04. Baño de sol.

Te encontré entre un mar de arena amarillenta bajo el cielo convertido en una densa manta blanca que me protegía del sol; hacía ya tanto tiempo, que me había olvidado de mi labor de buscarte.

No advertí que en cuanto oí aquella risa en la misma cadencia que solías tener, de mis ojos cayó el velo que cegaba las plantillas de tu sombra en mi vida, recordando en el acto lo sutil de tu andar, de tus manías, del brusco comportamiento con que llegabas a transformar el mundo como lo conocía. 

Me di cuenta de que aquello que tanto llegué a reprocharte, eso de obligarme a buscarte en otros rostros para dejar de sentir el pesar de tu indiferencia, regresó a mí y me recorrió como el vino que se toma deprisa, que arde pero no lastima, que se disfruta sobre la lengua mientras inquieta el resto del cuerpo; para comprobarme que pude verte en otros ojos y sentir tu aura aún en la lejanía mediante este extraño portador que se parece tanto a ti. 

Un fantasma, un hechizo, mis recuerdos, tu esencia… Y para mi sorpresa, lo único que pude hacer fue agradecer a la vida por haber tenido la dicha de guardarte y ver tu llama emitir una tenúe luz cual lámpara de inagotable aceite, tan cerca de mí por una última vez.