Vale la pena la espera. La vida trascurre y su aburrimiento nos ahoga. La rutina agobiante nos hace insoportables. Desde que nacimos el alma se fue desvaneciendo hasta quedar vacíos, con unos enemigos imaginarios que destruyeron nuestra herencia. De nada sirven las lágrimas aquí las almas se confunden con fantasmas y los ángeles huyen. De nada sirven las plegarias, pues el olvido es más doloroso que la muerte. Sólo me queda el cielo, su inmensidad me espanta y al mismo tiempo me da sueños. De allí me regala su dueño perlas de vez en cuando. Las que voy guardando en un cajón que defenderé a muerte, pues ese regalo del cielo me mantuvo vivo todo este tiempo.

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