DIFERENTE A MI

DIFERENTE A MI

Marie Yatay

29/12/2023

Nuestra cara es como la recordamos.

Se demora, normalmente, dos semanas en que se cambie el rostro de una persona, algunos saben controlarlo y se benefician, otros que no le importa su apariencia, sea por genética o por buena memoria, no se les cambia, pero hay otros que nos cuesta un poco recordar rostros.

A los que sufrimos de prosopagnosia se nos desfigura la cara cada día, he intentado de todo: pegarme cinta en la cara para que no se deforme, mirarme al espejo cada vez que pueda, describirme todos los días, tomarse selfies cuando me encontraba decente, o simplemente, antes de dormir, ver una foto de algún famoso que se viera bien, según yo, para que en la mañana, amanecer igual que aquel, pero no.

Mi autoestima fue bajando de tal manera que no quería ver a nadie, por el miedo de que podría copiar sus caras al día siguiente. Me aislé. Boté todos los espejos, tapé reflejos, los que pude, apagué las luces de noche, y de día cerré las cortinas. Mi rutina se volvió en torno a mi cara, cuando me la sentía con mis dedos no me la podía imaginar. Me quedé encerrado tanto tiempo que olvidé cómo se veía una nariz o de qué color eran los labios o el de mis ojos, el grosor de mis cejas, si tenía los dientes parejos o las orejas hacia atrás.

Pensé, erróneamente, que si me obligaba a no pensar en ello, lo superaría, pero pasó todo lo contrario. Aquella de tantas noches de reflexiones e insomnio me decidí abrir las cortinas, prender las luces, salir de mi casa, a la calle con gente, e ir a comprar un nuevo espejo, y pagarle a alguien para que me lleve a casa y allí, devuelta la normalidad, amarme, cada día, en mi propia divergencia.

Lo malo es que el sueño llega y se va el insomnio como también las metas, planes y afanes del día siguiente.

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