Capitulo 1


Sentado, frente a la computadora. Mirando el monitor y tratando comenzar a escribir. Buscando las palabras perfectas para iniciar… nada. Ni una sola palabra en mente. Miro hacia arriba y comienzo a contar: uno, uno, dos, tres, cinco, ocho, trece, veintiuno… Fibonacci siempre tenía la solución. Mente en banco y luego una palabra para comenzar… ‘ella’.

Ella lo miró. Vio en él lo que quería para ella, a él. No separó la vista ni un segundo. Caminó para verlo más de cerca, para hablarle, para contarle como lo miraba todas las mañanas cuando iba a tomar su orden. Para decirle lo que sentía y lo mucho que lamentaba no haberlo hecho antes. Pero a solo algunos pasos antes de llegar a él algo la hizo parar. Esta vez no iba solo, esta vez iba con ella, tomaba su mano, sonriendo con esa timidez de las primeras citas, con esa mirada que dicta una historia de amor a punto comenzar, con…

No. Muy cursi y dramática. Es lo que a la gente le gusta, pero no a mí. Cambiemos esto:

Ella lo miró. Le seguía asustando, pero aun así le atraía. Siempre que se acercaba a él, notaba como reaccionaba de una manera hostil, como si odiara al mundo. Pero esta vez más que otras. Así que solo llevo su orden a la mesa y trato de olvidar su existencia, o al menos hasta que volviera a su mesa y estuviera el plato vacío junto al pago. Así lo hacía desde hace 2 años. Cuando fue a la mesa y recogió plato y paga, notó que algo había en el asiento, una cartera. Rápidamente pensó en que debería dársela a su jefe para que la entregara al día siguiente. Pero luego pensó en que mejor lo haría ella, así podría tener una plática con él, algo que había deseado dese hace algún tiempo, a pesar del miedo que le tenía.”

Un poco mejor, pero aun así le falta algo, un toque menos misterioso y más interesante.

Alguien toca la puerta. Pero, nadie toca la puerta a esta hora. No a las 4:34 am. Me apresuro a ver quien es.

-¿Quién es? – pregunto desde una distancia segura, a dos metros, pegado a la pared.

– Abre, por favor. Necesito tu ayuda. – Esa voz. Creo recordarla. Hace dos noches. Mi nuevo editor. Eso me hace recordar una historia que leí cuando tenía poco más de veinte. Una persona llega una noche a casa de un desconocido, o al menos eso pensaba al principio. Le hace confiar en él y termina siendo su hermano que creía muerto en guerra, que además quería vengarse por olvidarle y no tratar de buscarlo.

Abro la puerta y ahí está. Fue difícil distinguir si solo estaba agitado o asustado por alguna misteriosa y nocturna razón.

– Adelante, ¿Qué te trae por aquí a esta hora? – entró de inmediato y se quitó el abrigo. Que, por cierto, fue muy raro que lo trajera. Estamos a más de 20 grados en esta temporada.

-Necesito que me ayudes con algo. Sé que no es correcto venir a esta hora a molestar, pero como me dijiste que normalmente pasabas las noches en vela, escribiendo, fuiste mi mejor opción. Además, esto te va a interesar. – hablaba mientras sacaba algo de su mochila. Una muy vieja aunque conservada mochila. ¿Por qué trae una mochila?

Sacó una caja de madera. Me la dio.

– Necesito que veas lo que hay dentro. Lo encontré en mi casa hoy cuando llegue en la mañana. Junto a una nota – ¿una nota? No me gustan las notas cuando vienen en cajas de madera pequeñas. Según Hollywood eso siempre significa algo explosivo. O aun peor, alguna maldición. Siempre me han gustado las películas de terror. – que solo era una hoja en blanco. También la traje, mira.

Me mostró una pieza de papel café. Totalmente diferente al papel ordinario, o cualquier clase de papel que hubiera visto hasta ahora. Parecía viejo. No más grande que una página A4.

– Conozco a alguien que puede ayudarte con el papel, pero tendremos que esperar al amanecer ¿ya has abierto la caja? – dejé la “nota” en la mesa y comencé a inspeccionar la caja. No parecía nada fuera de lo común. No pesa mucho, así que no puede ser algo metálico, aunque siempre está el peligro del ántrax o el clásico chiste de la popo de perro.

– Sí, es un libro. O bueno, algo así. – ¿”algo así”? ¿Qué es lo puede pero no puede ser un libro? Tal vez deba cambiar de editor. Uno que sepa distinguir entre un libro y cualquier otra cosa. El anterior se retiró hace algunos meses, y él, al menos no se drogada, no tanto. Este es muy joven, nuevo en este mundo, esa fue la razón para elegirlo. Eso y que su padre me ayudó mucho cuando comencé a escribir, fue lo más cercano a un mentor. Pero esto me hace dudar de si fue una buena elección. – Sería difícil de explicar así que mejor míralo por tu cuenta y me dices que opinas.

Abrí con cuidado la caja. Solo hay un libro. Pasta de cuero y, por lo que se podía ver, las hojas eran del mismo material que la “nota”. La portada tiene un dibujo de algo parecido a una luna. La abrí con cuidado y estaba escrito con un lenguaje muy extraño, algo como jeroglíficos, además, la caligrafía cambiaba según las páginas. La tinta se veía más tenue en algunas partes, como si el tiempo la desgastara, un muy largo tiempo. Todo hecho a mano.

– Esto pertenece a un museo. Aunque sé de algunos trafi… comerciantes de antigüedades. Si descubres que es y qué tan viejo, podrías ganar una fortuna. – me miraba con curiosidad, como diciéndome que estaba olvidando algo.

– Mira el reverso del libro. – Me dijo. Así que volví a tomarlo. Le di la vuelta. Algo escrito. Valeria Riur. – Sé que conoces ese nombre. Por eso vine.

– Es el nombre de mi ex esposa – Me cuesta un poco entender esto. Hace dos años que me separé de Valeria y después del divorcio no la he vuelto a ver. Lo último que supe de ella es que vivía con un tipo llamado David, no un mal tipo. Y ahora encuentro su nombre en un libro que podría ser del siglo pasado. ¿Qué podrá significar? Piensa ¡Piensa! – Ella me contó que su apellido venia del extranjero, Europa central, creo. Después de eso ya no sé nada más. Te puedo poner en contacto con algunos de sus amigos o algún familiar, solo no digas que vas de mi parte. Es probable que te saquen a patadas si lo haces.

– Eso no es lo más interesante, mira. – me quita el libro y comienza a hojearlo. Busca algo. – aquí, lee esto. – cerca del final. Una hoja con algunos nombres. Tres, para ser exactos. Raúl, David y José. Solo esos tres nombres dentro de una página entera de dibujos raros, que al parecer son letras. Estoy confundido (y un poco asustado). Podría ser una gran casualidad, aunque si algo me ha enseñado la vida es; no confíes en las señales, abandona todo y corre.

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