El Profesor que me enamoro

El Profesor que me enamoro

Reb Liz

05/01/2024

Sinopsis

El amor, en su mayoría, es una locura completa, y así lo fue para Ifigenia y James. ¿Quién podría haber imaginado una relación tan íntima entre un profesor y una alumna?

Ifigenia Rodríguez, una joven de tan solo 15 años, era tímida y tenía una baja autoestima. Dudaba que el chico al que amaba pudiera corresponderle, a pesar de todas las muestras de amor que él le había dado.

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Capítulo 1: El Encuentro Inesperado

Narra Ifigenia

¿Recuerdas la primera vez que te enamoraste?

A veces nos enamoramos de una sonrisa, una sonrisa que nos hace suspirar. O tal vez nos enamoramos de unos ojos cautivadores, unos ojos que nos atrapan. A veces, nos enamoramos de alguien por su personalidad o incluso por su físico.

Hola, mi nombre es Ifigenia Rodríguez, tengo 15 años y vivo en California. Mis padres están divorciados y mi padre se mudó a Nueva York por motivos de trabajo.

Y esta es la historia de mi primer amor. Me enamoré de alguien inesperado, mi profesor de literatura. Sé que esto está mal y no debería sentir lo que siento, pero ¿puedo evitarlo? James Santiago es un hombre maravilloso. Es atractivo, joven e inteligente. Sus ojos son como un laberinto en el que te pierdes sin darte cuenta.

Lo conocí cuando tenía 13 años, recién ingresaba a la secundaria. En ese momento, él aún no era mi profesor, tenía 18 años. Desde ese momento, me enamoré de él de una manera que nunca imaginé.

Pero dudaba que él se fijara en mí. No me considero especialmente bonita, al menos eso es lo que pienso. Tengo piel blanca, ojos cafés y labios de un suave tono rosado. Soy de estatura promedio, delgada pero no demasiado. ¿Quién podría fijarse en alguien como yo?

Dejé de ver a James cuando se graduó de la preparatoria y se fue a estudiar a la universidad. Llegué a pensar que nunca lo volvería a ver, pero la vida siempre nos sorprende.

Pero bueno, si voy a contar mi historia, será mejor que comience desde el principio. Todo empezó en un día normal, un día soleado y agradable.

Eran las 7:15 am cuando desperté al sonido del despertador. La verdad es que no estaba muy emocionada por mi primer día de clases en la preparatoria.

– Hoy es mi primer día de clases. ¡Qué fastidio! – me quejé.

Me levanté, arreglé mi cama y fui al baño para ducharme con agua fría. Después de terminar, salí del baño y me dirigí a mi armario.

Miré mi ropa por un momento y decidí ponerme un vestido azul marino que resaltaba mi figura.

Este año, había decidido hacer algunos cambios en mi vida y tal vez encontrar a un chico que hiciera que las demás chicas me envidiaran.

Aunque en realidad, solo podía pensar en James. La distancia no había disminuido lo que sentía por él, al contrario, lo había intensificado.

Elegí unos zapatos negros, dejé mi cabello suelto y me apliqué un poco de maquillaje.

– ¡Ifigenia! – gritó mi mamá desde la cocina – Te estás quedando sin tiempo, apúrate por favor.

Bajé lo más rápido que pude y ahí estaba mi madre con su hermosa sonrisa de todas las mañanas.

– Hola mamá – saludé con poco entusiasmo.

– Hola hija – respondió dándome un beso en la mejilla – ¿Cómo estás? ¿Lista para la escuela?

– Sí – respondí algo nerviosa.

Después de desayunar, mi madre me llevó a la escuela.

Media hora después, ya estaba frente a la institución. La verdad es que llamaba la atención con el atuendo que había elegido.

De repente, sonó el timbre para entrar a clases. Revisé mi horario y vi que mi primera clase era de literatura. Siempre odié esa materia porque siempre la había dado un profesor aburrido y espantoso, pero no tenía opción, tenía que tomarla.

Al entrar al salón, me senté en uno de los primeros asientos, ya que no conocía a nadie aquí.

Estaba perdida en mis pensamientos cuando escuché que la puerta del salón se abría y vi entrar al hombre más guapo y atractivo que había visto en mi vida.

– Buenos días, alumnos. Mi nombre es James Santiago, su nuevo profesor de literatura – anunció.

– James – pensé.

Él era mi nuevo profesor de literatura. Maldita sea mi suerte, mil veces maldita. ¿Cómo puede ser que este hombre tan atractivo sea mi profesor de literatura? Si antes no tenía posibilidad alguna, ahora mucho menos – murmuré en mi mente sin apartar la mirada de él.

Él nos dedicó una sonrisa a todos.

La clase transcurrió entre explicaciones y ejemplos de poesía. James era un profesor apasionado y se notaba en su manera de enseñar. Cada vez que hablaba, sus palabras me envolvían y me transportaban a un mundo lleno de emociones y belleza.

De vez en cuando, sentía su mirada en mí y yo le lanzaba una sonrisa coqueta. No sé por qué lo hacía, nunca había sido coqueta antes.

Cuando sonó el timbre, desperté de mis pensamientos. Estaba guardando mis cosas en mi mochila cuando, de repente, tropecé con una silla y cerré los ojos esperando el golpe contra el suelo. Pero los abrí cuando sentí unas manos sujetando mi cintura.

Y para mi sorpresa, era él… era el hombre más atractivo que había visto en mi vida.

No pude evitar mirarlo a los ojos con una sonrisa coqueta.

Él solo sonrió y susurró en mi oído.

– Ten más cuidado, preciosa.

Esas palabras me hicieron estremecer.

– Me llamó preciosa – pensé.

Dios mío, este hombre me volverá loca. Pero lo que él no sabía es que estaba conociendo a mi profesor.

Narra James

Mientras observaba a mis nuevos alumnos, mi mirada se detuvo en Ifigenia. Su belleza y su sonrisa coqueta me atrajeron de inmediato. No podía evitar sentir una conexión especial con ella, aunque sabía que era inapropiado y complicado. Traté de mantener la distancia profesional, pero era difícil resistirse a su encanto.

Durante la clase, noté cómo Ifigenia se sumergía en mis palabras y cómo su atención se centraba en cada ejemplo que daba. Me alegraba ver su interés y su entusiasmo por la literatura. Aunque intentaba no prestarle demasiada atención, no podía evitar sentir que había algo más entre nosotros.

Después de la clase, me acerqué a Ifigenia para asegurarme de que estaba bien después de haber tropezado. Su sonrisa coqueta y su mirada desafiante me hicieron perder el aliento por un momento.

– Ten más cuidado la próxima vez, preciosa – le susurré al oído, sin poder evitar que mi voz sonara un poco más cercana de lo necesario.

Ella se estremeció ante mis palabras, y su reacción solo aumentó mi atracción hacia ella. Sin embargo, sabía que tenía que mantener la distancia y actuar como su profesor.

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Capítulo 2: El Juego de la Atracción

Narra Ifigenia

Al día siguiente, estaba tumbada en mi cama, perdida en mis pensamientos y dejando volar mi imaginación. Recordaba el encuentro con mi profesor y cómo nos conocimos. Mi corazón latía con fuerza solo de pensarlo. Cuando sonó mi alarma, me levanté emocionada, sabiendo que vería a James de nuevo.

Rápidamente arreglé mi cama, tomé una ducha y revisé mi armario. Opté por unos jeans ajustados, un top negro y una chaqueta roja que hacía juego con mis sandalias de plataforma. Me miré en el espejo y me sentí más segura y atractiva de lo habitual.

Bajé rápidamente, sin desayunar, ansiosa por llegar temprano a la escuela. Me despedí de mi madre y me subí al autobús.

Una vez en la institución, revisé mi horario y me di cuenta de que las tres primeras horas eran con James, mi profesor de literatura. No podía evitar sentir una emoción especial al pensar en su clase. Entré al salón y me encontré con que estaba vacío, ya que había llegado temprano. Tomé asiento cerca de su escritorio y saqué mi diario para escribir.

De repente, percibí un aroma delicioso en el aire. Era un perfume suave y masculino. Levanté la vista y allí estaba él, apoyado en el marco de la puerta. Llevaba unos jeans y una camisa informal que le quedaban increíblemente bien.

– Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy – dijo acercándose a mí.

– Sí, profesor… pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor – respondí, mordiendo mi labio inferior de manera coqueta.

No podía creer lo que estaba haciendo. Nunca antes me había comportado así.

Él me contestó con una mirada sexy, lo cual solo aumentó mi deseo de coquetear. Poco a poco, se fue acercando a mí, pero antes de hacerlo, cerró la puerta del salón. No sabía a qué estaba jugando, pero yo estaba dispuesta a seguirle el juego.

Extendió su mano y yo la tomé tímidamente.

– Sabes, Ifigenia – dijo con dulzura -, eres muy hermosa y no sé por qué, pero siento que te gusta provocarme. Y te diré algo, a mí me gusta que me provoques, porque eso logra encenderme.

Sus palabras me hicieron estremecer. Sin más preámbulos, puso sus manos en mi cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos. Nos acercamos y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. Era mi primer beso y no podía creer lo maravilloso que era. Sentí cómo sus manos acariciaban mi espalda, descendiendo hasta llegar a mis nalgas, mientras él me pegaba más a su cuerpo.

Estaba volviéndome loca. Quería que esto continuara, pero sabía que debíamos separarnos antes de que alguien nos descubriera.

– Gatita, esto lo terminaremos más tarde – dijo con excitación. Antes de que los demás compañeros entraran al salón, me guiñó un ojo, a lo que yo respondí con una sonrisa traviesa.

La verdad es que no sabía a qué estábamos jugando, pero no iba a detenerme. Me había metido en esto y quería ver hacia dónde nos llevaría.

Bueno, bueno, volviendo al dios nórdico. Comenzó la clase y yo moría con su voz. Era suave, sexy y masculina. Era alto, con un cuerpo perfectamente marcado. Su piel clara contrastaba con su cabello castaño, un poco largo y ligeramente despeinado. Sus ojos cafés avellana y su sonrisa con hoyuelos eran simplemente hermosos. Decir que era el hombre más guapo que había visto en mi vida era quedarse corta.

– ¡Ey! Ifigenia, ¿me estás prestando atención? – dijo alguien con una voz aguda.

Era Heidi, mi mejor amiga desde preescolar. Habíamos compartido bellos momentos juntas, desde que compartimos los columpios. No entendía por qué no había venido a la escuela el primer día.

– Claro que sí, solo me distraje un poco, lo siento – respondí.

– ¿Y en qué te distraíste? ¿En él? – dijo señalando a James.

– ¿Q-Qué? No, no, bueno, sí – tartamudeé.

– No te culpo – dijo riendo -, es muy guapo. ¿Sabes cómo se llama?

– Tiene un nombre precioso… se llama James Santiago – respondí.

– ¿James Santiago? ¿No teníamos un compañero en secundaria que se llamaba así? – se quedó pensando por un momento y luego me miró con una sonrisa pícara -, ¡Es él! ¿Verdad? Es el chico del que estás enamorada desde los 13 años.

No supe qué contestar. Me quedé paralizada por un momento.

– Cállate, Heidi.

Al terminar la clase, esperé a que todos salieran y me acerqué a su escritorio.

– Señorita Rodríguez, ¿qué se le ofrece? – preguntó James.

– Creo que tenemos algo pendiente, profesor – dije con una risa seductora.

Vi cómo se levantaba y cerraba la puerta del aula. Luego se acercó a mí y me tomó de la cintura, mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos.

– Gatita, esto no ha terminado – dijo antes de besarme una vez más.

Salí de su salón suspirando, emocionada por lo que vendría. Cada vez me gustaba más este hombre, y la atracción entre nosotros seguía creciendo.

Narra James

Al ver a Ifigenia entrar al salón temprano, sentí cómo mi corazón se aceleraba. No podía evitar sentir una atracción intensa hacia ella, algo que iba más allá de la relación profesor-alumno. Mientras me acercaba a ella, no pude evitar notar lo hermosa que lucía con su outfit ajustado y su sonrisa traviesa.

– Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy – dije, tratando de mantener la compostura.

– Sí, profesor… pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor – respondió ella, mordiendo su labio inferior de manera coqueta.

Esa pequeña acción desató algo en mí. Sentí cómo la tensión sexual entre nosotros se intensificaba. Me acerqué lentamente, cerrando la puerta del salón. Quería jugar su juego, dejarme llevar por la atracción que sentía hacia ella.

Extendí mi mano y ella la tomó tímidamente. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo al sentir su contacto. Sus ojos brillaban con deseo, y su sonrisa coqueta me invitaba a seguir adelante.

– Sabes, Ifigenia – dije con dulzura -, eres muy hermosa y no sé por qué, pero siento que te gusta provocarme. Y te diré algo, a mí me gusta que me provoques, porque eso logra encenderme.

No podía negar la verdad de mis palabras. Ella tenía el poder de encender una pasión en mí que no había sentido en mucho tiempo. Sin más preámbulos, puse mis manos en su cintura y ella rodeó mi cuello con sus brazos. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de deseo.

Sentir sus labios contra los míos era intoxicante. Era como si el mundo desapareciera a nuestro alrededor y solo existiéramos nosotros dos. Sus manos acariciando mi espalda despertaban sensaciones que había olvidado. Quería más, quería explorar cada rincón de su ser.

Pero, una vez más, fuimos interrumpidos por el maldito timbre que anunciaba el inicio de las siguientes clases. Nos separamos con reluctancia, sabiendo que debíamos poner fin a ese momento.

– Gatita, esto no ha terminado – dije, sintiendo la excitación correr por mis venas. Le di un último beso antes de que saliera del salón.

Verla alejarse suspirando me dejó con ganas de más. Cada vez me gustaba más Ifigenia y la atracción entre nosotros solo crecía. Sabía que esto no podía detenerse aquí. Estaba dispuesto a explorar hasta dónde nos llevaría esta pasión desenfrenada.

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Capítulo 3: ¿Celosa? Ni en mis sueños

Narra Ifigenia

Al día siguiente en la escuela, las tres horas de literatura pasaron volando. A veces sentía la mirada del profesor sobre mí, y cada vez que nuestros ojos se encontraban, él me sonreía de una manera emocionante. La verdad es que disfrutaba de esos juegos de miradas con él.

Cuando sonó el timbre para el almuerzo, esperé a que todos salieran para poder quedarme a solas con el profesor. Pero todo se vio interrumpido por una mujer mucho más atractiva que yo, una rubia de piernas largas y espalda descubierta que se acercó al profesor y lo abrazó por detrás.

– ¿Quién es esta mujer? – pensé.

– Hola amor, ¿cómo estás? – dijo aquella mujer con una sensualidad exagerada.

Hablaba de una manera tan desagradablemente seductora. La verdad es que estaba furiosa, pero ¿qué podía hacer? Él era solo mi profesor y yo, una simple alumna. ¿Celosa?

Sin ninguna dignidad después de lo que había pasado entre él y yo, lo vi de frente y lo besó delante de mí. Sin más que hacer, agarré mis cosas y salí corriendo, azotando la puerta. Me gané una mirada de rabia de esa mujer y del mujeriego de mi profesor.

Estaba realmente enfadada y no sabía qué hacer. Me fui al patio trasero donde los chicos guapos jugaban fútbol. Entre ellos estaba Samuel, el chico con el que tenía que hacer un trabajo que debíamos presentar la próxima semana. Samuel se acercó a mí al verme sola.

– Hola bonita, ¿cómo estás? – dijo Samuel – ¿Qué pasa? – preguntó mientras me daba un beso en la mejilla, lo que hizo que me sonrojara.

– Nada, Samuel. Solo cosas que hacen que mi vida sea complicada – dije sintiendo que iba a llorar.

Él me miró de una manera seductora y me dijo:

– Está bien, linda. A su debido tiempo me contarás – dijo levantándose de mi lado – Lamentablemente, tengo que irme. Hablamos luego. Adiós.

Yo no dije nada, solo hice un gesto con la mano diciéndole adiós.

Escuché el timbre, era hora de entrar a clases de nuevo. Solo me faltaban dos clases más y me largaba de ahí. Revisé mi horario y me tocaba física e historia.

Después de mis últimas clases, fui hasta mi casillero para sacar lo necesario para poder jugar tenis. La verdad es que era un deporte bastante agradable y me gustaba mucho jugarlo. Al llegar a los vestuarios, me encontré con varias chicas que se estaban cambiando. De repente, dos chicas se acercaron a mí.

Una era alta, morena, con ojos negros, pestañas muy largas y senos grandes. Era realmente hermosa.

Su amiga era todo lo contrario, era bajita, con ojos verdes y cabello castaño. También era muy bonita, al igual que su amiga.

En esta escuela, todas eran más bonitas que yo.

– Hola, soy Daniela – dijo la morena – Y ella es mi amiga Camila.

– Hola – dijo Camila con una sonrisa perfecta.

Yo solo sonreí, la verdad es que se veían muy amigables.

– Hola, soy Ifigenia – dije con una sonrisa.

– La verdad nos acercamos a ti – dijo Daniela – para decirte si quieres estar en nuestro equipo y así ser amigas. Hemos visto que estás sola y queríamos saber si quieres ser parte de nuestro grupo.

Camila asintió con una gran sonrisa.

Pasaron las horas y me despedí de mis dos nuevas amigas. Mientras salía hacia el portón para tomar un taxi, un brazo fuerte me atrapó y me llevó hasta el cuarto del conserje. Una vez allí, todo estaba oscuro y empecé a sentir unas manos recorrer mi cuerpo y llegar a mis labios. Luego, encendieron la luz y ahí estaba él, el bombón… el idiota de mi profesor de literatura.

– ¿Qué te pasa, imbécil? ¿Por qué me tocas? – dije enojada.

– Vamos, Gatita, ¿qué te pasa? ¿Por qué me dices eso? – dijo como si no hubiera pasado nada.

– Qué cínico – pensé.

– Ah, ya sé por qué estás así. Es por Hannah, ¿verdad? – dijo.

«Así que la muy desgraciada tiene nombre de zorra, claro, Hannah» – pensé.

– ¿Estás celosa, gatita?

– Yo, ¿celosa? Jamás – dije – Y no vuelvas a llamarme así.

– ¿Por qué no, solecito?

– Tampoco.

– No necesitas ponerte celosa.

– Ya te dije que no estoy celosa.

Logré zafarme de su agarre y caminar hasta el portón. Una vez fuera del instituto, tomé aire y comencé a pensar. La verdad es que mi profesor quería jugar conmigo, pero yo le enseñaría a jugar, pensé con una sonrisa traviesa.

Cuando llegué a casa, me encontré con mi madre. Amaba a mi familia, aunque no convivía mucho con ellos, les tenía un gran cariño. No solía contarles nada, ni a mi padre ni a mi madre. No les tenía la suficiente confianza. Normalmente les contaba cosas normales, como el día en la escuela, logros o ridiculeces, pero nada íntimo, como mi primer beso o si estoy enamorada. Menos ahora que ambas preguntas tienen la misma respuesta: mi profesor.

Mis padres se divorciaron cuando tenía 13 años. Supe que mi padre le fue infiel a mi madre y ella nunca lo perdonó. El año pasado, mi padre recibió un ascenso en su trabajo y se fue a vivir a Nueva York.

Pasé el tiempo ideando un plan para poner celoso a James. ¿Quieres jugar? Juguemos, James.

Narra James

Después de la clase de literatura, me sentía emocionado por haber compartido esos momentos de miradas intensas con Ifigenia. No podía negar que sentía una conexión especial con ella, algo que iba más allá de ser solo su profesor. Sin embargo, mi emoción se vio interrumpida por la llegada de Hannah, una mujer deslumbrante que se acercó a mí con una sensualidad exagerada.

– Hola amor, ¿cómo estás? – dijo Hannah con una voz seductora.

No pude evitar sentirme atraído por su encanto, pero al mismo tiempo me sentí culpable por lo que estaba sucediendo. Ifigenia estaba ahí, presenciando todo. Me di cuenta de que había herido sus sentimientos y eso me hizo sentir incómodo.

Cuando Ifigenia salió corriendo, sentí una mezcla de confusión y remordimiento. ¿Cómo pude permitir que las cosas llegaran a este punto? Me sentía culpable por haberla lastimado y por haberme dejado llevar por la atracción hacia Hannah. Pero al mismo tiempo, no podía negar que había algo entre nosotros.

Después de la clase, me dirigí al patio trasero y vi a Samuel acercarse a Ifigenia. Sentí una punzada de celos al verlos juntos, pero me recordé a mí mismo que no tenía derecho a sentirme así. Ifigenia merecía ser feliz y si Samuel podía hacerla sonreír, no tenía derecho a interferir.

Mientras caminaba hacia mi próxima clase, me di cuenta de que había cometido un error. No solo había lastimado a Ifigenia, sino que también había puesto en riesgo mi reputación como profesor. Me prometí a mí mismo que debía ser más cuidadoso en el futuro y mantener una distancia adecuada con mis estudiantes.

Después de las clases, me encontré con Ifigenia en los vestuarios. Quería disculparme por lo sucedido, pero antes de que pudiera decir algo, ella se fue sin darme la oportunidad de explicarme. Me sentí frustrado por no poder arreglar las cosas, pero entendí que necesitaba darle espacio y tiempo para procesar lo que había sucedido.

Mientras caminaba hacia mi auto, me invadieron pensamientos de arrepentimiento y preocupación. No quería lastimar a Ifigenia, pero al mismo tiempo no podía negar la atracción que sentía hacia ella. Sabía que debía encontrar una manera de resolver esta situación de manera adecuada y respetuosa.

Cuando llegué a casa, me encontré con mis propios pensamientos y sentimientos contradictorios. Me sentía culpable por lo sucedido, pero también sentía una extraña emoción al pensar en Ifigenia. Sabía que tenía que tomar decisiones difíciles y enfrentar las consecuencias de mis acciones.

Pasé el tiempo reflexionando sobre lo ocurrido y pensando en cómo podía enmendar las cosas con Ifigenia. Sabía que tenía que ser honesto con ella y enfrentar las consecuencias de mis acciones. No quería perder su confianza ni lastimarla más de lo que ya había hecho.

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Capítulo 4: Un Plan Inesperado

Narra Ifigenia

El sonido del despertador me sacó de mi excitante sueño con mi profesor.

Me levanté rápidamente de la cama y me metí en la ducha para tomar una larga y relajante ducha.

Al salir del baño, elegí un short blanco, una camisa que resaltaba mi figura y unos Nike negros. Me arreglé y bajé a desayunar.

– Hola, cariño – dijo mi mamá.

– Hola, mamá. ¿Cómo estás?

– Bien, hija. ¿Y tú? ¿Cómo te fue en el colegio? ¿Algún chico que te llamó la atención? – dijo mi mamá con su tono sarcástico, sabiendo que nunca había tenido novio.

– Nada, mamá. Solo chicos feos y odiosos – mentí.

Pasaron 30 minutos y ya estaba en la institución. Mis tres primeras horas eran de historia, matemáticas y química. Nada interesante. Al entrar al instituto, no vi a mi profesor de literatura por ningún lado, así que me dirigí hacia mi casillero. Mientras guardaba mis cosas, sentí dos manos en mi cintura. Me di la vuelta para ver quién era y ahí me encontré con el guapo de Samuel.

– Hola, preciosa – dijo él, acercándose a mis labios.

– Hola, guapo – respondí. En ese momento, se me ocurrió el mejor plan de toda mi vida, o tal vez el más infantil. Le iba a dar a mi querido profesor de literatura una cucharada de su propia medicina.

– Samuel, ¿me haces un favor? – dije con un tono seductor.

– Claro, preciosa – respondió él con un tono sensual.

– Ven conmigo – le dije, tomándolo de la mano y llevándolo hacia la parte trasera de la escuela. Creía que tanto él como yo nos perderíamos las clases.

– Bien, Samuel, te voy a contar algo. Tienes que jurarme que nadie lo sabrá y que me ayudarás – dije con un tono de voz tan inocente que parecía un ángel para quien me escuchara.

– Bien, Ifigenia – respondió él. – Dime en qué quieres que te ayude.

– Lo primero que te diré es que… me he enamorado de mi profesor de literatura. Y al segundo día, él me besó. Y al tercer día, lo vi besándose con su novia – dije, sintiéndome avergonzada. Samuel solo me miraba sonriendo como un tonto. – Y lo segundo es que quiero darle celos. Así que tú me vas a ayudar con eso – le dije. Samuel abrió los ojos como platos.

– Déjame ver si entendí – dijo. – ¿Quieres que yo te ayude a darle celos al profesor? – Asentí. Pasaron unos minutos y él no decía nada. El maldito silencio me ponía muy nerviosa.

– Carajo, ¿entonces me vas a ayudar o no? – le dije, histérica.

Samuel se paró frente a mí y me empezó a besar salvajemente. Yo no sabía qué hacer cuando una voz ronca nos interrumpió. Ahí estaba mi profesor de literatura, sonrojado.

– Disculpen, jóvenes. ¿Qué se supone que estaban haciendo? Está prohibido el contacto físico en esta institución.

– Nada que los novios no hagan – dijo Samuel, guiñándome el ojo. Yo solo sonreí traviesamente.

– Están castigados, jóvenes. Esto no se puede hacer dentro de la institución – dijo el profesor. Esta vez, yo le contesté.

– Mire, profesor, usted no nos puede regañar por un beso. Esto es entre él y yo – dije, elevando la voz.

– Señorita, no se le ocurra levantarme la voz – dijo enojado.

Y yo solo lo miré con odio.

– Así que los dos vayan a sus respectivas aulas – dijo. – Y en la salida hablaremos de sus castigos. Den gracias a Dios de que no se lo diré al director – dijo sarcásticamente.

Antes de irse, Samuel se acercó a mi oído y me dijo:

– Nena, ese beso responde a tu pregunta. Claro que te ayudaré – me dijo, separándose de mí y dándome un beso en la mejilla.

Yo iba a seguirlo cuando una mano sujetó mi brazo y no me dejó avanzar.

– Mira, gatita – dijo el profesor, tomándome de la cintura furioso. Reí en mi interior, mi plan estaba funcionando de maravillas. – Tú eres mía, solo mía. Solo yo te toco, solo yo te beso, solo yo ¿Oíste? Solo yo – dijo con voz llena de deseo. Esas palabras me encantaron, pero estaba muy enojada por lo que había hecho que todavía no podía perdonarlo.

– Mire, profesor – le dije seriamente. – Yo no soy suya y puedo hacer lo que se me dé la regalada gana con quien yo quiera. Es asunto mío, no suyo. Así que no se meta, porque si no recuerda, usted fue el que me enseñó – él empezó a reír, lo que me enfureció aún más.

– Está bien, está bien. Gatita, perdóname – me dijo con voz calmada. – No fue mi intención besarme con Hannah delante de ti. Así que perdóname. Y si este es un plan para darme celos, créeme que está funcionando. Por favor, no te enojes.

Eso fue lo último que dijo cuando sentí sus labios en los míos, mordiendo mis labios. A los pocos minutos, respondí a su beso. Empezó a acariciar mi espalda, bajando hasta mis nalgas, y yo solté un gemido, algo que a él le encantó. Nos separamos por falta de aire.

– Gatita, me esperas a la salida. Quiero llevarte a un lugar – me dijo él, y yo solo asentí emocionada.

– Tenemos que irnos – me dijo luego. – Antes de que nos vengan a buscar y nos descubran.

Le di un beso y me fui primero, esperando unos minutos antes de que él saliera para evitar sospechas. Mientras caminaba, no podía evitar pensar en dónde me llevaría. ¿Será a su casa? ¿O tal vez a algún lugar especial que solo él conoce?

Mi mente no dejaba de crear teorías, pero estaba orgullosa de mí misma. Mi plan había funcionado a la perfección y ahora tenía a mi profesor de literatura justo donde quería.

Aunque seguía pensando en algo que me inquietaba. ¿Quién es esa tal Hannah? No podía entender cómo él podía besarme a mí y luego estar con otra persona. No era justo para ninguna de las dos.

Recordé a mi amiga Heidi y su triste historia de amor. Desde que éramos niñas, ella había estado enamorada de un chico que no la merecía. Aunque era guapo, él la trataba mal y abusaba del cariño que ella le tenía. Heidi aún piensa que le gusta, pero yo sé que no es así. Siempre tuve miedo de que me pasara lo mismo, de enamorarme de alguien que no me valorara.

Pero esta vez, con el profesor de literatura, sentía que las cosas eran diferentes. No estaba dispuesta a dejarme manipular ni a conformarme con migajas de amor. Quería algo real y sincero, algo que él me pudiera ofrecer si realmente sentía algo por mí.

Mientras esperaba a Samuel, me prometí a mí misma que no permitiría que nadie me lastimara. Estaba decidida a luchar por lo que quería y a no conformarme con menos de lo que merecía.

Narra James

Mientras observaba la escena entre Ifigenia y Samuel, sentí una mezcla de emociones abrumadoras. La sorpresa inicial se convirtió rápidamente en enfado al presenciar ese beso apasionado. No podía creer que Ifigenia se hubiera enamorado de mí y que ahora estuviera buscando darme celos. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué se besó delante de mí?

Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, tratando de encontrar una explicación lógica para esta situación inesperada. Sentía una furia ardiente por dentro, pero también una profunda tristeza y culpa. No podía dejar de pensar en lo que había hecho con Hannah y cómo eso había afectado a Ifigenia.

– Mira, gatita – dije, tomando a Ifigenia de la cintura con furia contenida. Traté de controlar mi enojo mientras observaba su sonrisa traviesa. – Tú eres mía, solo mía. Solo yo te toco, solo yo te beso, solo yo ¿Oíste? Solo yo – mi voz se llenó de deseo, pero en el fondo, sentía una mezcla de desesperación y culpa. No podía evitar pensar en lo que había hecho y cómo había lastimado a ambas mujeres.

– Mire, profesor – me respondió Ifigenia con seriedad, mirándome fijamente a los ojos. – Yo no soy suya y puedo hacer lo que se me dé la regalada gana con quien yo quiera. Es asunto mío, no suyo. Así que no se meta, porque si no recuerda, usted fue el que me enseñó. – Su respuesta me hizo reír, pero fue una risa amarga. Sabía que tenía razón, pero eso no quitaba el remordimiento que sentía por mis acciones.

– Está bien, está bien. Gatita, perdóname – le dije, tratando de calmar mi voz y controlar mis emociones. – No fue mi intención besarme con Hannah delante de ti. Fue un error y te pido perdón por ello. Y si este es un plan para darme celos, créeme que está funcionando. Pero debemos hablar sobre esto, sobre lo que ha sucedido y cómo nos sentimos.

Mientras pronunciaba esas palabras, sentí una mezcla de alivio y temor. Sabía que había cometido errores y que tendríamos que enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. Pero también había una pequeña chispa de esperanza, la esperanza de que pudiéramos encontrar una forma de resolver esta situación complicada y tal vez, solo tal vez, descubrir algo más profundo entre nosotros.

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Capítulo 5: La Inesperada Sorpresa

Narra Ifigenia

Las horas pasaban rápido cuando llegué a mi última clase. Entré al salón y ahí estaba Samuel, mi guapo profesor de literatura. Aún no había llegado, pero Samuel me hizo señas para que me sentara junto a él. Justo cuando estaba a punto de sentarme, Samuel me dio una palmada en el trasero que me enfureció.

– Eres un idiota – le dije, muy enojada. Él solo sonrió.

– Nena, es solo parte del plan – dijo, riendo.

Me alejé de él y me senté junto a Heidi. Pasaron 5 minutos entre risas y bromas entre nosotras, hasta que finalmente entró mi guapo profesor de literatura.

Nuestras miradas se conectaron y me quedé embobada con sus hermosos ojos cafés. La clase pasó muy rápido, entre miradas y coqueteo por parte de los dos.

Cuando llegó el final de la clase, Samuel y yo dejamos que todos salieran y nos acercamos al profesor.

– Bueno profesor, aquí estamos – dijo Samuel. – ¿Cuál será nuestro castigo?

– Por esta vez no habrá castigo, Samuel – dijo el profesor, serio. – Pero que no vuelva a repetirse, por favor. Samuel y yo asentimos.

Esperé a que Samuel saliera y me quedé a solas con James.

Una vez que Samuel salió del salón, sentí cómo dos manos fuertes me tomaron de la cintura con firmeza. Me di la vuelta y ahí estaban esos hermosos ojos que me derretían, con una mirada llena de deseo. En ese momento, tenía ganas de besarlo. Estaba muy emocionada, porque había llegado la hora de la sorpresa.

– Gatita, llama a tu mamá – me dijo, en tono sensual. – Y dile que esta noche no irás a dormir a tu casa y te quedarás con tus amigas – me susurró al oído mientras besaba mi cuello.

La verdad es que no sabía qué iba a pasar y estaba nerviosa, pero también quería estar con él.

Tomé mi celular y marqué el número de mi madre.

– Hola, mamá. ¿Cómo estás? – dijo mi madre del otro lado del teléfono.

– Hola, mamá. Quería saber si puedo ir a dormir a casa de una amiga hoy. Prometo que mañana llegaré temprano a casa – dije, esperando la respuesta de mi madre.

– Está bien, hija. Ve y cuídate mucho. Te amo – dijo dulcemente.

– Ok, mamá. Te amo más – respondí y colgué.

– Listo, profesor. Ahora, ¿dónde me llevarás? – le dije, coqueteando.

Él me sonrió y dijo:

– Bueno, solecito, te llevaré a mi casa. Ahí te cambiarás y luego iremos a cenar – dijo, besándome en los labios.

Al salir del salón, salimos los dos. Él aparentaba estar algo enojado y yo estaba un poco asustada, para que no nos descubrieran. Ya no había nadie, solo estaban los conserjes limpiando la escuela.

Salimos y él tomó mi mano. Llegamos a su coche y me abrió la puerta del copiloto, como todo un caballero.

Una vez que cerró la puerta, se subió al asiento del conductor y se dispuso a conducir. Durante el trayecto, posó su mano en mi muslo, acariciándome. Yo solo me dedicaba a admirar lo hermoso que era: su cara, su cuerpo, su sonrisa, su boca, sus ojos. Todo era perfecto.

– ¿Por qué me miras tanto? – me dijo, sonriendo.

– Porque eres perfecto, profesor – le dije, sonriendo.

Sentía que me estaba enamorando, pero no puedo permitirlo. Esto es solo un juego y quien se enamora, pierde.

– ¿En serio crees que soy perfecto? – dijo, sonriendo.

– Sí, claro que sí – respondí, entusiasmada.

Él tomó un momento para admirarme y luego, con su voz poética, me elogió:

– Tus ojos, dos luceros que iluminan mi camino. Tu sonrisa, un poema que alegra mi día. Tu voz, una melodía que encanta mis oídos. Eres la musa que inspira mis versos, la belleza que llena mi mundo. Eres mi aliento, mi inspiración, mi razón para amar la literatura.

Empezamos a bromear mucho, mientras yo le daba besos en la mejilla.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que llegamos a un hermoso edificio súper lujoso. Entramos y él tomó mi mano. La verdad, eso me hacía sonrojarme. Me encantaba que lo hiciera.

Una vez dentro del ascensor, él empezó a darme pequeños besos en el cuello, lo que me hacía sentir en el cielo.

Las puertas del ascensor se abrieron y entramos a su departamento. Era realmente hermoso: grande, de color blanco. Su sala tenía un sillón en forma de L de color rojo. La sala estaba adornada con muchos cuadros hermosos. La cocina era inmensa. La verdad, todo era hermoso. Era como una mini mansión.

– Ifigenia, ven – me dijo él. – ¿Te gusta mi casa?

– Sí, es realmente hermosa – le dije, sonriendo.

– Y eso que no has visto lo mejor. – me dijo, sonriendo. – Esa es tu sorpresa. – Yo asentí.

Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto. Ahí estaba un hermoso vestido rojo de encaje, junto con unos tacones negros. La verdad, todo era hermoso.

Enamorarse es de valientes, pero yo soy una cobarde. No quiero que mi corazón caiga en manos equivocadas, que lo destrocen en mil pedazos. Mi mayor miedo es que lo tome y lo destruyan, sin importarles mi dolor.

Jamás he tenido un novio. Por más que me guste una persona, suelo rechazar a mi corazón y hacerle caso a mi mente.

No dependo de un hombre. No me define un hombre. Yo soy yo y punto.

Narra James

Cuando la vi por primera vez, supe que algo especial había despertado en mí. Sus ojos, radiantes como estrellas en la noche, me atraparon en un universo de fascinación. Su sonrisa, dulce y encantadora, iluminaba mi mundo y despertaba en mí la inspiración más profunda.

Cada vez que la veo en mi clase, siento cómo mi corazón se acelera y mi mente se llena de versos que claman por ser escritos. Ella es mi musa, la fuente de mi creatividad y la razón por la que amo la literatura aún más.

Pero no solo es su belleza exterior lo que me cautiva, sino también su inteligencia y pasión por las letras. Sus comentarios en clase revelan una mente brillante y una perspectiva única que me desafía y me inspira a ser un mejor profesor y escritor.

Sin embargo, debo ser consciente de los límites que existen entre nosotros. Soy su profesor y tengo la responsabilidad de guiarla en su aprendizaje, no puedo permitir que mis sentimientos se interpongan en su desarrollo académico. Es un equilibrio delicado, pero estoy decidido a ser un apoyo para ella sin cruzar ninguna línea inapropiada.

A veces, me pregunto si ella siente algo más que admiración por mí. ¿Será posible que también haya captado las chispas de conexión que parecen surgir entre nosotros? Pero, por ahora, me limito a disfrutar de su presencia en mis clases y a encontrar en sus palabras y gestos pequeñas señales de reciprocidad.

Es un desafío mantener mis emociones bajo control, pero sé que es lo correcto. Mi amor por la literatura y mi compromiso como profesor siempre estarán por encima de cualquier sentimiento personal. Quiero ser su guía, su mentor y su inspiración, sin importar lo que el destino tenga preparado para nosotros.

En el fondo, sé que estos sentimientos son un regalo en sí mismos. Aunque no pueda expresarlos abiertamente, el amor que siento por Ifigenia alimenta mi creatividad y me impulsa a explorar nuevas dimensiones en mi escritura. Ella es mi musa silenciosa, mi inspiración secreta, y eso es suficiente para mí.

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Capítulo 6: La Primera Cita

Narra Ifigenia

Estaba realmente nerviosa. Esta era mi primera cita con James y sentía una mezcla de emoción y miedo. Sabía que algo iba a suceder, pero no estaba segura de qué.

– Princesa, te dejaré para que te arregles. Luego, bajemos juntos. Quiero llevarte a un lugar especial – me dijo James con una sonrisa.

Mi hermoso profesor, con su voz encantadora que me derretía. Todo parecía perfecto.

– Claro, James – respondí. Antes de que se fuera, me tomó de la cintura y me dio un dulce beso.

Hasta ese momento, siempre lo había llamado por su nombre. Pero algo estaba cambiando.

Él salió de la habitación y me dejó allí, en su habitación. Me sentía muy contenta. Fui al baño para tomar una ducha, pero me llevé una gran sorpresa. La bañera estaba llena de pétalos de rosa azul, mis favoritos. Junto a ella, había una mesita con una nota que decía:

«Aquí empieza nuestro juego, gatita. Espero que te guste, mi rayito de sol.

James, tu profesor».

Todo parecía perfecto, hasta que leí esas palabras: «aquí empieza el juego». Me dolieron, pero me recordé a mí misma que esto era solo un juego y que no debía enamorarme. Aunque, en secreto, creo que ya es demasiado tarde. Decidí tomar esa ducha y disfrutar del momento.

Narra James

Estaba en el balcón de la casa, esperando a que Ifigenia bajara las escaleras. Estaba nervioso y emocionado, al igual que ella. No sabía qué me estaba pasando con esa chica de 15 años. Me hacía sentir tan bien. Sus besos me llevaban a la luna, y sus ojos, labios y sonrisa eran perfectos.

Ella era mil veces mejor que Hannah. Había terminado con ella el mismo día en que Ifigenia nos vio besándonos. Hannah vino solo para decirme que se había acostado con su mejor amigo y me preguntó si yo la perdonaba. Esa maldita me traicionó, pero no me sentí mal. De hecho, me sentí feliz de terminar con ella. Le dije que se fuera y que todo terminara ahí.

Ahora estaba soltero, pero Ifigenia había ganado mi corazón. Hoy le daría una noche que nunca olvidaría. Aunque nunca antes había hecho el amor con una mujer, solo había tenido sexo, con ella era diferente. Quería hacerle el amor. Sabía que era incorrecto, ya que ella era mi alumna, pero no podía negar que me había enamorado de Ifigenia, mi Ifigenia.

Narra Ifigenia

Salí del baño. La ducha había sido relajante y me sentía muy bien. Ahí estaba, el hermoso vestido rojo de encaje en la cama. Creí que todo era un sueño, pero era real. Todo era tan perfecto, pero las palabras de la nota siempre resonaban en mi cabeza: «esto solo es un juego». Confieso que quería algo más que eso, pero no podía pedir más, ya que él tenía novia.

Me dispuse a cambiarme. Mi ropa interior era de encaje negro, hermosa. James había comprado todo esto para mí y me avergonzaba un poco. Me puse el vestido, que me quedaba perfecto, y los zapatos negros. Me miré en el espejo, peiné mi cabello.

«James ha pensado en todo» pensé.

Había un estuche de maquillaje. No podía creerlo, todo era hermoso. Me maquillé de forma natural y dejé mi cabello suelto. Había aplicado una crema en él.

Me vi en el espejo varias veces y, la verdad, me sentía más hermosa que nunca.

Estaba tan feliz conmigo misma que una lágrima se escapó mientras me miraba. Había pasado por momentos difíciles y había caído en la depresión, pero ese día todo era diferente. Estaba pensando en todo cuando un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

Limpié la lágrima y escuché su hermosa voz, que tanto me derretía.

– Princesa, ya baja. La noche es joven y tenemos mucho por hacer – dijo James con ternura.

Salí de la habitación y, justo cuando estaba a punto de bajar las escaleras, él estaba allí, esperando. Llevaba un hermoso traje que lo hacía lucir como todo un príncipe. Su corbata negra combinaba con su pantalón, sus zapatos y su saco. Llevaba una hermosa camisa blanca de botones. Era perfecto.

Mi profesor era perfecto, y lo que sucedería esa noche jamás lo olvidaría.

No quería enamorarme. ¿Por qué de mi profesor? ¿Por qué él? Tenía que descubrirlo. Pero me recordé a mí misma: Basta, Ifigenia. Que pase lo que tenga que pasar.

– Wow, princesa, estás hermosa – dijo James con brillo en sus ojos.

– Gracias, tú tampoco te quedas atrás. Estás muy guapo – respondí con ternura.

– Vamos, princesa. La noche es joven – dijo, tomando mi mano.

Antes de salir, James propuso vendarme los ojos como sorpresa. Acepté emocionada. Sentía que estaba viviendo un sueño con él.

Tomó mi mano y comenzamos a caminar. Me guiaba hasta que nos detuvimos en un punto donde podía sentir el aire rozando mi cuerpo y mis mejillas. Estaba emocionada. Cuando él me quitó la venda de los ojos, abrí los míos lentamente. No podía creer lo que veía. Estábamos en una pequeña playa. Junto al mar, había una mesa para dos, decorada con platos de porcelana y velas rojas

que iluminaban toda la playa. Había un camino de pétalos de rosa que se extendía hacia un destino desconocido, pero estaba ansiosa por descubrirlo.

– ¿Te gusta? – preguntó James nervioso.

– Me encanta. Esto es lo más hermoso que alguien ha hecho por mí – respondí con una sonrisa. – Eres el primero en hacer algo así. Es lo mejor del mundo, James- .

Salté a sus brazos y lo besé apasionadamente. En ese momento, olvidé todo y a todos. Esa noche sería solo para nosotros dos y no permitiría que nada ni nadie lo arruinara. Todo era perfecto y quería que fuera así, al menos por esa noche.

Nuestro beso se volvió más profundo y apasionado, pero James se apartó.

– Nena, si seguimos así, no podrás disfrutar de la cena – dijo con dulzura en su voz.

Lleno de deseo, besó mi cuello.

– Vamos, nena – me tomó de la mano y nos dirigimos a la mesa.

– Siéntate – dijo, sacando la silla para que me sentara.

Asentí y él me dio un beso en la cabeza, acariciando mi cabello, antes de tomar su lugar.

– Bueno, nena, espero que te guste todo esto – dijo sonriendo.

– Estás jugando. Todo es tan perfecto. Gracias – respondí, con una sonrisa. – Es como un cuento de hadas.

– De nada, princesa. Todo es especial cuando estoy contigo. Te mereces esto y mucho más – dijo James con ternura.

Todo era perfecto. Disfrutábamos de una hermosa cena cuando el celular de James comenzó a sonar. En la pantalla, vi el nombre de una tal Hannah.

– ¿Me permites? – dijo James levantándose de la mesa.

Asentí, pero en secreto, lo seguí sin que él me viera. Escuché su conversación con Hannah.

«Todo fue un juego», dijo James.

Esas palabras me dolieron en lo más profundo de mi corazón. Sabía que era verdad. Todo era solo un maldito juego para él, tal como lo había escrito en esa nota.

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Capítulo 7: Un Cuento de Ensueño

Narra Ifigenia

«Todo fue solo un juego…»

Esas palabras resonaban en mi cabeza, y no quería escuchar más. Salí corriendo, pero mi torpeza hizo que hiciera ruido y James me alcanzó rápidamente, sujetándome de la cintura.

– ¿A dónde vas, nena? No quiero que te vayas – dijo con tristeza en su voz.

– Me voy, te odio. No puedo creer que haya caído en esta mierda, en este juego. Para ti, esto es solo un juego – respondí, sin poder contener las lágrimas que caían por mis mejillas.

– Nena, por favor, no digas eso. Tú no eres un juego, eres mucho más que eso – me dijo mientras me abrazaba. Empecé a llorar en sus brazos, sintiéndome como una niña, y él me consolaba.

– Hermosa, tú no eres un juego. Terminé con Hannah el día en que nos viste besándonos. Ella vino a decirme que se había acostado con su mejor amigo, y fue en ese momento que terminé con ella. Lo que le estaba diciendo era que todo lo que pasó entre nosotros fue un juego – explicó, con lágrimas en sus ojos. – No quiero que te vayas, quiero que te quedes. Quiero estar contigo pase lo que pase.

– No, no, no. ¡Mentira! Estás mintiendo. ¿Quién podría quererme? Mírame, soy fea. ¿Quién podría fijarse en mí? – dije, llorando desconsoladamente.

– Tú eres hermosa, Ifigenia. Eres la única que cree lo contrario – dijo, levantando mi rostro con delicadeza para que nuestras miradas se encontraran. – Te amo – declaró, y lo abracé.

Quiero estar con él, y si él quiere estar conmigo, entonces estaremos juntos. No importa lo que pase, estaremos juntos.

– Por favor, princesa, quédate – suplicó James.

– Sí, James, querido profesor. Quiero estar contigo – le respondí, besándolo.

Nuestro beso se volvió más intenso. Nos detuvimos sin separar nuestros labios. Sentí sus manos acariciando mi cuerpo y no quería que se detuviera. Quería ser suya. Pero de repente, él se detuvo.

– Vamos, nena. Sé que quieres ver a dónde te lleva el camino de rosas – dijo, y tenía razón. Quería descubrir a dónde me llevaría ese camino. Al comienzo del camino, había un cartel que decía:

«En cada pétalo de rosa, guardo un deseo para ti».

Continuamos caminando, y yo sonreía al leer esas palabras.

A mitad del camino, encontramos otro cartel que decía:

«Eres la melodía que siempre he buscado en el silencio».

Estaba a punto de llorar con esas dulces declaraciones. Todo era perfecto. Le susurré al oído y él respondió con un beso.

Al llegar al final, había una gran manta blanca que no dejaba ver qué había al otro lado. En letras rojas, decía:

«Si cruzas esta línea, estás aceptando ser mi compañera de vida. No importa lo que enfrentemos, juntos lo superaremos».

– Tú decides si cruzas la línea, hermosa – dijo, mirándome a los ojos. – ¿Quieres ser mi compañera de vida?

– Sí, sí, sí – respondí emocionada, saltando para luego besar sus labios. No lo soltaría por nada del mundo. Nos besamos, nos acariciamos, y varios gemidos escaparon de mis labios mientras cruzaba la manta. James empezó a acariciar mis muslos, haciendo que los rodeara con sus caderas. Luego, bajó sus besos a mi cuello, y pude ver lo que había allí.

Una cama llena de pétalos de rosa azul, con velas que iluminaban el camino hacia el amor eterno. Mantas rojas cubrían cada centímetro de la cama, creando un santuario de pasión y ternura. Había una nota que decía:

«En este lecho de amor, se escribirá nuestra historia juntos».

No había duda, estaba completamente enamorada, sin límites. Me asustaba un poco, me sentía insegura, pero James era un hombre maravilloso.

Es soltero y dice que aún no ha encontrado a su media naranja. Se ha enamorado varias veces, pero la indicada no ha llegado. Me contó que Hannah le fue infiel, pero una parte de mí tenía miedo de que todo esto fuera solo un juego para él.

Mis pensamientos internos necesitaban salir, y esos besos que me daba hacían que las mariposas en mi estómago despertaran.

– Gatita, eres la dueña de mi corazón – dijo James, besándome.

Sus palabras fueron dulces.

– James, tú robaste el mío desde la primera vez que te vi – respondí sin dejar de besarlo.

– ¿Te gusta la sorpresa, nena? – preguntó James, mordiendo mi oreja.

– Sí, todo es hermoso… James, quiero pedirte algo – dije con dulzura.

– Dime, nena, lo que quieras – respondió, besando mi cuello.

– Quiero que me hagas tuya. Hoy, esta noche, aquí. Quiero que tú seas el primero y el último – le pedí.

– Tus deseos son órdenes – dijo él, con una sonrisa pícara.

Narra James

Mientras abrazaba a Ifigenia, mis pensamientos se agolpaban en mi mente. No podía evitar sentirme afortunado de tenerla en mis brazos, pero también sentía la necesidad de expresar mis sentimientos más profundos.

– ¿Cómo pude ser tan ciego? – me preguntaba a mí mismo. Durante mucho tiempo, había estado buscando a alguien especial, a mi media naranja, y ahora estaba frente a mí. Ifigenia era esa persona, la que había estado esperando sin siquiera saberlo.

La forma en que ella dudaba de su belleza me partía el corazón. Para mí, Ifigenia era la personificación de la belleza interior y exterior. Cada vez que la miraba, me maravillaba de su encanto y su luz única. Quería que ella lo supiera, quería que se viera a sí misma a través de mis ojos.

– Te amo, Ifigenia – susurré en su oído mientras la abrazaba más fuerte. Quería que esas palabras resonaran en su corazón y disiparan todas sus dudas. Quería que supiera que ella era mi princesa, mi todo.

Pero también sentía miedo. Miedo de que ella pudiera pensar que todo esto era demasiado bueno para ser verdad. Miedo de que pudiera creer que era solo un juego para mí. Nada podía estar más lejos de la verdad. Ifigenia era la persona más importante en mi vida, y estaba dispuesto a luchar por ella y protegerla sin importar qué.

Mientras nos besábamos, sentí una conexión profunda y poderosa. Cada caricia, cada gemido compartido, solo fortalecía mi convicción de que estábamos destinados a estar juntos. Quería que ella supiera que no había límites para mi amor, que estaba dispuesto a ir hasta el fin del mundo por ella.

– Te elijo, Ifigenia – pensé mientras nuestros labios se encontraban una vez más. Quería que ella supiera que estaba dispuesto a ser su príncipe, su compañero de vida. Quería que supiera que mi compromiso con ella era inquebrantable.

En ese momento, sentí una profunda gratitud por haber encontrado a alguien tan especial como Ifigenia. Sabía que nuestro camino juntos no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío con ella a mi lado. Nuestro amor era real, profundo y verdadero, y haría todo lo posible para que ella lo sintiera cada día.

Suspiré mientras nos abrazábamos, sintiendo una paz y felicidad que nunca antes había experimentado. Estaba listo para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas juntos, sabiendo que nuestro amor nos llevaría a lugares que nunca habíamos imaginado.

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Capítulo 8: Noche de Pasión

Narra Ifigenia

– Tus deseos son órdenes – susurró James mientras sus manos se posaban en mi cintura. Mis brazos rodeaban su cuello mientras nos besábamos apasionadamente. Cada beso despertaba un deseo insaciable en mí, quería más, anhelaba entregarme por completo.

– Te deseo, Ifigenia – suspiró, dejando escapar el deseo en su voz.

En ese momento, las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta mientras me perdía en sus caricias. Mis manos se aventuraron debajo de su saco, acariciando su pecho, mientras él exploraba mi cuerpo bajo el vestido. Con sus manos en mi cintura, nos acercábamos más, la pasión ardiendo entre nosotros.

Pero justo cuando James estaba a punto de quitarme el vestido, se detuvo y me miró a los ojos.

– Ifigenia… ¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Realmente quieres que esto suceda? – preguntó, buscando una confirmación en mi mirada.

Por un momento, me detuve, sus palabras resonaron en mi mente. Me estaba preguntando si realmente quería entregarme a él después de tanto esperar. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que lo deseaba con todo mi ser. No necesitaba decir nada, simplemente volví a besarlo, dejando que mis labios hablasen por mí. A partir de ese momento, no había vuelta atrás.

No encontraba las palabras adecuadas para expresar lo que sentía, así que simplemente asentí con la cabeza, transmitiéndole mi deseo sin palabras.

James me tomó en sus brazos, cargándome con cuidado mientras yo envolvía mis piernas alrededor de su cadera. Con suavidad, me recostó en la cama, besando cada centímetro de mi piel en el camino. Cada caricia era tan delicada que me sentía como una muñeca de porcelana, y con la misma delicadeza sentí su cuerpo caer sobre el mío.

Sus labios comenzaron a explorar los míos, descendiendo lentamente por mi cuello, hasta llegar a mis pechos. Allí se detuvo, suspirando con excitación.

– Cariño… Dime si debo detenerme, de lo contrario, seguiré adelante – murmuró, buscando mi consentimiento.

– No quiero que te detengas – susurré, llena de excitación.

Nos sentamos en la cama y comencé a desabrochar su saco con mis manos temblorosas, liberando su pecho desnudo mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado. Luego, con delicadeza, desabroché su camisa y la retiré lentamente, revelando su torso desnudo.

Después, nos pusimos de pie y, con suavidad, comencé a desabotonar su pantalón, quitándoselo con lentitud mientras nuestros labios seguían unidos en un beso apasionado. Finalmente, me despojé de mi vestido, dejando que cayera al suelo.

– Eres hermosa, Ifigenia… eres una visión hecha mujer – suspiró, admirando mi desnudez.

Nuestros ojos se encontraron y, con cuidado, me recostó en la cama. Cada beso que me daba era tan delicado que me llenaba de confianza. Sus labios recorrieron mi cuello, bajando por mi pecho hasta llegar a mi ombligo.

– Mmmm, James – gemí su nombre, sintiendo cómo su boca exploraba cada rincón de mi piel. Suaves suspiros escapaban de mis labios mientras él me acariciaba con ternura.

Luego, con un movimiento cuidadoso, giramos y quedé encima de él. Sus labios se encontraban con los míos mientras sus dedos acariciaban mi espalda.

Comenzó a despojarme del sujetador mientras sus labios seguían explorando mi cuerpo. Cuando llegó a la zona debajo de mi ombligo, continuó despojándome de la única prenda que me quedaba.

No pude evitar devolverle el gesto y comencé a besar su cuello, recorriendo su hombro y descendiendo por su pecho. Mis labios exploraron cada centímetro de su cuerpo.

A pesar de todo, James notó mi inseguridad. Era mi primera vez y sentía miedo.

– ¿Estás segura? – suspiró, buscando mi confirmación.

Presioné mi boca contra la suya, transmitiéndole con ese beso que sí, que estaba segura.

Jadeó al ver cómo se despojaba de lo que cubría su cuerpo. Pude admirar cada parte de su cuerpo, fuerte y elegante. Era la personificación de la perfección masculina, una fantasía hecha realidad.

Sus manos descendieron hasta mi vientre, sus caricias encendiendo mi cuerpo. Sentía como si fuera un arqueólogo explorando cada rincón de mi ser.

– Mmmm, James – gemí su nombre, entregándome al placer que me proporcionaba.

– ¿Qué quieres, nena? Dime qué deseas – suspiró, lleno de deseo.

– Hazme tuya, James – grité, dejando que mi voz expresara mis más profundos anhelos.

Comencé a mover mi cadera, pero de repente se detuvo. ¿Por qué parar? La impaciencia se apoderó de mí. Levantó su cuerpo ligeramente, alcanzó la mesita de noche y sacó un envoltorio plateado. Lo rasgó mientras me sonreía y observaba cómo lo usaba.

Temblaba de nerviosismo y James lo notó.

– ¿Quieres que pare? – preguntó, suspirando.

– No – respondí, suspirando.

– ¿Estás segura? – volvió a preguntar.

– Sí – respondí nuevamente.

Nuestros cuerpos se presionaron uno contra el otro, y sentí cómo su miembro se deslizaba en mi zona íntima. Abrí mis piernas para darle paso, sintiendo un cosquilleo en todo mi cuerpo.

– Nena, ¿estás lista? – preguntó con deseo.

– Sí, James, estoy lista – respondí, llena de anticipación.

Comenzó a empujar y un dolor se apoderó de mi cuerpo.

– Aaaaaaaa, James, duele – gemí, sintiendo la incomodidad inicial.

– Tranquila, amor… pronto ese dolor se convertirá en puro placer, te prometo que seré cuidadoso – susurró, abrazándome mientras buscaba aliviar mi malestar.

Me aferré a su espalda y mordí su hombro, lo que provocó un gemido suyo. Con ímpetu, se deslizó dentro de mí, moviéndose con delicadeza para evitar lastimarme. Estuvimos así durante un buen tiempo, entregados el uno al otro, hasta que ambos alcanzamos el clímax. Me acurruqué en su pecho mientras él acariciaba mi cabello.

– Debe ser un cliché total esta posición, yo recostada en tu pecho desnudo, cubiertos por una sábana – dije, sonriendo mientras besaba su pecho y él acariciaba mi cabello.

– Fue hermoso, Ifigenia – dijo, mirándome a los ojos.

Esa expresión fue suficiente, James no necesitó decir nada más.

Deslizó la punta de su dedo por mi piel, dejando la calificación «A+» escrita en ella. Luego, con tono juguetón, dijo:

– Tienes la mejor calificación, Señorita Rodríguez.

Cuando me miró a los ojos, lo besé y luego nos quedamos dormidos abrazados. Sentí una profunda sensación de protección en sus brazos.

Narra James

Mientras la pasión ardía entre nosotros, mis manos se posaban en su cintura, sintiendo la electricidad que emanaba de su cuerpo. Cada beso que compartíamos despertaba en mí un deseo incontrolable, anhelando entregarme por completo a ella.

La miré a los ojos, buscando una confirmación en su mirada. Quería asegurarme de que esto era lo que ella realmente deseaba. No quería presionarla ni hacerla sentir incómoda. Quería que este momento fuera especial para los dos.

Cuando ella volvió a besarme con pasión, supe que había dado su consentimiento sin necesidad de palabras. Sentí una oleada de emoción y gratitud. No podía creer que ella me deseara tanto como yo la deseaba a ella.

La llevé con cuidado hacia la cama, sabiendo que debía tratarla con delicadeza. Cada caricia que le daba era como si estuviera tocando una obra de arte, sintiendo su suavidad y su calidez bajo mis manos.

Mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado, mi mente se llenaba de pensamientos de amor y devoción hacia ella. Quería hacerla sentir especial, quería que esta noche fuera inolvidable para los dos.

A medida que nuestros cuerpos se desnudaban lentamente, sentí una mezcla de excitación y ternura. Admiré su belleza desnuda, maravillándome de tenerla tan cerca de mí. Era como si estuviera viviendo un sueño hecho realidad.

Cuando me recosté sobre ella, mis labios exploraron cada centímetro de su piel, queriendo memorizar cada detalle de su cuerpo. Quería que se sintiera amada y deseada en cada momento.

A medida que nos entregábamos el uno al otro, sentí una conexión profunda y poderosa. Cada gemido, cada suspiro, era una muestra de la pasión y el amor que compartíamos en ese momento.

Cuando finalmente alcanzamos el clímax juntos, sentí una oleada de felicidad y satisfacción. La abracé con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Me sentí completo, como si hubiéramos creado algo hermoso y único juntos.

La miré a los ojos, sin necesidad de decir palabras. Nuestros ojos hablaban por sí solos, expresando todo lo que sentíamos en ese momento. Me sentí agradecido y afortunado de tenerla en mi vida, y supe que este era solo el comienzo de algo especial entre nosotros.

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Capítulo 9: Un Despertar Especial

El sol de la mañana acariciaba mi rostro mientras abría los ojos lentamente. Me encontraba en una cama cubierta de pétalos de rosa, esparcidos por la arena de la playa. A mi lado, estaba James, mi profesor, durmiendo plácidamente. Su cabello despeinado y su rostro tranquilo lo hacían lucir aún más guapo.

Comencé a besar su frente y a darle pequeños besos en los labios, despertándolo con cariño.

– Buenos días, guapo – dije con dulzura.

– Buenos días, preciosa – respondió él, dándome un beso en los labios. – Qué encanto despertar así.

Sonreí ante sus palabras y le pregunté cómo había dormido. Nuestro encuentro de la noche anterior había sido increíble, y quería asegurarme de que él también lo había disfrutado.

– Muy bien, gracias a ti, preciosa – respondió él, acariciando mi cabello.

Mientras conversábamos, nos dimos cuenta de que estábamos en una playa privada, solo para nosotros dos. James me explicó que era su playa y que podíamos disfrutar de ella en privacidad.

Decidimos levantarnos y buscar algo para comer. James me propuso ir a la casa y preparar algo juntos. Mientras nos dirigíamos hacia la casa, me di cuenta de lo hermoso que era todo a nuestro alrededor.

Una vez en la casa, decidí tomar una ducha para refrescarme. Mientras me bañaba, sentí las manos de James rodeando mi cintura. Sin poder ver debido al jabón en mis ojos, me dejé llevar por sus caricias.

– ¿Nos bañamos juntos? – preguntó en un susurro que me hizo estremecer.

Sin dudarlo, giré y lo besé apasionadamente. Nuestros cuerpos se fundieron en la ducha, explorándose con deseo y amor.

Después de disfrutar de nuestro momento íntimo, decidimos salir de la ducha y dirigirnos a la cocina. James se ofreció a ayudarme a preparar el desayuno, y entre risas y besos robados, nos divertimos cocinando juntos.

Mientras desayunábamos, sentí una mezcla de felicidad y confusión. Nuestro encuentro había sido maravilloso, pero también me surgían dudas sobre lo que realmente significaba para él. ¿Era solo sexo o había algo más?

Aunque me sentía enamorada de James, sabía que nuestra relación estaba llena de complicaciones. Él era mi profesor y yo su alumna, lo que complicaba aún más las cosas. Además, no sabía cómo reaccionaría mi madre si se enterara de nuestra relación.

Estaba llena de miedos y dudas, temiendo sufrir en el futuro. Quería saber qué sentía James por mí, si esto era solo un juego para él o si realmente me amaba.

Mientras compartíamos el desayuno, sentía la felicidad de estar a su lado, pero también la incertidumbre de lo que el futuro nos depararía. A pesar de todo, sabía que cada momento a su lado era especial y que estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo por nuestro amor.

Narra James

Verla a mi lado, sonriendo y disfrutando de nuestro desayuno, me llenaba de felicidad. Sin embargo, también era consciente de las dudas y miedos que la invadían. Quería asegurarle que mis sentimientos eran sinceros y que estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío por nuestro amor.

Mientras compartíamos el desayuno, me di cuenta de que ella necesitaba respuestas. Quería que supiera que ella era especial para mí, que no era solo un juego. Decidí tomar su mano suavemente y mirarla a los ojos.

– Ifigenia, quiero que sepas que lo que tenemos va más allá de una simple relación. Eres especial para mí y estoy dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo por nuestro amor. No importa lo que diga la sociedad o lo que piense tu madre, lo que importa es lo que sentimos el uno por el otro. No quiero perderte, nunca.

Sus ojos se llenaron de emoción y alivio. Pude ver cómo sus miedos se desvanecían lentamente. La abracé con fuerza, sintiendo la conexión entre nosotros.

– James, tus palabras significan mucho para mí. Estoy dispuesta a luchar por nuestro amor, sin importar los obstáculos que se presenten. Quiero estar contigo, siempre – respondió ella, con determinación en su voz.

Nos besamos apasionadamente, sellando nuestro compromiso el uno con el otro. A partir de ese momento, supe que estábamos juntos en esto, sin importar lo que el futuro nos deparara.

Terminamos de desayunar y decidimos disfrutar del día juntos, sin preocuparnos por lo que vendría después. Sabíamos que había desafíos por delante, pero estábamos dispuestos a enfrentarlos juntos, con amor y valentía.

Nuestro amor era real, y eso era lo único que importaba en ese momento.

Pasamos el día juntos, disfrutando de la playa privada y de la compañía del otro. Nos sumergimos en el mar, jugamos en la arena y nos perdimos en largas conversaciones llenas de risas y confidencias. Cada momento a su lado era mágico, y sentía que nuestro amor se fortalecía con cada experiencia compartida.

A medida que pasaba el tiempo, nuestras preocupaciones y dudas comenzaron a desvanecerse. Nos dimos cuenta de que lo que teníamos era más que solo sexo, era una conexión profunda y genuina. Nos amábamos de verdad, y eso era lo que importaba.

A medida que la tarde se convertía en noche, nos acurrucamos juntos en la playa, observando la belleza del cielo estrellado. Nos abrazamos, sintiendo la calidez y la seguridad que solo el amor verdadero puede brindar.

– Ifigenia, no importa lo que el futuro nos depare, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. Eres la persona más importante en mi vida, y haré todo lo posible para hacerte feliz – le dije, mirándola a los ojos con ternura.

Ella me sonrió, sus ojos brillando con amor y confianza.

– James, eres mi refugio, mi apoyo y mi amor. No puedo imaginar mi vida sin ti. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier desafío a tu lado, porque sé que juntos podemos superarlo todo – respondió, acariciando mi rostro con delicadeza.

Nos besamos bajo la luz de la luna, sellando nuestro compromiso una vez más. Sabíamos que el camino no sería fácil, que tendríamos que enfrentar obstáculos y críticas, pero estábamos decididos a luchar por nuestro amor.

A medida que el tiempo pasaba, nuestra relación se hizo más fuerte. Nos apoyábamos mutuamente en cada paso del camino, enfrentando juntos las adversidades y celebrando los triunfos. Nuestro amor era un refugio en medio de la tormenta, una luz que nos guiaba hacia un futuro lleno de felicidad y amor.

Y así, nuestra historia continuó, llena de momentos inolvidables, risas, lágrimas y sobre todo, un amor que trascendía las barreras impuestas por la sociedad. Juntos, enfrentamos cada desafío con valentía y determinación, sabiendo que nuestro amor era real y que estábamos destinados a estar juntos.

Nuestra historia no era perfecta, pero era nuestra, y eso era lo que importaba. Aprendimos a valorar cada momento, a vivir el presente y a amarnos incondicionalmente. Juntos, creamos nuestro propio paraíso, donde el amor reinaba y las dudas se desvanecían.

Y así, nuestro amor perduró, desafiando todas las expectativas y demostrando que el verdadero amor no conoce límites ni fronteras. Juntos, escribimos nuestra propia historia, llena de pasión, amor y felicidad.

Y así, nuestra historia de amor continúa, llena de aventuras, risas y momentos inolvidables. Juntos, enfrentaremos el futuro con valentía y amor, sabiendo que nuestro vínculo es fuerte y que nada puede separarnos.

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Capítulo 10: Una Decisión Dolorosa

Narra Ifigenia

Mis pensamientos me tenían tan absorta que no me di cuenta de que James me estaba hablando.

– Ifigenia, ¿qué pasa? Dime por qué estás así – me preguntó con preocupación. La verdad es que no sabía qué responder.

– Estoy muy confundida, James – dije con tristeza en mi voz.

– Pero, ¿por qué estás así? ¿Acaso lo de anoche no significó nada para ti? ¿Fue solo una apuesta con tus amigas para ver quién «se acuesta con su profesor»? – dijo con incredulidad. Sus palabras dolieron, pero no podía decirle que lo amaba, tenía miedo de que no sintiera lo mismo y me dejara con el corazón roto.

– Sí, James, esto solo fue una apuesta que hice con Samuel para demostrarle que yo también podía «acostarme con mi profesor» – solté esas palabras con un dolor profundo en mi corazón.

– ¡¿ENTONCES?! ¡¿Toda esta farsa?! – gritó enojado. – Pensé que eras diferente, pensé que lo de anoche era especial. Pero soy un estúpido por confiar en una alumna, todas resultan ser unas… – no pude soportar escuchar esas palabras. Me dolió tanto verlo así. Él no merecía eso. Sabía que tenía que alejarme y dejarlo ir.

Me acerqué a él, quería abrazarlo por última vez.

– Déjame, las alumnas no pueden acercarse a su profesor de esta manera. Vete de mi casa – dijo con la voz más seria y dolorosa del mundo.

Asentí y me alejé de su lado. Bajé las escaleras y él se quedó sentado en el sillón, con lágrimas en los ojos. No entendía por qué me había tratado así. Claro, fui una estúpida al decirle que todo fue una apuesta. Bajé hasta la puerta principal y nos miramos por última vez.

– Adiós, James. Algún día me agradecerás esto. Cuídate, nos vemos en la escuela – dije con dolor y una tristeza inexplicable.

– Solo lárgate, Ifigenia. No me busques, tú y yo no somos nada y aquí no ha pasado nada. Vete – dijo con rabia y dolor. Sus palabras me destrozaron el corazón.

Pero yo había causado eso y no podía cambiarlo. Lo amaba y por eso tenía que irme. Esas palabras resonaban en mi cabeza.

Salí del departamento de mi profesor con el alma rota. Tenía que hacerlo, él lo iba a perder todo si seguía conmigo.

Arruiné todo.

Caminé por las calles y al llegar a mi casa, me quité la ropa y me metí a la ducha, llorando desconsoladamente. No sabía qué hacer. ¿Será que lo amo? No, claro que no. Solo es aprecio, atracción. Solo es un juego, nada más. Cuando salí de la ducha, revisé mi celular y vi un mensaje de Samuel y de Heidi.

Ambos me invitaban a una supuesta fiesta. Solo pensé, ¿por qué no ir? Estoy sola y quiero olvidarme de todo un poco.

En ese momento, sonó mi celular.

– Hola, Ifigenia – dijo Samuel del otro lado.

– Hola, Samuel. ¿Cómo estás?

– Bien, Ifigenia. Te llamaba para preguntarte si quieres ir conmigo a la fiesta.

– Sí, claro, Samuel – respondí sin decir más.

– Bueno, paso por ti a las 8 – dijo con alegría en su voz.

– Bien, Samuel. Aquí te espero – dije antes de colgar.

Había aceptado ir a la fiesta con Samuel, pero por dentro estaba destrozada. Lo único en lo que podía pensar era en James, quería estar con él, quería estar solo con él.

Empecé a buscar entre mi ropa qué ponerme para la fiesta. Pero mientras recordaba los hermosos momentos de la noche anterior, las dulces palabras, las caricias, los besos, su cuerpo, no pude evitar llorar de nuevo. Me sentía como una zorra. No podía creer lo que había hecho, lo que me había hecho a mí misma. Él ahora me odia, me verá con asco. ¿Por qué le dije que todo fue una apuesta si lo amo desde que tenía 13 años?

Narra James

Me encontraba en mi casa totalmente destrozado, no podía creer lo que había pasado. Cómo Ifigenia fue capaz de decirme eso. Pensé que me amaba, pensé que lo que habíamos pasado era real. Bueno, para mí sí lo fue.

Tomé una ducha con agua fría tres veces, como si eso pudiera relajarme, pero no dejaba de pensar en ella.

Una parte de mí sentía que ella estaba mintiendo, podía sentirlo, pero soy tan cobarde que no quise comprobarlo.

Tenía miedo de que me confirmara que todo había sido una apuesta y no sé si podría soportar escuchar eso de nuevo.

Esto me pasa por enamorarme de una chica de 15 años que no sabe lo que quiere. Obviamente, está confundida con respecto a sus sentimientos.

Sonó tan sincera cuando me dijo que me amaba desde los 13 años, pero fue muy doloroso cuando me dijo que todo fue una apuesta.

Estoy en una lucha interna conmigo mismo.

¿Qué se supone que debo hacer?

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Capítulo 11: El amor toma distancia

Narra Ifigenia

La fiesta a la que me invitaron el fin de semana no estuvo tan buena, pero para ser honesta, no fui. Han pasado tres días desde lo sucedido y no puedo olvidar. No entiendo por qué me duele tanto si todo esto es solo un juego tonto que yo misma empecé.

Cuando llegué al colegio, vi a Samuel y Heidi en el portón. Ellos son los únicos amigos que tengo en toda la escuela.

– Hola amigos – dije con desánimo.

– Buenos días, Ifigenia. ¿Cómo estás? – preguntaron los dos al unísono.

– Bien – respondí, tratando de disimular una sonrisa. – ¿Y ustedes?

Estuvimos conversando por unos minutos hasta que sonó el timbre para entrar a clases.

Mientras estaba en mi casillero, agarrando mis libros, vi a un hombre de tez morena y ojos café pasar frente a mí. Llevaba un traje muy formal y se dirigía al salón de literatura.

Y para mi buena suerte, me tocaban tres horas seguidas de literatura.

Entré al salón con la cabeza gacha y me senté en las últimas sillas. Estaba concentrada en la lluvia que se veía por la ventana cuando entró el director con el hombre de tez morena que había visto antes.

Pero ¿quién será él? ¿Por qué está aquí? ¿Dónde está James?

– Buenos días, alumnos – dijo el director con tono serio.

– Buenos días – respondimos todos al unísono, mostrando respeto.

– El señor Thomas será su nuevo profesor de literatura – anunció el director, mirando a todo el alumnado.

No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Dónde estaba James? ¿Por qué se fue? No entendía nada.

– Buenos días, alumnos. Yo seré su nuevo profesor de literatura y espero llevarme bien con todos – dijo el nuevo profesor, interrumpiendo mis pensamientos. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.

– Profesor – dije con mucho respeto -, lo siento, pero no me siento bien. ¿Cree que puede dejarme ir y me pondré al tanto de todas las tareas después? – Mentí. Tenía que averiguar dónde estaba James. No podía irse así como un cobarde.

– Está bien, señorita. Le daré el permiso, pero tiene que ponerse al tanto de todo después. Puede salir – dijo el profesor con seriedad.

Tomé mis cosas lo más rápido que pude y salí del salón. Al llegar al portón, vi el auto de James en el estacionamiento, pero ¿dónde estaba él? Me acerqué al auto, pensando en lo que le diría, y pasaron 15 minutos hasta que finalmente se asomó por la salida y se acercó a su auto.

Tenía puesta una chaqueta de cuero negra, jeans azules y una camisa con los primeros botones desabotonados. Se veía realmente hermoso.

Nuestras miradas se encontraron como si tuvieran imanes.

– ¿Qué haces aquí, señorita Rodríguez? Debería estar en su clase de literatura en este momento – dijo con frialdad, doliéndome sus palabras.

– Lo estaría, pero mi verdadero profesor no se ha presentado – respondí con voz llena de esperanza. – ¿Por qué te vas? ¿A dónde vas? – pregunté con voz dolida que ni yo misma entendía.

– Eso es información confidencial. Los profesores no tienen por qué dar explicaciones a sus alumnos sobre lo que hacen en su vida privada – respondió con seriedad, pero sé que le dolía irse.

– Sí, pero tú y yo somos más que profesor y alumna. No entiendo – dije, sabiendo que yo era la que había arruinado todo.

– Creo que no entendiste cuando te dije que no quiero volver a verte. Me voy solo. Fui solo un juego para ti y tú solo eres un juego para mí. Así que, niña mimada, quítate de mi camino que llego tarde – dijo, abriendo el auto y dejando sus cosas en la parte trasera.

– ¿Cómo puedes decirme esto? Después de lo que pasó, tenemos que hablar. No puedes dejarme así. No quiero un nuevo profesor, te quiero a ti – dije, agarrándolo por la chaqueta. Mis lágrimas corrían por mis mejillas y un «te amo» amenazaba con salir de mi boca, desde lo más profundo de mi corazón.

– No vengas a chantajearme con esas falsas palabras y esas lágrimas. Me mentiste. Solo fue un juego. Y mira el lado bueno de todo esto: podrás tener sexo con tu nuevo profesor – dijo con ironía.

Cuando escuché esas palabras de su boca y sentí cómo mi corazón se rompía en miles de pedazos, lo solté y él entró al auto, arrancó y me dejó ahí, con el corazón en la mano y las lágrimas en mis ojos.

Se fue. Él se fue para siempre.

Narra James

Estaba en mi auto, a una distancia donde ella no pudiera verme. La observé por un momento y noté cómo caía de rodillas en el estacionamiento, llorando. Una parte de mí quería correr hacia ella, pero por otro lado, soy demasiado cobarde y tenía miedo de que todo fuera una puesta en escena para seguir lastimándome.

Y sin darme cuenta, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

– Te amo, Ifigenia Rodríguez – dije llorando. – Te amo como nunca amé a nadie.

Esta niña se metió en lo más profundo de mi corazón, pero no soportaría escuchar que me confirme que lo nuestro fue solo un juego.

Es mejor que el amor tome distancia.

Capítulo 12: Un nuevo estilo de vida

Narra Ifigenia

Ese día algo cambió en mí, algo se apoderó de mi cuerpo y ya no me sentía como antes. Juré que nunca volvería a ser la misma, que nunca volvería a enamorarme. Ahora el amor era solo un juego, una diversión, una forma de tener sexo sin compromiso. Ya no me interesaba nada más, me reinventé por completo.

Me convertí en la chica popular, la chica que todos los chicos querían tener en su cama, la chica sexy, la chica sin sentimientos. La mitad me amaba por ser así y la otra mitad me odiaba por lo que me había convertido. Pero ahora me preguntaba: ¿qué debo hacer yo?

Esta era la nueva versión de mí y no tenía intención de cambiar. Nadie conocía mi pasado excepto Samuel y Heidi, solo ellos podían hacerme cambiar.

Heidi intentaba hacerme volver a la razón, siempre me daba consejos y no se alejaba de mí porque me apreciaba, pero no aprobaba mi nuevo estilo de vida.

Samuel se había convertido en mi mejor amigo y ahora tenía dos nuevas amigas llamadas Camila y Karina, quienes se habían convertido en mis mejores amigas, o mejor dicho, mis clones.

Pero aún recordaba a ese hombre, James Santiago, el profesor que cambió mi vida. Él fue quien me hizo el amor por primera vez. No hay noche en la que no llore pensando en él, en sus besos, en su cuerpo, en sus caricias, en todo.

Me preguntaba si él aún pensaba en mí o si ya me había olvidado. Pero luego llamaba a Samuel, teníamos un encuentro sexual y todo desaparecía. Me había convertido en una mujer tan promiscua que tenía sexo con mi mejor amigo.

Pero, ¿qué debo hacer yo? Este era mi nuevo estilo de vida.

– Oh, nena, me vuelves loco. Me encanta – gemía Samuel mientras nuestras pasiones se desataban.

– Sí, casi llego al clímax… James – sin más preámbulos, grité el nombre de James cuando alcanzaba el orgasmo.

Esta era la tercera vez que tenía sexo con Samuel y las tres veces había gritado el nombre de James.

Pero no solo con él, también había tenido sexo con otros cinco chicos y me pasaba lo mismo. Siempre que tenía sexo, gemía el nombre de James.

James estaba en mi mente, en mi cuerpo. No podía borrarlo de mi vida. El único que realmente deseaba era a James.

Vi cómo Samuel se levantaba y se arreglaba la ropa. Él no había terminado y no entendía por qué se iba, o mejor dicho, sí entendía.

– Samuel, ¿por qué te vas si aún no has terminado? – pregunté con sensualidad.

– ¿Sabes por qué, Ifigenia? Me voy porque esta es la tercera maldita vez que te corres pensando y gritando el nombre del maldito James – dijo con enojo, pero no entendía por qué. Él sabía que yo seguía enamorada de James y cada vez que teníamos sexo, pensaba que estaba con él.

– Mira, Samuel, estoy cansada de toda esta mierda. Sabes muy bien que aún amo a James y eso nunca cambiará – respondí con el mismo tono de voz que él.

– Bien, Ifigenia, haz lo que quieras. Estoy cansado de ti y de tu maldita forma de amar a alguien que ya no está, que se fue – dijo mientras cerraba la puerta con fuerza.

Y era verdad.

Era la tercera vez que gritaba su nombre. Lo extrañaba tanto, lo amaba y no podía hacer más que buscarlo, encontrarlo, enamorarlo.

Porque yo soy suya y él es mío.

No importa cuánto tiempo me tome, voy a buscar a James y lo encontraré. No puedo vivir sin él.

Heidi tiene razón, este nuevo estilo de vida es escandaloso. No puedo vivir así.

Narra James

Me encuentro viajando, deprimido. Vine a África pensando que dejaría de pensar en ella, pero todavía la tengo clavada en mi corazón.

He intentado olvidarla teniendo sexo con otras mujeres, pero eso no me llena, no me satisface. La necesito a ella.

Me he convertido en un ser oscuro, que solo piensa en sexo sin amor. La única mujer a la que amé fue Ifigenia.

¿Por qué? ¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza?

En este momento estoy rodeado de amigos que conocí en este viaje. No puedo entender lo que dicen, mi cerebro se desconecta por momentos, pero por otro lado, vuelvo a sentir ese horrible dolor y los escucho.

– James está mal, debemos internarlo – dice Clara, una chica que conocí en este viaje.

Y es la verdad, tengo una fuerte depresión y una fiebre altísima.

Los días pasaron y lograron salvarme la vida en el hospital, pero nadie puede salvarme a mí. Me limito a seguir existiendo porque mi vida se quedó con Ifigenia Rodríguez. A menudo, la idea de suicidarme pasa por mi mente, pero siento que ella se sentiría culpable si lo hiciera. Mi corazón está hecho pedazos.

Cuando me dieron el alta, me dediqué a viajar y a conocer personas nuevas. Pensé que eso me haría olvidar a Ifigenia, pero me equivoqué.

Durante las noches, en mi habitación, no puedo evitar llorar y llamarla.

– Ifigenia, no me dejes solo. Te amo. Eres mi gatita, mi solecito. Te necesito… Yo fui el primero en amarte y quiero ser el último.

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Capítulo 13: Un salto en el tiempo

Narra Ifigenia

Han pasado tres largos años desde que se fue.

Tres años de noches interminables.

Tres años de no preocuparme por nada.

Tres años de abstinencia sexual.

Después de aquella noche con Samuel, decidí alejarme un poco y reinventarme nuevamente. Lo hice tantas veces que muchos pensaron que tenía una crisis de identidad, algunos incluso creyeron que era bipolar.

Ahora tengo 18 años y mi amado profesor tiene 25. No lo he vuelto a ver desde aquel día. No he vuelto a ver sus hermosos ojos, sus labios, su cuerpo. Y si me preguntan cómo puedo recordarlo, la respuesta es simple: lo amé, lo amo y lo amaré.

– Adiós, casa – dije mientras miraba mi pequeña casa y tomaba mis maletas para dirigirme al aeropuerto.

Después de graduarme de la secundaria, me mudaré a París para estudiar literatura. Es una carrera que solía odiar, pero ahora la amo. Quiero ser escritora y ya he empezado a escribir un libro titulado «El profesor que me enamoró». Es mi historia con James, pero aún no tiene un final, porque no sé qué pasará.

También he escrito varios cuentos cortos que ya he terminado, pero me interesa saber cómo terminará mi novela. Y para eso, necesito encontrar a James.

La vida me ha enseñado muchas cosas y ahora quiero compartirlas con las personas, pero solo el tiempo dirá si eso es posible.

– El vuelo 715 con destino a París, Francia, saldrá en 5 minutos – anunció la voz por los altavoces.

Tomé mis cosas y me dirigí hacia mi vuelo.

Pasaron cinco horas hasta que finalmente vi cómo el avión se desplazaba por el aeropuerto de París. Ya era de noche y la vista era hermosa. Bajé del avión, recogí mis pertenencias y abordé un taxi. Mi familia me había alquilado una pequeña habitación donde viviría.

Le di la dirección al conductor mientras observaba por la ventana. Pasamos por un lugar llamado «Paseo del Amor». Muchas parejas estaban allí y era hermoso. No pude evitar que algunas lágrimas recorrieran mis mejillas al recordar lo que hubiera sido si le hubiera dicho la verdad a James.

Llegué a mi nuevo hogar, un pequeño lugar desde donde se podía ver el río Sena.

París está dividido en «arrondissements» o distritos, con un total de 20. Además, la ciudad se divide en dos por el río Sena. La «rive gauche», o margen izquierda del río, es más familiar y tranquila, y también alberga la zona universitaria. Por otro lado, en la «rive droite», o margen derecha del Sena, la vida es más dinámica y ofrece más opciones de entretenimiento, aunque también cuenta con barrios residenciales más tranquilos.

La luna llena iluminaba el paisaje y la vista desde la ventana era hermosa. Recordé esa noche en la que estuve con James y sentí cómo mi corazón se rompía al recordar ese día. Solo hay preguntas y no tengo respuestas, y eso me duele. Pero qué puedo hacer, decidí salir a dar un paseo para tranquilizarme, para dejar de pensar y ser feliz.

Caminaba por las hermosas calles de París cuando algo llamó mi atención. Era un gran edificio con una hermosa frase escrita en él:

«En el laberinto de lo prohibido, tú eres mi más valiente travesía.»

Vi salir a un joven de ese edificio, pero no podía verlo claramente desde la distancia. Sin embargo, mi corazón latía acelerado mientras me acercaba lentamente. De repente, tropecé con algo y alguien me sostuvo en sus brazos.

Y me perdí en su mirada. Era él, era la persona que había estado buscando y extrañando. Era mi profesor, era… James.

Era idéntico a como lo recordaba, excepto por su corte de pelo. Sus ojos brillaban de la misma manera que me encantaba. No podía creer que no hubiera visto esos ojos en tres años. Sus labios conservaban el mismo color, su traje era diferente, pero su mirada, esa mirada, nunca había cambiado. Volví a verlo.

Al sentirlo tan cerca, no sabía qué hacer. Había una conexión entre nosotros que solo él y yo entendíamos. No era miedo, no era pasión, no era sexo. Era amor. Ahora lo tenía claro. Tal vez solo era una niña cuando le mentí por apuesta, pero el destino me dio otra oportunidad y no la desperdiciaré.

Sin embargo, parecía que él no se acordaba de mí y eso me dolió. Pero yo nunca lo olvidé. Veo el amor en sus ojos, pero sé que lo lastimé con mis palabras, con mi inmadurez. Esta vez, no me rendiré. Él sabrá que lo amo, sabrá la verdad. No importa cuánto tiempo haya pasado, nunca lo he olvidado. Lo conquistaré, porque él es mío y yo soy suya. Él jamás lo olvidará, lo sé, todavía no.

Después de todo lo sucedido, decidí regresar a mi departamento. Estaba destrozada. Amo tanto a ese chico y él se fue, me dejó herida, con el alma en pedazos y lágrimas recorriendo mis mejillas. No puedo culparlo, yo habría hecho lo mismo si me hubieran dicho todo lo que yo le dije a él.

Tenía que descansar, ya que mañana sería mi primer día de clases en la universidad de artes y tenía que estar lista. Pero, a pesar de todo, no podía dejar de pensar en él.

Narra James

Han pasado tres años desde que la vi por última vez. Tres años de preguntas sin respuesta. Tres años de intentar olvidarla y seguir adelante. Pero no puedo negar que ella sigue en mi mente y en mi corazón.

Cuando la vi caminando hacia mí, mi corazón se aceleró. Reconocí esos ojos, esa sonrisa, esa forma de caminar. Era ella, Ifigenia.

Capítulo 14: ¿Me amará todavía?

Narra Ifigenia

El despertador suena, pero no he podido dormir. Sus ojos están en mi mente todo el día, es difícil no pensar en él. Fui la idiota más grande al dejarlo.

Ahora estoy en camino a la universidad. Al entrar, veo que es un lugar hermoso, amplio y espacioso. Hay muchos jóvenes inmersos en sus mundos, con música, poemas. Finalmente encuentro mi salón de literatura, entro y pido disculpas, parece que llegué tarde. El profesor comienza a dar las reglas de la clase, pero yo apenas puedo escucharlo, no me siento bien.

Han pasado seis meses… Seis malditos meses, seis meses de mi vida en soledad esperándolo. He pasado por su edificio todos los días con la esperanza de verlo, pero parece que se lo ha tragado la tierra. No lo he vuelto a ver. Me he vuelto tan diferente, ya no salgo, solo a mis clases. El dinero se está agotando y necesito encontrar un trabajo. He vendido algunos cuentos cortos, ya que tengo talento para escribir, pero no es suficiente. Decido buscar un trabajo en mi día libre de la universidad. Compro un café y mientras camino, me acerco al edificio de James y veo un cartel que solicita una secretaria. Entro rápidamente, necesito el trabajo y podré averiguar dónde está James. Desde aquel día, he querido hablar con él, pero no he podido. No sé qué pasó, o más bien, sí sé qué pasó, pero no sé cómo explicarlo.

Al entrar, le digo a la recepcionista que vengo por el trabajo. Ella me pide que espere, que pronto me atenderán. Me siento en un sofá que hay en la recepción y espero. No pasa ni media hora cuando escucho una voz ronca llamándome desde una oficina. Entro y me encuentro con un hombre de tez morena, ojos color miel, cuerpo fornido y labios carnosos. Me atiende y antes de que le entregue mi currículum, la puerta suena y él me pide que pase. Veo quién es, es él, es James, mi sexy y hermoso profesor.

¿Me amará después de todo?

– Buenos días – dice con tono serio.

– Buenos días – contestamos al unísono.

– Señor Blake, ¿podría dejarme a solas con la señorita para hacerle la entrevista? – dice James con tono serio.

– Por supuesto – responde el hombre que me atendió.

Él se levanta y me deja a solas. No puedo evitar sonreír, una vez más estoy frente al hombre que un día me vio completamente desnuda, entregada a él en cuerpo y alma.

– Bien, Ifigenia, dime ¿qué haces aquí? ¿Has venido por esto? – pregunta James con seriedad.

– En primer lugar, necesito el trabajo. Y en segundo lugar, necesitaba verte, saber cómo estás. No sabes todo lo que he pasado, mi vida ya no es la misma. Te necesito conmigo, te amo y sé que tú también me amas, aunque trates de ocultarlo. En tus ojos se ve la pureza y el amor que sientes por mí – digo con la voz quebrada, sintiendo que voy a llorar.

– Por favor, no sigas. No sigas con tus malditas mentiras, tus engaños. Tuviste sexo con tu profesor, eso es lo que querías. ¿Por qué vienes ahora y te haces la que sientes algo por mí cuando no es así? – dice James con los ojos llenos de dolor, rabia, pero sobre todo amor. Él me amaba, lo puedo sentir.

– Porque es la verdad, James. En aquel momento, yo era una niña llena de dudas, de prejuicios, llena de miedos y, sobre todo, llena de baja autoestima. Pensé que no podía enamorarme de ti, o peor aún, pensé que tú no podías enamorarte de mí. Creí que todo esto era solo un juego, creí que perderías tu trabajo, por eso decidí alejarme y decir que todo había sido una maldita apuesta, pero nunca fue así – digo desmoronándome y cayendo al suelo, con lágrimas en los ojos y el corazón en la mano.

Él se levanta rápidamente de su silla y corre hacia mí. Se sienta y comienza a abrazarme. Dios, cómo extrañaba sus manos. Ningún hombre me ha tocado como él lo hacía, y no puedo dejar de llorar. Por fin, puedo desahogarme de todo lo que he llevado durante tres años. Por fin, puedo decirlo todo, por fin puedo decirle la verdad.

Él levanta mi rostro y veo cómo las lágrimas brotan de sus ojos. Él limpia mis lágrimas y me besa, pero es un beso sin pasión, solo hay amor en medio.

Con su voz ronca, me dice:

– Te he estado esperando durante tres largos años, y ahora por fin has vuelto, estás aquí con la verdad de por medio. Pero…

Hace una pausa, sin saber cómo decirlo.

– ¿Pero?

– Pero mi mundo no dejó de girar, mi vida siguió su rumbo, conocí a otras personas, olvidé a otras. Aunque acepto que jamás pude olvidarte, siempre te llevo en mi mente, en mi alma, hasta que ella llegó.

Hace una pequeña pausa y continúa, y yo solo siento cómo mi corazón se quiebra.

– Rose Collins, en uno de mis tantos viajes a Londres, la conocí. Tratando de olvidarte, la conocí, y ella vino a poner mi mundo de cabeza. Me hizo entender que no puedo cambiar el pasado ni olvidar a nadie, simplemente guardarlos como un recuerdo – dice mientras se aleja de mí y crea distancia.

Yo solo puedo llorar.

– ¿La amas? – pregunto con la voz quebrada. – Respóndeme, ¿la amas como me amaste a mí? ¿La deseas como me deseaste a mí?

– No la amo como te amé a ti, no la deseo como te deseé a ti, pero ella será mi esposa – dice – y sé que con el tiempo aprenderé a amarla y desearla tanto o más de lo que te amé y te deseé a ti – continúa diciendo, como si no viera mi sufrimiento.

– ¿Te casarás con ella? – digo acercándome a donde él está.

– En un mes, ella será mi esposa, y sé que con el tiempo aprenderé a amarla y desearla tanto o más de lo que te amé y te deseé a ti – dice, como si no viera mi sufrimiento.

– Ifigenia – dice levantando mi mirada – Prometo que te superaré, que solo seré un recuerdo en tu vida, en tu cuerpo, en tu alma.

– James, prometo superarte si me prometes algo – digo en ese momento, no me rendiré tan fácilmente. Él me ama, lo siento, y él mismo lo ha confirmado. Él me quiere a mí, solo que no quiere lastimar a esta chica que tanto le ha ayudado.

– Lo que sea, Ifigenia, siempre y cuando me superes, me olvides y seas feliz – dice mirándome a los ojos. Si tan solo supiera lo que le voy a proponer.

– Quiero que vivamos este mes juntos, que viajemos, que seamos tú y yo por última vez. Y lo último que quiero es que la noche antes de tu boda, la noche de tu despedida de soltero, la pases conmigo – digo con una hermosa esperanza.

– Con una condición, Ifigenia – dice él mirándome a los ojos, como lo hizo la primera vez.

– ¿Cuál? – digo emocionada.

– Que me dejes pagar los viajes y que te quedes trabajando conmigo, como mi secretaria.

Y no puedo decir más. Me abalanzo sobre él para abrazarlo y él me susurra al oído.

– Te lo prometo…

Narra James

Después de tanto tiempo sin ver a Ifigenia, su presencia me ha dejado sin palabras. Aunque he intentado olvidarla, siempre ha estado en mi mente y en mi corazón. Pero ahora, frente a ella, me doy cuenta de que las cosas han cambiado. Conocí a Rose y ella ha despertado sentimientos en mí que creía haber enterrado. No puedo negar que Ifigenia fue especial para mí, pero el tiempo ha pasado y las circunstancias han cambiado. Me duele verla sufrir, pero también sé que es hora de seguir adelante. Aunque no puedo amar a Rose de la misma manera en que amé a Ifigenia, estoy dispuesto a darle una oportunidad y aprender a amarla con el tiempo. No puedo dejar que el pasado me detenga y me impida ser feliz. Prometo a Ifigenia que la superaré, que seré solo un recuerdo en su vida, en su cuerpo, en su alma. Pero también le pido que me permita seguir adelante y construir un futuro con Rose. Acepto su propuesta de pasar este mes juntos y de pasar la noche antes de mi boda con ella, como una despedida. Pero también le pido que se quede a mi lado como mi secretaria, para que podamos mantener una conexión y seguir adelante juntos. Estoy dispuesto a hacer todo lo posible por ser feliz y espero que Ifigenia también pueda encontrar la felicidad que se merece.

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Capítulo 15: El último encuentro

Narra Ifigenia

En estos últimos 28 días junto a él, hemos pasado por altibajos, pero hemos logrado reconstruir nuestra confianza y nuestro cariño. Hemos visitado todos los lugares donde nuestra historia de amor comenzó, reviviendo los momentos en los que nos conocimos, compartiendo risas, lágrimas, besos y caricias. Pero ahora, llega el último día que estaremos juntos, y quiero que sea especial. He planeado cada detalle con cuidado, esperando que todo salga bien.

Mientras me preparaba para nuestra última noche juntos, mi teléfono sonó. Era James. Su llamada me tomó por sorpresa, ya que no suele llamarme, especialmente cuando está con su prometida.

– Hola – dije, con un tono de preocupación en mi voz.

– Ifigenia, por fin contestas. Quiero llevarte a un lugar especial. Sé que hoy es nuestro último día juntos y quiero que sea inolvidable. Mi avión estará esperándote en el aeropuerto a las 6:00 PM. Un auto te llevará hasta nuestro destino – dijo con emoción en su voz.

– Está bien, estaré allí a esa hora – respondí, tratando de ocultar mi emoción.

– Perfecto, nos vemos entonces – se despidió.

– De acuerdo, James. Te quiero – dije sin pensarlo dos veces.

– Yo también te quiero – respondió antes de colgar.

No sé qué nos depara el destino ni a dónde me llevará, pero esta vez estoy dispuesta a arriesgarme por completo, incluso si eso significa perder mi corazón.

Las horas pasaron rápidamente y cuando terminé de arreglarme, ya eran las 5:45 PM. Tenía que irme. Siempre he asociado la canción de Adele, «When We Were Young», con él. Me miré una última vez al espejo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción, y salí de casa. Al llegar al aeropuerto, me encontré con un hermoso avión esperándome. No pude contener mi sonrisa al darme cuenta de que el piloto era James, luciendo increíblemente atractivo en su uniforme de piloto.

– ¿Qué haces aquí? – pregunté, con una sonrisa juguetona en mi rostro.

– ¿No querías que yo te llevara? – respondió con una sonrisa traviesa.

– Por supuesto que quiero que me lleves tú – dije, con una mirada llena de complicidad que hizo que su sonrisa se ampliara aún más.

– Bueno, Ifigenia, serás mi copiloto en este viaje. Así que prepárate – dijo, sorprendiéndome. Rápidamente me senté a su lado y le ayudé a despegar el avión.

– Me encanta que estés aquí conmigo – dijo, mirándome de la misma manera que lo hizo la primera vez.

– Y a mí me encanta estar aquí contigo – respondí, con una sonrisa que reflejaba toda la felicidad que sentía en ese momento.

Durante todo el vuelo, el silencio reinaba entre nosotros. No hacían falta palabras, nuestras miradas hablaban por sí solas, transmitiendo todo el amor y la complicidad que compartíamos.

Finalmente, llegamos a nuestro destino. No podía creer dónde estábamos. Era aquella pequeña casa donde todo empezó, donde nuestro amor floreció por primera vez.

James tomó mi mano y me llevó hasta la puerta. Antes de entrar, me miró intensamente y dijo:

– Aquí fue donde todo comenzó. Durante estos días que hemos pasado juntos, he descubierto por qué me enamoré de ti, por qué siempre he querido estar contigo. Aunque la vida nos ha jugado una mala pasada, me he dado cuenta de que nunca fue una apuesta, simplemente tenías miedo, Ifigenia. Te amo como nunca amaré a otra mujer – dijo, antes de besarme apasionadamente.

Abrimos la puerta torpemente y él me condujo hasta la habitación de arriba. Con delicadeza, me recosté en la cama mientras él se colocaba encima de mí.

– Ifigenia, déjame hacerte el amor una última vez. Por favor, déjame – dijo con ansiedad, esperando mi respuesta.

– Hazlo. No lo pienses dos veces, simplemente hazlo – respondí, cerrando los ojos y entregándome a él por completo.

En ese momento, con una sonrisa en mi rostro, pensé: Todavía me ama.

Narra James

Tenerla a mi lado era una bendición. La abrazaba con fuerza, sintiendo su suave cuerpo junto al mío. Su sonrisa iluminaba mi mundo y sus mejillas seguían sonrojándose, como siempre.

Mis manos se deslizaban por su espalda mientras nuestros labios se encontraban en un beso lento y apasionado. Nuestros cuerpos se fusionaban en un baile de deseo y pasión, mientras nuestras lenguas se entrelazaban en un torbellino de emociones. Sabía que la necesitaba tanto como ella me necesitaba a mí.

Mis manos acariciaban su trasero con intensidad, mientras ella rodeaba mis caderas con sus piernas, aferrándose a mí. Una risa escapó de sus labios, lo cual me hizo sonreír.

Bajé mis labios por su cuello, dejando suaves besos en su piel, mientras ella aferraba mi cabello con fuerza. Desabroché cada botón de su blusa lentamente, dejando un rastro de besos en su pecho.

– Lo haces tan bien – escuché que decía mientras sus manos acariciaban mi cabello.

Nuestros labios seguían buscándose, moviéndose en perfecta sincronía. Nuestras manos se entrelazaban y se exploraban con delicadeza, como si quisieran memorizar cada centímetro de nuestra piel.

Nos separamos por un momento, buscando aire, pero sus manos volvieron a tomar las mías, atrayéndome hacia su cuerpo con deseo. Esta vez, mordisqueaba mis labios con ansias.

– Eso es justo lo que necesitaba – dije, sonriendo mientras disfrutaba de sus mordiscos en mis labios.

Comencé a dejar un rastro de besos húmedos desde sus labios hasta su ombligo, explorando cada centímetro de su piel con mis labios y mis manos. Mis caricias recorrían sus muslos, deslizándose bajo su blusa y dejando pequeñas huellas en su abdomen y en la parte superior de sus pechos. Sentir su calor y su suavidad me transmitía una sensación de seguridad y deseo que nunca quería dejar de experimentar.

– Te escucharía gemir todo el día – susurré, mientras mis labios volvían a buscar los suyos con ansias.

Sus gemidos de placer llenaban la habitación, mientras nuestras manos seguían explorando y acariciando cada parte de nuestros cuerpos. Estábamos tan conectados, tan perdidos el uno en el otro, que el tiempo parecía detenerse a nuestro alrededor.

– James… – gemía, retorciéndose de placer bajo mis caricias.

Dios, cómo había extrañado escucharla gemir de esa manera. Seguí explorando su cuerpo con mis labios y mis manos, dejando que el deseo nos guiara. Cada beso, cada caricia, era un recordatorio de todo lo que habíamos compartido y de todo lo que aún sentíamos el uno por el otro.

Mis manos continuaron acariciando su piel con suavidad, mientras nuestros labios volvían a encontrarse en un beso apasionado. Nos entregamos el uno al otro sin reservas, dejando que el amor y el deseo nos consumieran por completo.

En ese momento, me di cuenta de que todavía la amaba. A pesar de todo lo que habíamos pasado, a pesar de las circunstancias y las decisiones equivocadas, mi amor por ella seguía intacto.

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Capítulo 16: Te perdí

Narra Ifigenia

Sus ojos nunca dejaron de admirarme mientras me despojaba lentamente de la ropa.

– No sabes cuánto tiempo he esperado para tenerte así de nuevo – sus ojos no dejaban lugar a dudas, él me deseaba tanto o incluso más de lo que yo lo deseaba a él.

Descendió por mi cuello con sus labios y sus manos se dirigieron hacia mi intimidad, comenzando a realizar suaves movimientos que hicieron que mi piel se erizara. Luego, su boca siguió bajando por mi vientre hasta llegar a mi monte de Venus, donde comenzó a jugar con su lengua. Sentí cómo recorría todo mi clítoris, y poco a poco me dejé llevar hasta alcanzar el clímax, como si fuera la primera vez.

– ¿Te gusta? – preguntó separándose por un momento.

– Sigue, lo necesito – jadeé, sintiendo cómo el placer me invadía y me transportaba.

Se levantó y se deshizo de sus pantalones, revelando una erección que crecía cada vez más. En un instante, se introdujo en mí de una sola embestida, recordándome lo que había olvidado.

– Te amo, te amo – comenzó a decir mientras se movía dentro de mí una y otra vez.

Grité de placer cuando se unió a mí por última vez, alcanzando el clímax al unísono. Observé cómo nuestras manos y cuerpos encajaban a la perfección, y él dejó un beso en mi frente antes de acostarse a mi lado.

Me abrazó y volví a sentirme pequeña y protegida en sus brazos.

– Ifigenia, mi niña, cuánto te extrañé, cuánto te amo – dijo mientras me miraba a los ojos.

Permanecimos abrazados durante cinco minutos que se sintieron bien, como si mi vida fuera perfecta. Pero luego las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas cuando recordé que él se casaría con otra. Lloré como una niña a la que le quitan lo que más ama.

– Nena, ¿por qué lloras? – preguntó mientras limpiaba mis lágrimas.

– James, ¿te casarás con ella? ¿Te casarás? – dije mientras las lágrimas seguían cayendo.

El silencio se hizo eterno mientras esperaba su respuesta, pero él no respondía.

– ¡Contéstame, por favor! ¿Te casarás? – exclamé mientras mi corazón latía a mil por hora.

– Ifigenia, yo te amo. Pero ya le hice una promesa a esa mujer, la quiero y aprenderé a estar con ella, aunque al principio tenga que imaginarme que eres tú – soltó con dolor en su voz.

Me levanté rápidamente de la cama y me vestí apresuradamente. Ya no tenía nada más que hacer allí, me di por vencida. Te perdí. Aunque me duela, sé que estás con otra.

– ¿No te vayas? – dijo mientras intentaba detenerme tomándome del brazo.

– No tengo nada más que hacer aquí, te perdí. Al menos me voy con la certeza de que lo intenté – dije mientras caminaba hacia la puerta.

– Adiós – dije mirando hacia donde él se encontraba.

– Adiós, Ifigenia – dijo él sin detenerme.

Al salir de la casa, me detuve un momento con la esperanza de que él corriera tras de mí, pero no sucedió. Tomé un taxi y regresé al aeropuerto, afortunadamente James había dejado un piloto para que me llevara de vuelta a París. Cuando llegué a casa, fui directamente a mi habitación.

30 de junio (Día de su boda)

Aquí estoy, son las 2 de la tarde y falta una hora para la boda de James. Mis maletas ya están hechas, me voy de vacaciones por un tiempo para sanar las heridas y regresar, para continuar con mis estudios y mis sueños.

Ya he sacado todo de la casa y tomé un taxi. El tráfico es pésimo, pero el taxista toma un atajo y, para mi mala suerte, nos detenemos frente a una iglesia donde una hermosa novia espera para entrar. Y para aumentar mi mala suerte, esa novia es ella, la mujer que está a punto de casarse con James.

En ese momento, mi mente se detiene y comienzo a sentir mareos. Mi corazón me dice que entre, que no me vaya sin intentarlo una última vez.

Abro la puerta del taxi y le digo al conductor que espere. Entro corriendo a la iglesia.

– Yo me opongo – suelto de mi boca mientras caigo de rodillas frente a todas esas personas desconocidas, con los hermosos ojos de James clavados en mí.

– Ifigenia – dice él acercándose a mí.

Me levanto lo más rápido que puedo para irme de allí.

Narra James

La veo salir por esa puerta con todas las ganas de correr tras ella, pero no puedo hacerlo. No puedo lastimar a la mujer que me espera en el altar, la mujer que me ha ayudado tanto.

Me doy la vuelta y todos los invitados esperan una reacción o alguna palabra de mi parte. Camino hacia el altar con el deseo de hablar con Rose y explicarle todo.

– Rose, lo siento. No quería que esto sucediera, pero no te preocupes, todo sigue en pie. Nuestro matrimonio, tú y yo seremos muy felices juntos. Sacerdote, continúe – digo con el mayor dolor en mi alma.

– No, no lo haga – dice Rose, sorprendiendo a todos, incluyéndome a mí.

– James, te amo como nunca he amado a nadie en mi vida. Te conocí en un momento en el que ambos queríamos superar todo y ser felices, pero tu felicidad no está conmigo, está con ella. Por mucho que te ame y por mucho que tú digas amarme, nunca me amarás ni me verás como la miras a ella. Así que corre, no la dejes ir, tráela aquí y cásate con ella, porque ella es tu felicidad. Te enamoraste de tu alumna y eso es real.

– Gracias – digo mientras la abrazo y le doy un beso en la frente.

Salgo por la puerta de la iglesia y tomo mi moto. Voy en busca de ella, a su casa, esperando encontrarla y decirle cuánto la amo.

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Capítulo 17: Te amo a ti y solo a ti

Narra James

Subí a toda velocidad y llegué a su casa, pero para mi sorpresa ella no estaba. Fui a buscar al administrador.

– Buenas tardes – dije con cortesía y con la voz agitada.

– Buenas tardes – respondió la dueña del lugar.

– ¿Sabe dónde puedo encontrar a Ifigenia? – pregunté lo más rápido que pude.

– Esta mañana, pagó el resto del mes, tomó sus maletas y se fue. Creo que regresó a su país – dijo aquella mujer.

En ese momento, salí corriendo. No pude decir gracias, tenía que impedir que se fuera.

Narra Ifigenia

«Atención, queridos pasajeros. El vuelo 720 con destino a California, Estados Unidos, saldrá en 5 minutos», dijo la voz por el altavoz.

No he parado de llorar desde que llegué aquí. No quiero irme, pero ¿qué puedo hacer? Él se quedó con ella, debo entender que lo perdí.

Tomé mis cosas y me dirigí directamente al avión. La verdad es que ya no sabría si volvería. Miré por la ventana y solo pude decir adiós a París. Aquí dejo mis sueños y al amor de mi vida.

Narra James

Llegué al aeropuerto lo más rápido que pude, no iba a dejar que se fuera. Pero llegué tarde, el avión ya había salido hacía casi 10 minutos. Se fue, la dejé ir. Nunca volverá, la perdí.

Me senté y no pude evitar llorar. La amo, la amo tanto, y fui el hombre más estúpido por no decírselo antes.

Dispuesto a irme y pensar en lo que haría, miré hacia atrás y allí estaba ella, en una esquina, con su hermoso rostro entre las rodillas y sus maletas a su lado.

Corrí hacia ella y levanté su rostro. Por Dios, esos ojos.

– ¿James? ¿Eres tú, James? – preguntó con la voz entrecortada.

La levanté y la besé, la besé como si fuera nuestro primer beso en aquel aula, en aquel lugar donde todo comenzó.

– Pero, ¿qué haces aquí? Yo creí que… ¿te casarías? ¿Qué pasó con Rose? – dijo.

– Te amo, Ifigenia. Todo el mundo lo sabe. Rose lo entendió y estoy aquí para decirte que la única mujer con la que quiero estar el resto de mi vida eres tú. Eres mi felicidad. Sé que no es el mejor momento ni el lugar, pero… – Me puse de rodillas y saqué el anillo que había comprado para ella desde el primer momento en que la vi.

– Ifigenia Rodríguez, ¿me concederías el gran deseo de ser más que mi alumna, de ser mía para siempre? ¿Te casarías conmigo? – dije con lágrimas en los ojos.

Narra Ifigenia

No podía creer lo que veían mis ojos. James estaba de rodillas frente a mí y me estaba pidiendo matrimonio. No podía hablar, la emoción me dejaba sin palabras.

– Sí, sí, sí, mil veces sí – dije gritando de la emoción. – Te amo, James.

Él se levantó, me tomó de la cintura y me levantó en el aire, luego me giró.

– Te amo – dijo con esa voz que tanto amo.

Salimos del aeropuerto abrazados y fuimos a la iglesia donde se iba a casar con Rose. James se disculpó con los invitados y con Rose. Cuando James me contó lo que Rose hizo cuando nos vimos frente a frente, no pude evitar agradecerle. Gracias a que lo dejó libre, James vino a mí y juró por lo más sagrado que esta vez no cometería el error de alejarse de mí.

Lógicamente, no podíamos casarnos todavía. James me dijo que debía esperar a terminar mi carrera y además, él se había casado por lo civil con Rose. Afortunadamente, ella no se oponía al divorcio.

Solo me faltan 3 años de carrera y después finalmente seré la señora de James Santiago.

Narra James

Estaba tan feliz. Por fin podía ser feliz con la mujer que amo. Después de celebrar, fuimos a mi casa.

La llevé a mi habitación y la empujé contra la pared, sosteniendo sus muslos mientras besaba su cuello. Mis manos subían hasta su trasero y lo agarré con fuerza, haciendo que ella emitiera un gemido.

Pasé mi lengua por mis labios antes de deshacernos de su vestido y luego de mi camisa.

El ambiente se volvía cada vez más caliente y mi corazón latía más rápido. No sentía miedo, ella era la única mujer que me hacía sentir un placer verdadero. Aunque estuve con otras mujeres durante nuestra separación, ninguna me satisfacía como ella.

Ella empezó a pasar su lengua por mis hombros y cuello mientras la acercaba aún más a mí, si eso era posible.

La bajé de mis brazos y, sin apartar mis ojos de ella, me quité los pantalones rápidamente. Luego, la agarré de la cintura, esta vez con más fuerza, y la fui empujando hacia la cama mientras nos besábamos. Me coloqué encima de ella y repartí besos hasta llegar a su sujetador de encaje negro. Con facilidad, solté el broche dejando sus pechos al descubierto. Agarré uno con una mano mientras lo masajeaba y lamía el otro.

Empecé a notar que su zona íntima estaba muy húmeda y vi cómo ella decidía quitarme los boxers para dejar mi pene erecto al aire libre. No pasaron muchos segundos antes de que estuviéramos completamente desnudos y creí que era hora de introducir mi miembro dentro de ella. Se sentía tan bien hacer esto.

Sentía como si fuera la primera vez, me encantaba escucharla gemir y gritar mi nombre.

– Te amo, James – dijo ella gimiendo.

– Te amo, Ifigenia – suspiré. – Te amo a ti y solo a ti.

Nuestros cuerpos se movían en perfecta sincronía, entregándonos el uno al otro con pasión y amor. Cada gemido, cada roce, nos recordaba lo profundo de nuestro vínculo. Nos perdimos en un éxtasis compartido, explorando cada rincón de nuestro ser.

Después de alcanzar el clímax juntos, nos abrazamos con fuerza, sintiendo el latido acelerado de nuestros corazones. Sabíamos que este era solo el comienzo de una vida juntos, llena de amor y complicidad.

Narra Ifigenia

Después de ese momento mágico, nos quedamos abrazados, sintiendo la calidez de nuestros cuerpos y la certeza de que estábamos en el lugar correcto, el uno con el otro.

– Te amo, James – susurré, acariciando su cabello.

– Y yo te amo, Ifigenia – respondió él con ternura. – Estoy tan agradecido de tenerte en mi vida.

Nos quedamos allí, disfrutando de la tranquilidad y la felicidad que nos envolvía. Sabíamos que enfrentaríamos desafíos juntos, pero estábamos dispuestos a superarlos con amor y apoyo mutuo.

Narra James

Después de un tiempo, nos levantamos de la cama y nos vestimos lentamente, sin dejar de mirarnos el uno al otro. Cada gesto, cada mirada, era una confirmación de nuestro amor inquebrantable.

– Ifigenia, quiero que sepas que siempre estaré a tu lado, en los buenos y malos momentos – dije, tomando sus manos entre las mías.

– Y yo estaré contigo, James. Eres mi todo, mi amor verdadero – respondió ella, con los ojos llenos de sinceridad.

Decidimos tomar las cosas con calma y disfrutar de cada día juntos. Aunque nuestras vidas tomarían caminos diferentes por un tiempo, sabíamos que nuestro amor era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier obstáculo.

Narra Ifigenia

Pasaron los años, Cada día agradezco por tener a James a mi lado, por su apoyo incondicional y por el amor que compartimos. Nuestro amor superó todas las pruebas y nos hizo más fuertes como pareja.

Hoy, miro hacia atrás y sonrío. Aquellos momentos de incertidumbre y dolor quedaron atrás, reemplazados por una felicidad duradera. Estoy agradecida de haber seguido mi corazón y luchar por nuestro amor.

Narra James

Miro a Ifigenia, mi compañera de vida, y no puedo evitar sentirme completo. Ella es mi todo, mi razón de ser, y siempre haré todo lo posible para hacerla feliz.

Cada día, le digo que la amo con la misma pasión y sinceridad que sentí desde el primer momento en que la vi. Juntos, enfrentamos el mundo y construimos un futuro brillante.

El amor verdadero existe, y lo encontré en los brazos de Ifigenia. Nuestro amor es eterno, y siempre estaré agradecido por tenerla a mi lado.

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Capítulo 18: Síntomas

Narra Ifigenia

Sin darme cuenta, pasaron 3 años y estaba a punto de terminar la universidad. Solo me faltaba un año para convertirme en profesional, pero lo que más me emocionaba era poder casarme con James.

Estamos en pleno agosto y hace un calor sofocante aquí. Aunque prefiero este calor que el que se siente en las costas, ese calor pegajoso… ¡Es horrible! No es que odie la playa, pero… Debería decirle a James que nos lleve algún día.

Ahora estamos todos en nuestra piscina. Carolina, Elisa, Diana, Melannie y yo, junto con James. Un momento, ¿no les he contado quiénes son estas personas? Bueno, ellos son nuestros amigos, o más bien, mis amigos de la universidad. Son muy simpáticos. También estamos con Derek y Rose. ¿Quieren saber quién es Derek? Bueno, Derek es el nuevo novio de Rose, es un hombre muy agradable. Los chicos están jugueteando como niños, corriendo por toda la piscina.

– Somos universitarios – murmura Carolina. – ¿No les cuesta creerlo? ¡UNIVERSITARIOS!

– Suena muy adulto, ¿no creen? – dice Melannie.

– Estamos casi listos para ser profesionales – digo.

– Conlleva mucha responsabilidad, ¿verdad? – dice Elisa.

– Exacto – dice Diana.

– Ya son independientes – dice Rose.

– Y muy pronto formarán parte del equipo de trabajo profesional – dice Derek.

– Muy pronto serás mi esposa – dice James abrazándome.

– Eso es lo que más me entusiasma – digo rodeando su cuello con mis brazos.

Todos nos reímos.

– Vamos al agua – dice Melannie.

– Por mí está bien – dicen Elisa y Diana al unísono.

– Por mí también – dicen Rose y Derek al unísono.

– ¡Pues allá vamos! – dice Carolina levantándose de golpe mientras menea su cintura.

Yo me quito las gafas de sol y me dirijo lentamente hacia la piscina. Miro a mi alrededor intentando localizar a James, pero no lo veo. ¿Dónde se ha metido?

Unos brazos y un cuerpo mojado se pegan a mí mientras sus brazos rodean mi cintura.

– James… ¡Está fría!

– Pero dijiste que te ibas a meter ahora.

– James, está fría, no, ahora no.

Él me gira y acerca sus labios a los míos, sin besarnos, solo me tienta. ¡Es tan guapo!

– Bebe – me susurra.

– ¡Bésame!

– ¿Estás segura?

– Sí.

– Ten en cuenta que una vez que te bese, no podrás resistirte a mis encantos.

– Hace años que caí en tus encantos, James.

Él sonríe y me besa.

– ¡VAMOS, LAS CURSILERÍAS EN PRIVADO! – grita Derek, tirándonos agua.

Como reacción, empiezo a saltar intentando escapar del agua, pero James me agarra de la cintura y me deja en el borde.

– No me sueltes, no lo hagas.

James sonríe.

– ¿Te he dicho que eres preciosa?

Un fuerte empujón hace que ambos caigamos al agua. Saco mi cabeza y aparto mi pelo. Y allí está Melannie con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¡TE MATARÉ! – grito.

– Solo es agua – dice riéndose.

James me toma del trasero y me levanta.

– ¿Alguien está de mal humor? – dice.

– Claro que no.

– Está bien.

Yo me sumerjo en el agua y empiezo a bucear. Veo las piernas de todos moverse debajo del agua, me encanta estar sumergida, es como si el mundo desapareciera. Una cara se posiciona frente a mí. Mi chico, mi novio. Mi profesor, mi futuro esposo. Él sonríe y yo sonrío aún más. Se acerca a mí y deja un beso en mis labios.

Dar un beso debajo del agua. ✓

Saco mi cabeza a la superficie para tomar aire al igual que él.

Ambos nos dirigimos hacia donde están todos, en una esquina de la piscina.

Nos encontramos charlando de diversas cosas, bueno, ellos lo hacen, yo solo puedo sonreír y mirarlos. ¿No es increíble lo rápido que pasa el tiempo? En este año ha habido altibajos, decepciones y alegrías… Pero al hacer un balance del año, debemos enfocarnos en las cosas positivas, y este año ha habido muchas, más que cosas, personas y sentimientos. Porque este año no hubiera sido lo mismo sin estas personas que ahora se encuentran en la piscina junto a mí.

De repente, empiezo a sentirme mal, mareada y con náuseas.

– ¡Mierda! – digo saliendo corriendo de la piscina para ir al baño. Una vez allí, empiezo a vomitar. Unos brazos rodean mi cintura y recogen mi pelo.

– ¿Estás bien?

– Sí – murmuro levantándome. Lavo mi cara y enjuago mi boca. Minutos después, ambos bajamos de nuevo. Ahora todos están en el césped del jardín. Al llegar, todos me miran.

– ¿Qué te pasó? – dicen todos al unísono.

– Nada, solo me dio ganas de vomitar.

– ¿No estarás embarazada? – pregunta Rose.

– Eso es imposible – afirma James.

Y luego todos siguen hablando de otras cosas. Yo me quedo callada. Hace tiempo que no me llega el periodo… No, mierda, no, no puede ser.

– ¿Qué día es? – murmuro nerviosa.

Todos me miran fijamente.

– Es 16 de agosto – dicen todos al unísono.

Debería haberme llegado el día dos, mierda, el dos.

– ¿Qué sucede? Estás pálida – dice James.

– Me debía haber llegado el día dos

Todos nos quedamos en silencio, procesando la revelación. El ambiente se vuelve tenso y lleno de incertidumbre. James me mira con preocupación y toma mi mano.

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Capítulo 19: Positivo

Narra Ifigenia

– Por favor, dime que no estás hablando de tu periodo. Dime que no – murmura James con los ojos cerrados.

– Sí, James, estoy hablando de mi periodo.

– Los llevaré a una farmacia ahora mismo – dice Rose, levantándose de inmediato.

Todos se quedan en silencio y yo sigo en estado de shock.

– ¡Están locos! Ella tiene 21 años, todavía no termina la universidad. ¿En qué rayos estaban pensando? – dice Derek.

– Derek, cállate, cierra la boca, ¿de acuerdo? – dicen todos al unísono.

James comienza a caminar rápidamente hacia el coche y yo me quedo parada en el lugar. Él me va a dejar, lo va a hacer. Carolina pasa un brazo por mi cintura y camina conmigo.

– Ven tú también – murmuro asustada. – Vengan todos, por favor – digo con los ojos llenos de lágrimas.

– Claro – dicen todos al mismo tiempo.

Llegamos al auto y Rose se sienta junto a mí.

– Déjame ese sitio – murmura James.

Ella asiente y se sienta en el asiento del copiloto.

Juego nerviosamente con mis manos y la primera lágrima cae inevitablemente.

– Ifigenia – murmura James mientras me acomoda el pelo.

– No me dejes, por favor, no me dejes – susurro.

– No te voy a dejar, pequeña, nunca lo haría. ¡TE AMO!

– ¿Estás seguro?

– Diga lo que diga esa prueba, estaré junto a ti.

– Te amo, James.

Llegamos a la farmacia y James y yo entramos a comprar la prueba. Después salimos apresuradamente y nos dirigimos a casa. Todos nos esperan impacientes y yo entro al baño sola. Sigo las instrucciones y hago la prueba. Ahora solo queda esperar. Abro la puerta y veo a James sumergido en sus pensamientos.

Narra James

Estoy sumergido en mis pensamientos.

¿Qué pasará si ella está embarazada? Una parte de mí quiere que lo esté, pero sé que esta obsesión que siento por ella solo crecerá más. La sentiré aún más mía de lo que ya es. Pero el hecho de que tenga un hijo mío en su vientre, que tengamos ese lazo irrompible, la hace aún más mía.

Parte de mí estará dentro de ella y eso es hermoso.

¿Cómo cuidar a una embarazada? ¿Le hará daño respirar el aire de la ciudad? ¿Le hará bien caminar? ¿Qué puede comer? Tendré que investigar para poder cuidarla, tendré que buscar información en Internet. Si esa prueba sale positiva, tendré trabajo esta noche.

Ifigenia toma mi mano y juntos vemos el resultado.

Narra Ifigenia

Dos rayitas, dos malditas rayitas.

– ¿Qué significa eso? – dice James.

Miro la caja con las instrucciones.

– Ha dado positivo.

Miro a James a los ojos.

– No me vas a dejar, ¿verdad? Te necesito – digo llorando, casi suplicante.

– No te voy a dejar, mi amor – dice abrazándome.

– ¿Estás seguro?

– Por supuesto – dice poniendo su mano en mi vientre. – Aquí está nuestro bebé.

– Me alegra que tú seas el padre de mi bebé – digo sonriendo.

– Y yo me alegra que tú seas la madre de nuestros hijos – dice sonriendo. – Porque no quiero solo uno – dice guiñándome un ojo.

– ¿Estás loco?

– Estoy loco por ti – dice y me besa.

– Pensé que me abandonarías, que tendría que contarle a mi hijo una historia de un padre que huyó, pero no, estoy tan feliz de que seas un hombre responsable – digo abrazándolo.

James sonríe amablemente.

– Después de tanto tiempo juntos, aún no me conoces del todo. Creo que tenemos mucho trabajo por delante ahora, tenemos que adelantar la boda.

James sonríe y se inclina para besarme en los labios.

Luego, todos se acercan para felicitarnos. No puedo dejar de llorar de emoción. Voy a tener un hijo del hombre que amo y él no me abandonó.

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Capítulo 20: El Profesor que me enamoró

Narra Ifigenia

¡Hola a todos! Permítanme presentarme, soy Ifigenia Rodríguez y esta es la historia de cómo conocí al amor de mi vida, cómo encontré a mis mejores amigos, quienes hoy, después de veinte años, siguen siendo la luz de mi vida. También quiero agradecer a mi madre biológica, sí, han leído bien, la madre que me dio a luz. Hace algunos años la encontré, ella me tuvo cuando era muy joven y… pueden imaginar cómo fue la historia. ¿La perdoné? Me costó, pero sí… También quiero reconocer a mis padres adoptivos, quienes, a pesar de que Isabella sea mi madre biológica, ellos son mi madre y mi padre, me criaron y les debo mucho a pesar de todo…

Seguro se preguntan cómo descubrí que era adoptada. Bueno, me enteré a los 13 años por casualidad, cuando entré a la oficina de mi padre y encontré el documento de adopción.

¿Qué puedo decir de mis dos pequeños? ¡Bueno, ya no tan pequeños! Valeria Alba, de 19 años, Liam Mateo, de 12, y mis mellizos Jonathan Manuel y Milady Liliana, de 7 años. Mis cuatro angelitos.

Y luego está James… Mi querido esposo. ¿Qué puedo decirte? ¡Tú lo sabes todo! Sabes que eres mi vida, eres mi todo y eso nunca cambiará. Siempre serás mi viejo. Viejo, pero mío. No te vayas nunca, porque no podría soportarlo. Quiero dedicar este libro en su gran mayoría a ti, o mejor dicho, está dedicado completamente a ti, cariño. Felices veinte años de matrimonio.

Y a ustedes, queridos lectores… Gracias por acompañarme en cada uno de los capítulos de este libro, gracias por hacerme feliz, gracias por su apoyo, gracias por todo… este libro ha alcanzado más de lo que imaginé, así que yo, Ifigenia Rodríguez, quiero decirles que los quiero, que son jodidamente perfectos, ¿saben? Sé que en algún momento de mi vida me comporté como una idiota, así que ¡lo siento! Una vez más… Gracias.

A todas las personas que están pasando por un mal momento… Quiero decirles que todo pasa, que algún día las cosas mejorarán, pero para eso tenemos que esforzarnos. No se queden de brazos cruzados. En la vida nos caemos innumerables veces, pero debemos levantarnos a pesar de todo y seguir adelante. Cueste lo que cueste.

Cuando me preguntan, «¿El Profesor que me enamoró?» solo puedo responder «El Profesor que me enamoró», sin interrogaciones ni nada de esas cosas, porque ya no tengo ninguna duda al respecto.

James Santiago es mi profesor, mi amigo, mi confidente, mi compañero, mi novio, mi esposo, mi amante y mi todo.

– ¿Enamorada de tu profesor? – me preguntan.

– Hasta las orejas.

Narra James

Y aún sigo enamorado como el primer día. No pasa un solo día en el que no bese a Ifigenia, la abrace y le diga que la amo. Han pasado 20 años y ella me entregó su vida por completo. Me dio su amor y nos dio dos hijas y dos hijos hermosos, y esperamos tener más. Ella me dio felicidad y nuestro amor sigue intacto. La amo y la amaré hasta el último suspiro de mi vida. Nuestro amor es puro y tan real que siempre le traigo hermosas rosas azules.

– Te amo, y si mi amor, te enamoraste de tu profesor. Siempre estaré loco por mi alumna, Ifigenia Rodríguez.

– Te amo, James Santiago – ella responde sonriendo.

No puedo resistir las ganas de besarla.

La tomo por la espalda y la inclino para darle un beso épico.

La historia de Ifigenia y James continúa, llena de amor y felicidad. A lo largo de los años, enfrentarán desafíos y vivirán momentos inolvidables juntos. Su amor se fortalecerá y su familia crecerá, siempre rodeados de amigos leales y el apoyo incondicional de sus seres queridos.

Y así, su historia de amor perdurará en el tiempo, dejando un legado de amor y felicidad para las generaciones futuras.

F I N

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Agradecimientos & Preguntas

¡Hola, queridos lectores! 💜

Hoy, con mucha emoción y alegría, quiero anunciar que he finalizado esta novela. Ha sido un viaje lleno de altibajos, pero finalmente he llegado al final de esta historia. Quiero agradecerles a todos por acompañarme en este viaje y por su apoyo incondicional. Sin ustedes, esta novela no habría sido posible.

Durante el proceso de escritura, he experimentado una montaña rusa de emociones. He sentido el amor, el odio y el dolor de mis personajes de una manera tan intensa que no pude evitar derramar algunas lágrimas. Aunque estos personajes sean ficticios, los sentimientos que he explorado son reales y auténticos.

Me encantaría conocer su opinión sobre la historia y me gustaría que respondieran a estas preguntas:

1. ¿Cuál fue su personaje favorito? Aquel que los hizo vibrar y los conquistó con su personalidad única.

2. ¿Cuál fue el personaje que más odiaron? Aquel que los hizo sentir rabia y desprecio en cada una de sus acciones.

3. ¿Cuál fue su capítulo favorito? Aquel que los mantuvo enganchados y los emocionó de principio a fin.

4. ¿Cuál fue el capítulo que menos les gustó? Aquel que no logró captar su atención o que tal vez les pareció menos interesante.

5. ¿De qué personaje les hubiera gustado que se hablara más? Aquel que despertó su curiosidad y que les hubiera gustado conocer más a fondo.

6. ¿Qué fue lo que no les gustó de la historia? Aquello que no logró convencerlos o que tal vez les pareció un punto débil en la trama.

7. ¿Algún consejo que puedan darme? Sus sugerencias y opiniones son muy valiosas para mí, así que agradecería cualquier consejo que puedan darme para mejorar como escritora.

Desde lo más profundo de mi corazón, les doy las gracias por ser parte de esta aventura. Sus comentarios y apoyo han sido mi mayor motivación para llegar hasta aquí. Espero con ansias leer sus respuestas y saber qué les pareció esta historia que tanto significó para mí.

Un abrazo lleno de luz y gratitud.

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