¿Has sentido temblar la tierra bajo bajo de ti alguna vez?
Es un retumbe que entra por la planta de tus pies, un latido que te recorre. Como si el planeta estuviese palpitando para recordarte que sigue vivo, sosteniéndote. Como si la tierra se extendiera hasta tí con un temblor, haciéndote parte de ella.
Así tiembla tu recuerdo, después de no se cuantos miles de días desde la última vez en que me acariciaron tus palabras. Recordándome que sigues ahí, aunque haya tratado de encofrarte arrancando días del calendarios y arrugándolos como papel para tapar las rendijas de mi memoria. Aunque intente tapiarte con el silencio.
Pero siempre encuentras la manera de humedecerme de nostalgia, de dolerme un poco. Y no entiendo como puede dolerme lo que ya no existe. Pero tu me ardes justo en el espacio inhabitado de mi boca que calza con ese beso etéreo y fantasioso. Me dueles justo en el medio del vacío infinito. Allí donde solía almacenar el Amor que me tuviste. Ese que debió durarnos para todas las vidas.
Hace un par de noches te soñé y no entendí el empeño malicioso de tu recuerdo que busca colarse por la mas mínima grieta sólo para exhibirme tu ausencia y arroparme con ella. Te ví, en alguna casa, rodeada de un montón de personas que aparentemente eran amigos mútuos. Conversabas distraída y alegre sobre la cama. Yo te observaba através desde otra habitación, tal vez la sala. Y sentí a mis ojos ansiosos, sumergiéndose en tu imagen, comiéndote con gula y desespero. Como un perro que encuentra su comida después de pasar días de hambre. Quería absorberte con los ojos, mirarte hasta que se gastaran las pupilas, robarme todas las imágenes posibles para que no te me acabaras nunca.
Notaste que no paraba de verte. Y desde la otra habitación, con una sonrisa pícara y hermosa gesticulaste con tus labios, como diciéndome ¿Porque me miras, quieres decirme algo?
Y sonreí, te dije que no, que nada pasaba. Te dejé retornar de nuevo a tu conversación y salí hasta desaparecer del lugar. Sin darme cuenta, ya no estaba ahí. Me encontré caminando en la noche por una calle de piedras medianamente iluminada. Pensándote.
Allí desperté. Con el desagradable sinsabor de sentir que allá, en ese mundo fantasioso donde todo es posible. Tampoco eras mía.
Y con un poco de nostalgia regresé a este lugar, a contarle a mis letras que te vi en un sueño, y que seguias vistiendo la sonrisa mas hermosa que jamas haya visto. Que con solo imaginarte sentí tu energía brincándome en el corazón como una bala que se dispara dentro de una caja de acero, produciendo chispas incandecentes y rebotando una y otra vez contra las paredes.
Como un elecrón loco que quiere explotar. Como la magia que se encierra dentro de los cohetes de colores, que se ven como un objeto inanimado, pero llevan por dentro un cúmulo de luces multicolores que esperan un soplido de fuego que los haga explotar.
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