SOLOS Y SONRIENTES

«Hay tantos pensamientos interesantes que podemos compartirnos», pienso en eso mientras me encuentro en un grupo de personas que conozco desde hace cinco años y que en todas sus reuniones hablan de dinero, el clima, autos, trabajo, uñas, chismes… Estas personas nada tienen que ver conmigo pero me debo obligar a salir de casa, trabajo desde mi computadora y no veo más personas así que voy a reuniones de primos y amigos de mi esposo en donde me siento aún más sola.

Hace unos meses me decidí no volver a estas reuniones, me resigné a la falta de vitamina D y las visitas asustada al oftalmólogo cada año, leo muchas horas al día y así me siento acompañada. En algunos países las personas salen de sus casas, caminan y llegan a un café a charlar con sus amigos sobre sus sentimientos y pensamientos; no tienen que agarrar el carro para ir cualquier lugar, hay sitios en donde pueden ir a aprender cosas, al estado le interesa que se eduquen (música, danza, teatro…)

Vivo en una ciudad en donde no se puede transitar sin esquivar un montón de macetas o te muerda un perro (los andenes no son transitables), las filas de autos son interminables, no me puedo mover en bicicleta y hay muy poco transporte público. No hay actividades culturales de valor, al estado no le interesa invertir en ellas y las personas no las piden, el aire es cada vez más sucio; todos se divierten yendo a centros comerciales a comprar cosas que no necesitan y a conciertos de cantantes de reguetón. Estas personas no se sienten solas, pero sé que no hay solo ese tipo de humanos, hay muchos otros y la mayoría nos sentimos solos.
Es la época en donde debemos sonreír por todo, sonreír en el trabajo (debes agradarle a todos), sonreír en las fotos y subir muchas a las redes sociales, ser muy productivo y muy feliz, seguimos desgastándonos tratando de ser felices, con relaciones de amistad sin sentido, amores pasajeros, listas de tareas, casas minimalistas, viajes para presumir, hábitos atómicos, yoga y toda esa mierda.