Nadie sabe como llegamos, simplemente aparecimos un día con el inmenso deseo de rebelarnos, y nadie nos alzó la voz pues el semblante lo decía todo. El brillo en los ojos nos delataba que hemos sido forjados en el averno. Donde el pan no se conoce y la sonrisa ha sido olvidada, donde robamos improperios y la maldición es dueña del alma. Pero así desdichados y somnolientos guerreros se fueron a la conquista del crepúsculo, empuñando en sus entrañas las más grandes esperanzas y los desahuciados relatos de la muerte. Y caímos en desgracia, por la rebelión, esa herencia nos fue arrebatada y nos aburrió la bondad. Y hoy somos almas en pena. Caminamos a ciegas, extrañando la luz que un día nos guió por el camino y fingimos que nada pasa, solo nos espanta haber sido renuente a mirar al cielo. Buscando una respuesta escalaremos la montaña y el resplandor de la luna nos dirá la verdad
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