…Pero cuando no esperas nada, cuando comprendes que lo que te rodea es indiferente a tus subjetividades, cuando te haces a la idea de que aquello que tanto anhelas con todas tus fuerzas no va a ocurrir, cuando la esperanza se desvanece y la desilusión toma su lugar, sin aviso algo mágico sucede como si una muy pequeña chispa en tus adentros creciera tan desmedidamente que podría incendiar el planeta entero, sientes con cada átomo de tu cuerpo una sensación inexplicable que vagamente -por decirlo de alguna forma- sería comparable a una alegría total, un nirvana que te significa plenitud, de repente todo lo que has soportado únicamente con la fuerza de tu espíritu, aquello que por momentos creíste que iba a ganar y en cuestión de tiempo te desplomarías inerte sobre los pedazos de un cielo roto, de pronto todo eso desaparece y te dotas de una felicidad incalculable, un sentimiento que creías haber olvidado para siempre nuevamente brota tan intensamente en ti, vuelves a vivir.
Eso es una ligera aproximación de lo que me pasó cuando una noche cerré los ojos y me hallé en un campo totalmente verde, el cielo completamente azul con el sol reluciente ocupando su centro desprendiendo energía que se funde en mi piel, respiré el aire más puro que pudo acariciar mis pulmones y entre el pasto te reencontré, entonces tuve mi tan anhelada despedida, esperaba tanto decirte que cambiaste mi vida, que te amo y te amaré mientras esté vivo, por fin pude decirte adiós dignamente, porque no me consta que después de esta vida haya algo más (…)

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