En todo el tiempo que he vivido siento que las horas esperan pasar las emociones que no se sintieron, no porque no hayan querido expresar si no que se ignoraron por el solo hecho de que tenemos miedo. Miedo a qué todo se pierda por una idiotez.
Simplemente, en este momento, las mezcla de emociones de las que te tiran al fondo a pensar que no eres nadie, lo único que deseas es volver respirar.
Enojado, molesto a no creer que tome las mejores decisiones. Y fue contrario. A qué nadie te dejará que cierres la maldita boca, a qué nada volverá a ser congruente en esta simpleza de ser una buena persona. Donde los simples detalles de las cosas ni siquiera te ayudan. La mera verdad de aceptar que soy un adulto que recién nace.
Aunque tengo la teoría de que el día de mañana todo saldrá bien, y no sé si es verdad pero me lleno de la certeza de que si.
Sueño divagar en el mañana para entender que se anhela la vida, pensando en aventurarme en la felicidad. Siento que la primavera quiere saber mí, y tal vez se lo cuente aunque no me agrade, esperaré su mensaje.
Así es, y para contar que compre unos individuales y verlos, uno tenía escrito:
«Las mejores cosas de la vida son las personas que amamos y los lugares que hemos visto, los recuerdos que hemos creado a lo largo del camino.»
Completamente mostramos un tipo de empujé o motivación por lo que debe ser así. Me da mucho gusto hablar contigo (una forma de decirlo). En el más sincero de los deseos debemos entender todo lo que pasa, por qué todo tiene que ser complicado, cuesta entenderlo. La vida no es justa, pero entendemos que es disfuncional en los buenos momentos.
Son solo un par de días y todo es lento; por qué ya nada se suma en la lista de pendientes.
Amigo o amiga, escucha ésto y lee detalladamente:
«Un rumbo, aceptado por quién soy.»
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