carmesí de la chica. Juntos, enfrentaban al monstruo con una determinación que desafiaba las probabilidades.
El tentáculo, desconcertado por la entrada en escena de la chica, se volvió más errático en sus movimientos. Mientras él aprovechaba cada oportunidad para resistir, la chica atacaba con precisión quirúrgica, buscando debilidades en la armadura invisible de su enemigo.
La superficie del agua se agitaba con la intensidad de la confrontación. Los movimientos coordinados del dúo contrastaban con la caótica danza del monstruo. Cada encuentro emitía vibraciones que resonaban a través del océano, una sinfonía acuática de lucha y resistencia.
En un momento de oportunidad, la chica, con una rapidez asombrosa, logró inmovilizar uno de los tentáculos. La resistencia del monstruo era palpable, pero la unión de él y la chica desafiaba la lógica.
Sin embargo, el monstruo no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. En un último esfuerzo, desató un torbellino de tentáculos que envolvieron a la pareja. La lucha alcanzó su clímax, la energía que despedían los tres contendientes creaba un vórtice de caos en el fondo del océano.
Él, agotado pero decidido, encontró un segundo viento. Empuñó el tridente con renovada fuerza, apuntando a la fuente de oscuridad que los amenazaba. La chica, con sus ojos carmesí ardiendo, canalizó su energía hacia el monstruo, buscando debilitar su resistencia.
La batalla llegó a su punto culminante cuando, con un esfuerzo combinado, lograron herir gravemente al monstruo. Un rugido subacuático resonó como un lamento derrotado mientras el monstruo retrocedía, sus tentáculos retractándose en la oscuridad.
/Escena 007 – Desenlace/
La lucha bajo el agua continuaba con una ferocidad incesante. El protagonista, agotado pero impulsado por la urgencia de escapar, aprovechó un breve momento de debilidad del tentáculo para intentar alejarse con la chica. Los fragmentos de coral del tridente se hundieron en la carne del monstruo, dejando un rastro de sangre oscura que nublaba las aguas circundantes.
La chica, consciente pero débil, flotaba en la superficie mientras el protagonista la sostenía con desesperación. El tentáculo, herido, pero no vencido, se retorcía con furia, alcanzando al protagonista en un último acto desesperado. Una roca gigante, desprendida por la violencia de la lucha, golpeó a la chica en la cabeza, provocándole un dolor intenso y robándole la consciencia.
Días después, la chica despertó en la orilla del mar, envuelta en la suave brisa marina. Se palpó la cabeza, sintiendo un dolor agudo que resonaba en su cráneo. Al abrir los ojos, se encontró en una isla desierta, rodeada por las olas serenas del océano.
Intentó recordar cómo había llegado allí, pero su mente estaba envuelta en un velo de confusión. Al tratar de recordar, un dolor punzante atravesó su cabeza, como si intentar recordar desencadenara una tormenta en su mente. Sus pensamientos eran nebulosos, sus recuerdos elusivos.
«¿Dónde estoy?», murmuró, sintiendo una extraña mezcla de desconcierto y fatiga. La isla, deshabitada y misteriosa, se extendía ante ella, sus secretos envueltos en la calma de la soledad.
El sol se sumergía en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados. La chica, abrumada por la confusión y la fatiga, se acurrucó en la arena, cerrando los ojos para descansar. La brisa marina susurraba historias antiguas, y las olas jugueteaban con la orilla, como si fueran guardianas de secretos ocultos.
Mientras la chica se sumía en un sueño reparador, el tiempo continuaba su eterno ciclo. Décadas pasaron como suspiros en la quietud de la isla. Las flores marinas, los corales y las algas crecieron alrededor de ella, tejiendo un tapiz submarino que contaba la historia del tiempo que había pasado desde la violenta lucha en las profundidades del océano.
La isla, con su formación rocosa deformada por el tiempo, guardaba en silencio la historia de aquel día. El tridente, en las manos de la chica, se había convertido en un símbolo inmutable de la valentía y el sacrificio del protagonista. La chica, ajena a los recuerdos que el tiempo había desgastado, dormía bajo el manto de las estrellas, una figura solitaria en la orilla del mar.
El océano, siempre en movimiento, acariciaba la isla con sus olas susurrantes. La historia del protagonista y la chica, envuelta en el misterio del mar, se desvanecía en el eterno murmullo de las aguas, perdida en los anales del tiempo y la memoria.
/Escena 008 – Encuentro/
La isla yacía en silencio, sus secretos acunados por el murmullo suave de las olas. Un solitario rostro asomaba desde el océano, el sombrero de ala ancha de la pirata pelirroja destacaba entre las sombras de las palmeras. Con un salto ágil, llegó a la orilla, sus botas hundiéndose en la arena húmeda.
«¡AH! ¡Una chica linda durmiendo en una isla desierta! ¡Qué bonita!», exclamó con entusiasmo, su voz resonando en la tranquilidad. Un parche cubría su ojo derecho, pero el izquierdo brillaba con una chispa carmesí de curiosidad.
La chica semi tiburón despertó, sorprendida por la repentina presencia. Al ver el rostro de la pirata, su instinto la hizo retroceder levemente, sus manos temblaban con cautela. Sin embargo, algo en la mirada de la pirata inspiró confianza, como si su ojo dorado contara historias de océanos desconocidos.
«¡Pero parece peligroso acercarse! …», continuó la pirata con una sonrisa grande, revelando dientes que chispearon con reflejos de blancos. La chica semi tiburón, aún en guardia, asintió con una mezcla de timidez y curiosidad.
La pirata, al notar la cautela de la otra, decidió dar un paso atrás y se sentó en la arena, dejando que las olas le acariciaran los pies. «No temas, compañera del océano. No estoy aquí para hacer daño. Soy Marine, una viajera de los mares y buscadora de historias. ¿Y tú, quién eres?», preguntó con una inclinación respetuosa de la cabeza.
La chica semi tiburón, aun procesando la situación, decidió bajar su defensa y se acercó tímidamente. «Soy… no recuerdo bien quién soy. Solo sé que soy parte del océano», respondió con una voz suave y melodiosa, sus ojos semicerrados por el brillo del sol en su piel.
Marine, intrigada, sonrió aún más. «Una criatura misteriosa del océano, ¿eh? ¡Eso es emocionante! ¿Cómo llegaste a esta isla desierta? ¿Y por qué pareces una mezcla entre tiburón y humana?»
La chica semi tiburón, con un toque de nostalgia en su mirada, explicó con delicadeza la serie de eventos que la llevaron a esa playa remota, o eso creía recordar, dejando que las palabras fluyeran como olas suaves en la orilla.
Y así, entre risas y sonrisas, comenzaron a compartir sus historias de mares lejanos y sueños sin explorar, tejiendo la intrincada red de la amistad en el corazón del océano.
Capítulo dos: Tejedores del Cosmo
«Buen trabajo ahí, volviste la línea de tiempo a la normalidad y arreglaste el problema de la chica tiburón de una manera un tanto curiosa», una voz resonante se escuchó.
No sentía nada, abrió los ojos y vio cómo el espacio negro, iluminado por las estrellas centellantes, cubría todo alrededor.
«Es mi trabajo, tengo que hacerlo», respondió con tranquilidad ante la omnipotencia de aquella voz resonante.
Levantó la cabeza y vio lo que se supone que solo algunos afortunados podían ver: la representación misma del tiempo.
Su mirada fría demostraba serenidad y una pizca de diversión mientras veía dentro de una esfera la línea alterada que ya fue restaurada.
«Así que esa chica fue la causante de todo, huh…», susurró levemente. Él cerró los ojos y esperó alguna orden. «Fue divertido, ciertamente. Pero no entiendo una cosa…», dijo, cerrando los ojos y dándole una mirada que la sentía incluso a través de su alma.
El lugar en donde estaba parado se comenzó a mover, una plataforma lo elevó hasta estar cara a cara con aquella que manejaba el tiempo.
«¿Por qué insistes en borrar tus recuerdos cada vez que ingresas a una línea temporal? Te sería mucho más fácil usar los recuerdos que ya tienes, no entiendo por qué eliges la ruta más difícil», el tono de aquella omnipotencia era curioso, junto a una serenidad imperturbable.
Un silencio provino de aquel sujeto que recibió la mirada penetrante del tiempo mismo.
«Porque no sería tan divertido si fuera fácil», respondió con una sonrisa socarrona.
El tiempo rio con complicidad. «Tienes un punto allí.»
El sujeto se sorprendió levemente al ver sonreír al tiempo, era extraño. El tiempo lo miró a los ojos con una mirada curiosa y divertida «Permíteme preguntarte algo, ¿alguna vez te has cuestionado por qué solo tú puedes reparar las líneas temporales?»
El sujeto frunció el ceño, una pregunta que no esperaba. «No, no lo he hecho. ¿Por qué solo yo?»
La representación del tiempo le dirigió una mirada juguetona. «Porque eres un error cósmico, un accidente en el tejido del tiempo. Tu existencia misma es una anomalía, y eso te hace perfecto para este trabajo. Además, es divertido observarte tropezar a través de las líneas temporales sin realmente entender por qué lo haces.»
El sujeto estaba perplejo. «¿Un error cósmico?»
«Sí, un experimento cósmico que salió mal. Pero, en tu defecto, encontramos una peculiar forma de mantener el equilibrio», dijo el tiempo con una risa musical. «Ahora, vuelve a tu realidad. Hay más líneas temporales que necesitan tu… toque especial.»
El sujeto asintió y desapareció en una luz brillante mientras el tiempo continuaba su eterna tarea de mantener el orden en el vasto océano del continuum temporal
El tiempo observó a aquel sujeto irse y, casi de inmediato, sacó una esfera para observar la línea de tiempo en la que entraba con una mirada curiosa
«Vaya, ¿ya comenzó el espectáculo? ¡Deberías haberme llamado!», una voz distorsionada y aparentemente chillona se escuchó
El tiempo levantó la mirada y se sorprendió al ver a uno de sus fieles compañeros. El caos.
«Es raro verte fuera de tus dominios, ¿qué haces por acá?», preguntó el tiempo mientras fruncía el ceño. Todavía recordaba ciertos momentos en que su mera aparición causaba un conflicto en la realidad misma.
«Escuché cierta información de alguien», dijo mientras se acercaba
El tiempo levantó una ceja al ver la forma que había tomado su compañero «No tenía idea de que te gustaba cambiar de forma… te ves raro», dijo el Tiempo mientras veía la apariencia que había optado Caos
Una chica pelirroja con coletas.
Bueno, Tiempo no se quejaba, puesto que también había optado una apariencia similar. Aunque no se lo dijo.
«Tch, Tch, tú y tus cosas pequeñas, ya basta con eso. Son diminutas, ni siquiera se puede ver a través de ellas», agarró una esfera de las manos de Tiempo y la agitó. Tomó un respiró y creó una pantalla grande que cabía bien en sus manos.
Tiempo tomó la pantalla y vio como aparecía el sujeto que se despertaba en una calle
Caos creó otra gran silla al lado de la silla de tiempo y se sentó a ver el espectáculo de aquel error cósmico
«¡Esto será divertido!», ambos pilares de la existencia sonrieron a su modo y observaron la figura del error mientras se agarraba la cabeza.
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