Desvelando un eco

Excavando en la tierra, meto mis uñas con desesperación, todo lo que saco se esparce sobre el en el césped a mi lado formando un pequeño caos. La pequeña pala se siente inútil, un desafío de la tierra a seguir cavando, buscando en lo prufundo sin un propósito claro. 

Minutos antes bajo el primer pino, el de la raíz salida que deja un pequeño hundimiento que parece un asiento, cuando percibí algo blanco bajo tierra, escarbé con mi uña y era una concha de mar, vaya sorpresa. Seguí pues gateando queriendo ver si quizás se podría detectar algo más y no, queriendo ir más allá comencé a cavar. Raíces de ciprés, piedras, cemento vuelto roca…¿una taza? Continúo, como un animal arrastrandose en la tierra buscando algo en lo profundo…una tapa, una tuerca, legos, un pedazo de plato, tela, un hueso de res (regalo del perro claro),  una lombriz y entre todo esto una sensasión hipnótica, sin poder parar cuando de pronto lo siento, un amuleto dorado, sin apenas observarlo creyendo que sé y lo meto en mi bolsillo.

Al entrar, la veo sentada como la dejé tres horas atrás, exactamente donde la dejé, frente a la ventana, mirando en la misma dirección, ni un músculo se mueve, tensa, la estatua de mis miedos, me lavo las manos y me cambio, el silencio pesado y denso, como si se hubiese detenido el tiempo. 

Me voy por el pasillo y con el mayor sigilo guardo lo que encontré en un pequeño bolso, el cual mientras me acerco va pesando cada vez más, como si de alguna manera el metal quisiera abrirse paso hacia fuera, intentando reclamar algo que no comprendo aún. Ella sigue petrificada en ese silencio que parece eterno, el miedo y la anticipación anudan mi garganta, un frío recorre mi cuerpo, respiro hondo y siento como mis dedos aprietan con fuerza el pequeño bolso. 

De pronto al abrir los ojos me percato de la silla vacía, el sonído de algo pesado que se arrastra, su mirada antes vacía ahora me atraviesa intensa e inaludible, siento un sudor frío recorrer mi espalda, intento retroceder pero no hay espacio, el metal dentro de la bolsa suena como a una canción lejana y vibra suave en mis manos tensas, lo dejo caer y me siento liberada, extiendo mi mano temblorosa buscando contacto, sin saber que espero, de repente la figura se desvanece en el aire. Recojo el pequeño bolso del suelo, ahora ligero. Al abrirlo, me doy cuenta de que también el amuleto ha desaparecido. Desenterré un eco que ya no puedo ignorar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS